En estos tiempos fluidos y blandengues de la Posmodernidad cualquier golfa analfabeta puede hacerse de oro enseñando el culo y la chocha por internet. Además es especialmente hiriente para le inteligencia la corte de babosos y subnormales que se aglutina en torno a los perfiles de determinadas putas en distintas redes sociales, y en especial en instagram. Que yo no digo que no haya tipas que están buenísimas y de gusto contemplarlas ligeritas de ropa y tal, pero de ahí a pagar, aunque sean 5 euros, por verle el potorro a una tipa cuando internet te proporciona millones de contenidos gratuitos para dejarte el miembrecillo en carne viva a base de buenas pajas españolas a la crema, es de ser profundamente subnormal. De hecho, pagar por contenidos porno es propio de oligofrénicos y policromosómicos de la peor especie.
Por otro lado, muchas de esas putas están ultraoperadas y resultan siniestras, parecen muñecas hinchables de esas japonesas, hiperrealistas, que parecen tener rostros de cera, con tetas de plástico y hasta ojetes operados. Tampoco sería de extrañar que se colase algún que otro shemalo para embaucar a los más bisoños en la materia. En fin, una artificiosidad que provoca bastante rechazo.
Tengo a alguna conocida y alguna que otra tipa que me he pasado por el nabo que tiene cuentas en instagram enseñando algo de pechuga, que bien podrían montarse una página de esas de onlyfans para rentabilizar su putabilidad y hacerse con los dineros de pajeros nuncafollistas y degenerados de distinto pelaje.