Lo de que un payaso ha sido chungo siempre, pues mira, no. De toda la vida de Dios un payaso es uno que ha hecho reír por su apariencia estrambótica y mamarracha. Si en el imaginario popular ahora los payasos dan miedo (si es que lo dan, porque que yo sepa necesitan del adjetivo "diabólico" para que entendamos que es de los "malos", adjetivo que podíamos aplicar también a, por ejemplo a "barrendero" (barrendero diabólico) o a deshollinador (hijo de Perrino diabólico)) es porque surgió el feliz hallazgo con la novela de Stephen King y por ahí todo seguido otros han aprovechado el tirón. Faltaba que se descubriera que un asesino en serie era payaso en sus ratos libres para que ya tuviéramos el arquetipo creado. Y esto no pasó hace doscientos años, ni "siempre". Esto es de ahora, y aún así sigue necesitándose de un adjetivo, un rictus ad hoc y un machete.
Se trata de coger una figura afable, cómica, divertida e infantil, que es lo que DE VERDAD han sido SIEMPRE los payasos y contraponer a ella algo completamente antitético, como es lo terrorífico o lo diabólico. Por eso funciona. Y aquí, como somos más tontos que Picio, estamos adoptando esta figura netamente americana como si fuera nuestra, como ya adoptamos a Papá Noel o Halloween.
Pero vamos, que de chungos siempre, nanay. Al revés, querido amigo, al revés. Que cuando de niños íbamos al circo o salían por la tele no eran para asustarnos, eran para hacernos reír. Con un hacha ensangrentada en las manos y cara de loco es terrorífico hasta el padre Abraham y sus pitufos.