De chaval tenía un amigo homosexual que estaba enamorado de mí. El muy maricón venía a mi casa todos los putos días. Como todos los chavales de aquella generación nos masturbábamos juntos, pero con él era diferente; a veces le dejaba que me tocara la polla y un par de veces hasta le dejé que me la comiera. Que te coma la polla un tío no da gustito, créedme, hay algo asqueroso en ello. Bueno, pues una vez me dio por putearlo porque aquella situación ya me estaba empezando a dar un asco insoportable, así que le di por culo a los bestia hasta que sangró, le di pollazos en la cara, me corrí en su puta cara de mierda y lo grabé en vídeo con una cámara de las de antes, de cinta VHS. Cuando llegó a mi casa al día siguiente caminando lentamente por culpa del dolor le enseñé el vídeo y va y me dice que le parece bien, que podíamos verlo juntos mientras nos masturbábamos. Me dieron ganas de matarlo allí mismo a hostias. Me tuve que echar una novia gorda para darle celos y que desistiera, pero el tío siguió viniendo a mi casa hasta que le envié una copia VHS a sus padres con una escueta nota:
Señores, su hijo es maricón y esto es lo que hace en vez de ir a clases de inglés.
Desde entonces no he vuelto a hablar con él, pero a veces lo veo por la calle caminando con su marido, con quién regenta una peluquería para maricones, y siempre agacha la cabeza, recordando probablemente que mi semen estuvo en su cara.