El problema que tenéis algunos de aquí es que no habéis tenido los cojones suficientes para dar ese salto al vacío que representa desligarse por completo del podrido cordón umbilical de lo que se entiende vulgarmente por Humanidad. El sentido común, ese ente tan inestable, que parece ser nos ha ido sintonizando a lo largo de la historia, no es, ni ha sido nunca, más que la carroña de la que se alimentan las más rastreras alimañas. Estoy hablando de antropocentrismo y de escasez de ideas -nota para los más deficientes, ignorantes y palurdos-. No es casualidad que siempre sea el más bobo el que se crea en posesión de la verdad. Hay muchas clases de animales -desde las bacterias hasta las ballenas- y pensar que tenemos derechos sobre ellos implica colocarnos en una posición aparte, como si en verdad viniésemos de Adán y Eva.
El problema para muchos de vosotros es que existimos algunos que no nos tragamos ese cuento y que pensamos que los seres humanos tienen el mismo valor que esos animales. Esto hay que matizarlo, ya que no tienen el mismo valor una ameba que un perro; pero, ¡qué coño! tampoco tienen el mismo valor, v.g, Beethoven, Einstein o Nietzsche, que la inmensa mayoría de vuestros putos padres. Desde este punto de partida, servidor puede opinar, con el mismo derecho que vosotros, que la misérrima existencia de más de uno de por aquí tiene menos valor que la de una cucaracha. Siguiendo esta línea de valores y derechos, que, como digo más arriba, dependen de cada cual, no creo que vayamos por muy buen camino. Es mejor RESPETAR -y, de esta guisa, ser RESPETADOS-.