Ya había corrido la noche y el alcohol en el polígono. Una noche fresca, pero agradable. Un alcohol barato pero embriagante. Se habían juntado dos grupos por el azar de las noches ociosas. Chicos y chicas. Una de estas veces que se gustan dos al instante y mientras esa espontánea pareja pierden poco tiempo en andar metiéndose cosas por algún bujero; el resto se queda a ver que pasa. Esos momentos de calcular posibilidades con cada una de las chicas libres. Decir alguna gilipollez para ver la reacción. Observar detenidamente miradas y gestos. No sé como lo verán las tias. Pero los tios sentimos la obligación de atacar en esas ocasiones.
Yo cruzaba mi mirada con cada una de ellas. Desafiante, impetuoso. Como hacen los machos alpha que tanto agradan a las borrachas del botellón. Ante mi invitación todas bajaban el gesto tímidamente. Todas menos una. Como ya imaginareis: La ciega. Hombre pragmático y vago como soy fué la elegida confiando en que su falta de visión facilitara el cortejo. Y ya andaba yo pensando en que conversaciones tocar y cuales evitar. Música, si. Cine, no. Dualidad laboral-formativa, si. Número premiado de la ONCE, cuando la confianza brote... En eso estaba yo cuando uno de mis amigos decidió precipitar los acontecimientos. Como siempre se hace: Comentando lo que están haciendo los dos calentorros.
En ese momento fué cuando la ciega se enteró del hecho: Su amiga estaba follando y ella no. Descubrimos que, además de ciega, era guarrona. Empezó a decir que ella también quería enrrollarse con alguien, que se animara algún valiente, a ver esos machos ibéricos... Dejeba bien claro que esa noche su amiga no seria la única en llevarse una ración de empujones.
"Elige tú." dije.
"Es que no veo; tendría que tocar para escoger".
"Vale, toca lo que quieras" respondió tras unos segundos uno de mis amigos.
Con ayuda de una de sus amigas -que también aprovechó para magrear lo que le vino en gana- fué palpando el paquete de cada uno. La amiga tocada por todos lados; pero la ciega sólo el paquete. Eso le fué suficiente. Yo fuí el elegido. Supongo que por que era el único que andaba morcillón de la ilusión de poder retozar con la invidente plapadora. Los otros dos eran, uno, el típico gilipollas que le pone faltas a cualquier mujer aunque sea una diosa y el otro era maricón de armario en esos días. Actualmente son una locaza con el culo reventado, uno, y el otro se mantiene de maricón de armario.
Pues no es fácil la jodienda con los ciegos. Presentan problemas. Mi modestia y el respeto a realidad me impiden decir que estaba buena. Pero ese no era el problema. Algo gordita y mona de cara a mi me vale de sobra. Pero los ciegos tienen la mirada rara. Esa mirada que al ser impersonal, inespresiva, oteadora de horizontes; resulta extraña. Esa mirada -que no te mira- no me da buen rollo y no me anima al erótico resultado. Por otro lado. Ella estaba enganchada a la verga con las manos. No por tamaño, que no doy para tanto. Por intriga, supongo, pues me la tocaba como cuando, ellos, los ciegos, tocan las caras pretendiendo descubrir toda sus formas sin perder detalle. Igual que digitan cáda centímetro de los rostros, así pasaba sus dedos por mi churra. No es desagradable; pero tampoco erótico. Y por si fuera poco, al no ver, la tia se sorprendía de cada cosa que le hacía. A cada sensual iniciativa por mi parte respondía con sorpresa. Un minirespingo, paraba momentáneamente el toqueteo de cipote, se estremecía un milisegundo y decía: Ah!. Que voy al morreo; retira la cabeza un poco, para el masaje en la churra, tensión de sorpresa, ah! Y luego abría la boca y buscaba la mía. Al magreo de mamellas; comvulsión rápida de susto, retirada de dedos del miembro, hecha una estátua por un instante, ah! y a por el ciruelo otra vez una vez entendido lo que pasaba. Al quinto o sexto Ah! terminé anunciando mis pretensiones: ...Que te voy a comer la boca, voy a chuparte el pezón izquierdo, unos bocaditos en la base del cuello, Ahora un beso negro -no te peas-,... En fin. Ya me entendeis. Son circunstancias que no ayudan.
Pero bueno. De tetas no andaba mal y si puedo relamer pezón y achuchar bufa yo voy contento cual cura con monaguillo nuevo. Puedo con lo que me echen. No sin esfuerzo cumplí con el deber y la ciega no debió quedar decepcionada pues quiso repetir alguna vez mas. Casi surge el amor de aquello. Pero esa es otra historia. Mas tierna, mas pura y mas cotidiana que no compartiré con vosotros por que os parecería lo que es: Una mierda de historia romántica mas. Como los millones que habrá en el planeta diariamente.