ilovegintonic
Muerto por dentro+
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No sé qué decís, la verdad. No tenéis ni puta idea. Ninguno de vosotros (creo) ha estado en un bukkake de Turbo.
Yo sí.
El último día que estuvimos en Villa Cerda @mundele y yo se rodaba uno. Nosotros estábamos reunidos en una sala de paredes acristaladas con Torbe y uno de los que allí parten la pana (Pablo no, Pablo el muy MARICÓN no tuvo cojones a estar presente ni a vernos en persona a mundele y a mí y se fue aduciendo excusas peregrinas, como nos dijeron) y empezaron a llamar al telefonillo. Cada dos minutos el telefonillo sonaba, y les hacían esperar abajo, en la calle. Cuando tras veinte minutos dijeron "Que suban", les abrieron y subieron.
Se abrió la puerta, que estaba justo enfrente de donde nosotros estábamos.
Y empezaron a entrar.
El HORROR, amigos. El HORROR. El desfile de freaks más acojonante que he visto en mi vida. Cada uno era peor que el anterior, cada semoviente que entraba era todavía más infecto que el que ya nos había dejado flipando. La parada de los monstruos. La pandilla basura. La procesión de la muerte. Se apoderó de la sala un intensísimo ambiente de nuncafollismo, putapenismo, acné, calvas, pelánganos aceitosos, ropa del PRYCA, juegos de rol, poca afición por la higiene y masturbación compulsiva que metía miedo. Como colofón, como guinda en este pastel de infraseres, OZITO IN PERSON apareció al final, sonriente, contento y feliz.
Tiraron para donde una ¿chica? estaba, una sala grande, y allí se empezaron a despelotar. Mundele y yo mismo fuimos a ver el freak show, y hasta tomamos alguna foto. Todos en corro alrededor de la ¿chica?, a la que estaban maquillando, todos en pelotas pero con calcetines y zapatillas. Algunos con máscaras, otros con pañuelos cubriéndoles la cara, otros a cara descubierta, todos tocándose la cola. No pudimos aguantar mucho allí, y, presas del pánico, volvimos a la sala de reunión.
Intetamos recobrar la compostura, borrar de nuestras retinas esa dantesca imagen sacada de la peor de las pesadillas de El Bosco, y de repente alguien dijo "¿No tenéis los abrigos ahí?". Mundele y yo nos miramos, viendo el miedo el uno en los ojos del otro, y salimos a hipervelocidad corriendo hacia la sala para recuperar nuestros abrigos, que ya nos los imaginábamos lefados o con el culo desnudo de Ozito o de cualquier otro untermensch de esos sobre ellos. Afortunadamente estaban lejos del campo de tiro, y con la misma velocidad nos escapamos de ahí, no sin antes santiguarnos.
Los veinte euros que se os cobra merecen la pena todos, desde el primero al último. Del primer al último céntimo. Y si fueran cuarenta, también. La contemplación de ese paisanaje no hay dinero que lo pague. Es una experiencia vital demoledora. Yo desde entonces no he vuelto a ser el mismo.
Yo sí.
El último día que estuvimos en Villa Cerda @mundele y yo se rodaba uno. Nosotros estábamos reunidos en una sala de paredes acristaladas con Torbe y uno de los que allí parten la pana (Pablo no, Pablo el muy MARICÓN no tuvo cojones a estar presente ni a vernos en persona a mundele y a mí y se fue aduciendo excusas peregrinas, como nos dijeron) y empezaron a llamar al telefonillo. Cada dos minutos el telefonillo sonaba, y les hacían esperar abajo, en la calle. Cuando tras veinte minutos dijeron "Que suban", les abrieron y subieron.
Se abrió la puerta, que estaba justo enfrente de donde nosotros estábamos.
Y empezaron a entrar.
El HORROR, amigos. El HORROR. El desfile de freaks más acojonante que he visto en mi vida. Cada uno era peor que el anterior, cada semoviente que entraba era todavía más infecto que el que ya nos había dejado flipando. La parada de los monstruos. La pandilla basura. La procesión de la muerte. Se apoderó de la sala un intensísimo ambiente de nuncafollismo, putapenismo, acné, calvas, pelánganos aceitosos, ropa del PRYCA, juegos de rol, poca afición por la higiene y masturbación compulsiva que metía miedo. Como colofón, como guinda en este pastel de infraseres, OZITO IN PERSON apareció al final, sonriente, contento y feliz.
Tiraron para donde una ¿chica? estaba, una sala grande, y allí se empezaron a despelotar. Mundele y yo mismo fuimos a ver el freak show, y hasta tomamos alguna foto. Todos en corro alrededor de la ¿chica?, a la que estaban maquillando, todos en pelotas pero con calcetines y zapatillas. Algunos con máscaras, otros con pañuelos cubriéndoles la cara, otros a cara descubierta, todos tocándose la cola. No pudimos aguantar mucho allí, y, presas del pánico, volvimos a la sala de reunión.
Intetamos recobrar la compostura, borrar de nuestras retinas esa dantesca imagen sacada de la peor de las pesadillas de El Bosco, y de repente alguien dijo "¿No tenéis los abrigos ahí?". Mundele y yo nos miramos, viendo el miedo el uno en los ojos del otro, y salimos a hipervelocidad corriendo hacia la sala para recuperar nuestros abrigos, que ya nos los imaginábamos lefados o con el culo desnudo de Ozito o de cualquier otro untermensch de esos sobre ellos. Afortunadamente estaban lejos del campo de tiro, y con la misma velocidad nos escapamos de ahí, no sin antes santiguarnos.
Los veinte euros que se os cobra merecen la pena todos, desde el primero al último. Del primer al último céntimo. Y si fueran cuarenta, también. La contemplación de ese paisanaje no hay dinero que lo pague. Es una experiencia vital demoledora. Yo desde entonces no he vuelto a ser el mismo.