Me abandono a tus temblores. Quiero destrozarte, abrasarte, violarte. Siento tus uñas clavándose en mis nalgas y mentalmente te llamo puta, ¿o te lo digo? Entre chispas que circulan ante mis ojos te veo abrir la boca, mas ya no oigo tu grito anunciante del orgasmo. Encorvas la espalda, me golpeas con los puños. Yo sonrío malévolo e inconscientemente apuro el frenesí. El escalofrío al fin llega, de muy dentro, subiendo poderoso, atravesándome el cuerpo a latigazos, hasta que mi cerebro estalla mezclando todos mis sentidos en uno y me vacío en ti, me deshago en ti, me diluyo en ti.
La paz me inunda el tiempo que permanezco dentro. Saboreo el pecado de nuestro sudor. Dejo que mis manos sigan acariciándote y que mis labios sigan besándote, oportunistas de la inercia. Apoyo la cabeza en tu pecho y me entretengo oyendo el corazón latir, descendiendo. Coges aire y vuelve el ronroneo, ya no gata hambrienta sino complacida. Me aparto y te das la vuelta, abrazando la almohada. Mis dedos juegan en tu pelo, mientras observo aún ausente la curva de tu espalda, la redondez sublime de tu culo. Pasa un tiempo, indefinido por perfecto. Dices algo que no entiendo, pero logras sacarme de mi abstracción. Miro esos ojos de miel y pienso que en este preciso momento te amo. No con locura, sino con algo más sereno, más dulce, más triste.
Hacemos el amor por segunda vez, ¿o es por primera? Si es por última... gracias.
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(A mi no me miréis, estaba buscando 'Guerra y Paz' de Tolstoy que es tan largo, para pegarlo, y apareció
esto)