En monopatín por la Embajada y quejas por falta de higiene
En los cinco años que los guardias de seguridad consultados vigilaron a Julian Assange, observaron en él comportamientos que les resultaban excéntricos. El fundador de Wikileaks hizo de la Embajada su refugio y cuartel general, pero también su casa. Los vigilantes cuentan que Assange da entrevistas a la televisión en calzoncillos, vestido solo de cintura para arriba, la parte que aparece en pantalla. Se descuida y deja sucio el aseo después de usarlo y algunos funcionarios se quejan al embajador de entonces, Juan Falconí. Otros trabajadores toman fotos de los desaguisados. La cocina que usa Assange es pequeña y sin extracción de humos y, aunque recurre mucho al microondas, a veces también a un hornillo eléctrico para guisar. Eso molesta a los empleados de la legación diplomática. En otras épocas, coincidiendo con importantes filtraciones de Wikileaks, se festejan los éxitos a lo grande. Otras veces está más solo y, con su inseparable colaboradora Stella Morris, mata el tiempo jugando con un monopatín por la Embajada o se dedica a dar patadas a un balón por el pasillo.
A veces, también ponía en apuros al equipo de seguridad. En una fiesta de cumpleaños, una drag queen amiga entra en la Embajada. Un vigilante monta en cólera porque teme que bajo su peculiar indumentaria introduzca algún objeto extraño.