El otro día ya vi en el cine
Nosferatu, y, para complementar, estoy también visionando a ratos el original
Nosferatu, eine Symphonie des Grauens (en
España,
Nosferatu: Una sinfonía del horror) de 1922.
Por otra parte, acabo de inaugurar el año viendo
La sombra del vampiro (cortesía Torrent, porque en las plataformas no la encontré), y casi he gritado de desesperación, con los brazos alzados al cielo y los ojos en blanco cual actriz del cine mudo, por lo cortísima que se me ha hecho. Pensé que podría verse alguna escena del estreno y posterior fiesta de disfraces en la sala de exhibiciones del zoo de Berlín, que por lo visto costó mucho más dinero que el rodaje, pero nada.
Ver el archivos adjunto 179743
A cambio de eso, nos podemos hacer una idea del terror que Max Schreck (cuyo apellido en aleman significa "susto") insufló a todo el equipo de rodaje. Solo hay que imaginárselo con su 1.90 m de estatura, paseándose sin quitarse la caracterización fuera de escena, comportándose en los descansos como un auténtico vampiro, pues su formación con Max Reinhardt imponía esta inmersión extrema en los personajes.
Volviendo al Nosferatu de 2024, podemos disfrutar de los enfoques personales del director Eggers, como la apariencia totalmente animal del vampair, yo diría que totalmente desprovisto no solo del amor romántico que despide el Drácula de Stoker, sino incluso de sexualidad: por ejemplo, mientras en el filme antiguo el conde Orlok se enamora de una fotografía de la esposa del vendedor, en la de Eggers se prenda de manera primitiva al oler el mechón de cabello de Ellen que guarda el protagonista.
Aconsejaría hacer el camino inverso del que he hecho yo: ver antes de ir al cine las otras dos, ya que se captarán muchos matices que Eggers ha querido reproducir: los juegos de luces del expresionismo o el terror que la peste trajo a una Europa aún convaleciente de los horrores de la primera GM (y de la gripe no-española).
Espero más opiniones.