Así empiezan siempre las discusiones con mis padres. Esta vez, mi madre está sentada con los brazos cruzados apoyados sobre la mesa y con una mueca de fragilidad emocional en el rostro. Mi padre, está fumando junto a la ventana, intentando convencerme con su expresión corporal de que está apenado.
Me siento en el sofá, apoyando mi mejilla izquierda sobre el puño. Me aburren; ya es la tercera o cuarta discusión esta semana. Últimamente, discutimos más a menudo. No es que mi situación haya empeorado, es sólo que se han quedado sin trabajo los dos y tienen más tiempo libre para tocarme los huevos. Parece que aún no se han enterado de quién manda en esta casa. Mi padre toma la iniciativa:
Tenemos que hablar, Ignacio. Últimamente pasas mucho tiempo en el ordenador, no ayudas en casa, no nos diriges la palabra… no sé qué te está pasando, pero quiero que lo hablemos.
Seguro que se siente mejor padre diciéndome esto. Casi puedo ver a mi madre, junto a él en la cama, por la noche, y unos minutos después de haber follado (posiblemente, el único momento del día en el que hablan) diciéndole que hay que hablar conmigo porque no me estoy comportando de forma normal. Con esto no pretendo decir que mi padre sea un calzonazos. Para nada, en absoluto. No me está repitiendo palabra por palabra lo que le ha contado mi madre por una cuestión de sumisión, sino porque no tiene ni puta idea. Es lógico que no tenga idea de lo que pasa en casa, por otras parte. Estas discusiones, de hecho, son las únicas veces en las que hablo con mi padre más de cinco minutos seguidos. No nos llevamos mal, es sólo que me he cansado de fingir que me interesa lo que tenga que decirme. Él es más listo: ni siquiera intenta fingirlo al escucharme, simplemente fija la vista en el techo y se pone a pensar en sus cosas mientras le cuento mi vida. Pienso que, a pesar de haberlo dicho bromeando un par de veces, hay gente de este foro que representa figuras paternales más sólidas que la de él.
Mi madre, por otra parte, prefiere callar. Es más lista, más culta, con más rapidez mental y mejor don de palabra que mi padre, pero prefiere callar. Ella sabe que soy más listo, más culto, con más rapidez mental y con mejor don de palabra que ella, y es consciente de que una discusión conmigo siempre acaba en derrota. Mi padre no, es más idiota. De verdad se cree capaz de convencerme de algo con su vocabulario ignorante y el tono de voz autoritario.
La discusión acaba pronto debido a la obvia indiferencia que despiertan en mí. Eso sí, me amenazan por enésima vez con quitarme la conexión a Internet. Es lo único que pueden arrebatarme, y aún así, no lo hacen.
Me la sudan ambos. Mientras me dicen que las relaciones con otras personas por Internet no son sanas, que debería salir a la calle, ver el sol, conocer gente y hacer amigos, me los imagino a ambos con una polla larga, húmeda, caliente y venosa entrando y saliendo rítmicamente de sus bocas. La lefa empieza a escurrirse por la comisura de sus labios y a echar carreras en forma de gotas por dentro de sus ropas.
¿Cómo será follar con una madre? ¿Y con una madre y un padre a la vez? Pienso que no tendría problemas en dejar que ella me la comiera, al fin y al cabo, yo estuve lamiéndole los pezones durante unos cuantos meses cuando era bebé. Estando mi padre involucrado, la cosa sería diferente. No concebiría la idea de compartir una hembra con él, aunque fuésemos los últimos habitantes del planeta y tuviésemos que repoblarlo. Supongo que, llegado ese caso, la cosa se decidiría en un duelo a muerte sin armas. Así de primitivo y brutal, igual que el acto sexual en sí.
Y es por eso que la naturaleza se equivocó al organizar a los seres humanos en familias. La familia es una institución social que amenaza la evolución de la especie humana, e impide la acción de la selección natural mediante sus enlaces sentimentales padre-madre-hijo y otras tonterías. La relación afectuosa entre parientes debe ser sólo una excusa para cubrir necesidades indispensables, como la lactancia, la cría de los cachorros y la protección de la manada. Cualquier otra patraña emocional entorpece el correcto desarrollo del individuo y le impide llegar al máximo de sus posibilidades. Daría todas mis posesiones materiales actuales para regresar en el tiempo y obligar a mis padres a que, con nueve o diez años, me suelten en un descampado para ver si me las arreglo solo durante un par de días. Porque son precisamente esa clase de experiencias las que forman a un hombre.
Con 10 años, mis abuelos nos echaron de su casa. Fueron tres días pasando las noches en la calle, durmiendo entre contenedores de basura, ratas, vagabundos y otra escoria humana. Hace sólo unas horas, me enteré de que mi abuela ha muerto. Al saberlo, me he encogido de hombros, le he dado un pañuelo a mi madre para que se secara las lágrimas y me he vuelto al ordenador para seguir leyendo un tutorial de Photoshop. ¿Entendéis ahora a dónde quiero llegar? Llevo diciéndolo mediante vídeos desde hace mucho, pero nadie ha sido lo suficientemente listo para darse cuenta.
El aislamiento social voluntario supone la verdadera felicidad, ya que considera inadmisible la dependencia hacia otros seres, incluidos los que pertenecen a la familia. Una persona que comprende que la interacción social SIEMPRE responde a fines lógicos, sencillos, usualmente primitivos, y la mayoría de las veces prescindibles, es una persona que está preparada para la existencia.
Hilo dedicado a Mundele y Tankian, padres espirituales foriles.