rossott
Asiduo
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Tuve una cita con una japo el sábado, que acababa de llegar a Barcelona para estudiar.
Sé y sabía que no me la iba a cepillar, porque estas tías son jodidamente raras, y ella me lo dijo desde un principio. Normalmente jamás quedo con una tía que no sea para roce, pero en este caso me interesaba más bien desde un punto de vista antropológico así que hice una excepción. Los japoneses o coreanos me llaman la atención. Gente que parece subnormal pero es muy inteligente, o que es muy inteligente pero parece subnormal, como vosotros queráis.
El primer instante no decepcionó. Habíamos quedado en un lugar, ambos llegamos cinco minutos tarde, justo cuando llegué sonó mi teléfono, y la vi en la cera de enfrente y desde allí le hice la señal. Crucé y fui a hacer el gesto de darle los dos besos cuando de pronto hizo un exagerado gesto tirándose para atrás para evitarlo con cara de "oooh, este señor me quiere violar". Me quedé flipando. Le dije que aquí se hacía eso cuando te encontrabas con una tía, o cuando se encontraban dos chicas, y que entre dos hombres nos damos un apretón de manos. Lo entendió perfectamente, pidió disculpas.
Fuimos a tomarnos algo y le pregunté qué coño hacían en su país cuando dos personas se encontraban. Me contestó que se dan la mano. Sea chica con chica incluso. Y que a veces ni siquiera eso, que simplemente se encontraban y ya, no se saludaban de ningún modo, pero que esto de los besos ni de blas.
Nuestra conversación iba fluyendo normalmente, hasta que me explicó algo que me dejó alucinado.
Ella es camarera. Me explicó que los bares de Japón funcionan de la siguiente manera: solamente pueden haber chicas camareras. Solamente hay clientes hombres. Así mismo los clientes pueden pagar 60 euros la hora a la camarera para hablar con ella mientras toman algo. Sin sexo, solamente hablando. Lo que aquí sería una chica de alterne o una cabaretera, pues allí todas las camareras de los garitos y bares funcionan así. O sea, no es que lo haga sólo ella o solamente se haga en unos pocos lugares, sino que en el 100% de los locales que puedes encontrar allí existe esa especie de semiprostitución que todo Cristo acepta con total normalidad, y conociendo lo enfermos que son los japoneses me lo creo.
Otra cosa lolesca de la conversación es cuando me cagué en los putos chinos de mierda, ya que sabía que ella como buena japonesa era antichina. Le expliqué lo de las peluquerías chinas de Barcelona, que son una tapadera para que vayas ahí y te la coman por 20 euros, o lo de los talleres de esclavitud de la mafia china. Y ahí entonces puso cara como de miedo, de alucine, gesto de querer ponerse a llorar, cruzando los brazos y mirando triste al suelo con el gesto de una niña pequeña de 4 años que está enrabietada y triste porque no le han comprado un juguete o porque su muñeca preferida se ha roto. Autismo asiático en estado puro. Y le digo "eh, eh, que no pasa nada, que no te pongas así de triste, si no pasa nada. No sé". Y esta paranoia le vino cuando oyó que las peluqueras chinas la comían por un plato de lentejas, pero luego ella más o menos se ganaba la vida calentando pollas de cincuentones con traje y corbata alternando con ellos en una mesa impregnada de sake. Se le pasó rápido y volvió a reaccionar recobrando vida.
En fin...
Sé y sabía que no me la iba a cepillar, porque estas tías son jodidamente raras, y ella me lo dijo desde un principio. Normalmente jamás quedo con una tía que no sea para roce, pero en este caso me interesaba más bien desde un punto de vista antropológico así que hice una excepción. Los japoneses o coreanos me llaman la atención. Gente que parece subnormal pero es muy inteligente, o que es muy inteligente pero parece subnormal, como vosotros queráis.
El primer instante no decepcionó. Habíamos quedado en un lugar, ambos llegamos cinco minutos tarde, justo cuando llegué sonó mi teléfono, y la vi en la cera de enfrente y desde allí le hice la señal. Crucé y fui a hacer el gesto de darle los dos besos cuando de pronto hizo un exagerado gesto tirándose para atrás para evitarlo con cara de "oooh, este señor me quiere violar". Me quedé flipando. Le dije que aquí se hacía eso cuando te encontrabas con una tía, o cuando se encontraban dos chicas, y que entre dos hombres nos damos un apretón de manos. Lo entendió perfectamente, pidió disculpas.
Fuimos a tomarnos algo y le pregunté qué coño hacían en su país cuando dos personas se encontraban. Me contestó que se dan la mano. Sea chica con chica incluso. Y que a veces ni siquiera eso, que simplemente se encontraban y ya, no se saludaban de ningún modo, pero que esto de los besos ni de blas.
Nuestra conversación iba fluyendo normalmente, hasta que me explicó algo que me dejó alucinado.
Ella es camarera. Me explicó que los bares de Japón funcionan de la siguiente manera: solamente pueden haber chicas camareras. Solamente hay clientes hombres. Así mismo los clientes pueden pagar 60 euros la hora a la camarera para hablar con ella mientras toman algo. Sin sexo, solamente hablando. Lo que aquí sería una chica de alterne o una cabaretera, pues allí todas las camareras de los garitos y bares funcionan así. O sea, no es que lo haga sólo ella o solamente se haga en unos pocos lugares, sino que en el 100% de los locales que puedes encontrar allí existe esa especie de semiprostitución que todo Cristo acepta con total normalidad, y conociendo lo enfermos que son los japoneses me lo creo.
Otra cosa lolesca de la conversación es cuando me cagué en los putos chinos de mierda, ya que sabía que ella como buena japonesa era antichina. Le expliqué lo de las peluquerías chinas de Barcelona, que son una tapadera para que vayas ahí y te la coman por 20 euros, o lo de los talleres de esclavitud de la mafia china. Y ahí entonces puso cara como de miedo, de alucine, gesto de querer ponerse a llorar, cruzando los brazos y mirando triste al suelo con el gesto de una niña pequeña de 4 años que está enrabietada y triste porque no le han comprado un juguete o porque su muñeca preferida se ha roto. Autismo asiático en estado puro. Y le digo "eh, eh, que no pasa nada, que no te pongas así de triste, si no pasa nada. No sé". Y esta paranoia le vino cuando oyó que las peluqueras chinas la comían por un plato de lentejas, pero luego ella más o menos se ganaba la vida calentando pollas de cincuentones con traje y corbata alternando con ellos en una mesa impregnada de sake. Se le pasó rápido y volvió a reaccionar recobrando vida.
En fin...