Ya lo sé, ya, a mí me intentó comer la polla y de hecho me llegó a lamer la puntita. En aquel entonces trabajaba yo poniendo sillas encima de las mesas en un bar de carretera. Bueno..., ya que me pongo a contar la historia voy a contarla bien: aquella noche acabé en el bar de carretera haciendo autoestop y me pedí un serranito con patatas y diez o doce cervezas, pero no tenía dinero y con la cogorza tampoco podía huir así que el dueño me dijo "oye, tranquilo, entiendo tu situación, yo también me he visto en esas, te propongo un trato, me pones las sillas encima de la mesa mientras barro y friego y cuando el suelo esté seco las vuelves a bajar y me doy por pagado". ¿A dónde quería llegar yo con esta historia? Ah, sí, coño, ese fue el día en que el rey, por entonces príncipe, me intentó lamer el nardo. Pues cuando ya me puse otra vez a hacer autoestop, me viene un tío alto y me dice que me come la polla a cambio de llevarme, pero ese no era el rey, era otro, y le dije no, que no soy maricón y ya me da asco y se fue. Así que me fui al cuarto de baño a mear y allí estaba el rey, el rey del pollo frito, osea Ramoncín, que me tocó el hombro sin limpiarse la mano de meado pero eso fue todo. ¿Cuánto os estoy haciendo esperar para contaros la historia de cómo Felipe me intentó lamer el pene, eh? Jejeje, pues os vais a quedar con las ganas, ya no me apetece contar la historia porque hablar de cerveza me ha dado ganas de beber cerveza y además no me ibais a creer.