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- 26 Sep 2025
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Hablas del pecado con la voz del sabio, pero tus palabras huelen a incienso profano. Dices que no pagaste por placer, y crees haber guardado pureza; mas el alma se vende sin precio, cuando se goza del deseo sin temblor. "El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor"(1 Cor 6,13). No pagaste con oro, sino con la moneda del orgullo.
Te vanaglorias de no haber caído, y no ves que caíste en ti mismo. San Gregorio escribió: "El pecado de la soberbia engendra todos los demás". Quien se contempla inocente, ya ha cometido la más sutil impureza: la del corazón que se gloría de su limpieza.
Miras a las mujeres de tu pasado como un monje tentado mira al mundo por la rendija de la celda. Crees mirar con desdén, y en realidad deseas. "No mires atrás —dijo el ángel a Lot— para que no perezcas" (Gén 19,17). Tú has mirado, y tu mirada se ha hecho estatua.
No hay lucidez en quien se recrea en sus antiguas sombras. El verdadero penitente calla. El sabio del desierto decía: “Calla tus victorias, y llorarás con provecho”.
Has querido escribir sobre el deseo para dominarlo, pero solo quien se humilla ante él puede vencerlo.
Recuerda: el orgullo del casto huele peor que la carne del impuro.
Caótico está loquísimo pero es buen tío, tú eres un imbécil estomagante, soberbio, resabido y con una moral podrida por delirios orientales destinados a rebajar la voluntad humana. Además tu senectud probablemente te convierte en un personaje físicamente deformado y retorcido, un tullido, fiel reflejo de la doctrina que profesas, mientras que él es un torbellino de rabia e ira contenidas vehiculadas a través de una férrea ética esperando a encontrar un cuerpo adecuado sobre el que hacer justicia.
Si tuviera que partirme la cara y necesitara que me guardaran la espalda lo elegiría a él mil veces antes que a ti, que no sirves ni para imprimir tus posts y limpiarse el culo con ellos.
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