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El sábado tuve una de esas experiencias con drogas que generan una memoria en tu cerebro inaccesible mediante la sobriedad, un cortocircuito fortuito que propicia una nueva sensación que ya nunca vas a olvidar, una que puedes revivir cuando quieras. A veces es el olor del color azul, otras veces es ver a través de los párpados y el sábado fue algo que genera una risotada, de las de espasmos en el diafragma, espontánea e inevitable. Espero que dure tanto como me dura lo de ver a través de los párpados.
El sábado tuve también una revelación, una de esas que te hacen ver la vida un poco diferente y marcan un punto de inflexión. No sé si fue a causa de esa carcajada que no me canso de repetir, pero se basa en una experiencia que llevaba acumulándose todo el día.
Aquí mi post en el foro viajes sobre mi visita a Toledo:
Viajar es divertido per se, por lo tanto debería ser complicado convertirlo en una experiencia desagradable. Sin embargo, hay gente capaz de esa y peores atrocidades.
¿En qué clase de monstruos nos convertimos para dejar de buscar el juego en cada pelota de papel aluminio de envolver el bocadillo? ¿Es el fornicio el fin último de la existencia? ¿Lo es tanto que aliena a quienes lo tienen a tiro de piedra hasta el punto de convertirles en muñecos con pene?
Capaces de aguantar desplantes, faltas de respeto y tardes de hastío sin fin. Capaces de ver como una salida de la rutina la horrorosa combinación exportable de "comer entre lamentos, paseo insulso con charla de mierda, actividad dirigida, cenar entre lamentos y posibilidad de practicar sexo consentido en la postura del misionero".
Me encantan los posts en los que me siento superior y hago alarde de ello. Son muy gratificantes aunque sólo sean un acto de masturbación del ego. Pero este no es uno de ellos. Este es uno de reflexión. Yo nunca me he sentido parte de esa muchedumbre que paseaba por Toledo con ceños fruncidos y ropajes de camuflaje urbano. Mis viajes en pareja fueron siempre más gratificantes de lo planificado y en la cara de los transeúntes que me miraban vi reflejada una sonrisa, una empatía que me decía que yo proyectaba felicidad. No fui un personaje de atrezzo cuando viajé.
Me aterra la posibilidad de haberlo sido cuando permanecí en mi residencia habitual. Me asusta saber que puedo caer en el error de ser ese muermo. No cuando viajo, porque puse empeño en viajar por verdadero placer. Pero la mayoría pasamos menos tiempo viajando que pisando casa y ahí sí que pueden existir cargos en mi contra. Sí siento cierta culpa cuando pienso que a los ojos de alguien puedo haber tenido esa expresión sin vida.
Este es el hilo con el que me flagelo, con el que dejo una cicatriz que me recuerde dónde no meter la pezuña de nuevo. Esta es la única disculpa que pido, a Dios o a otra divinidad, supongo que si existe sabrá que es objeto de esto. Es, ante todo, el recado que me dejo a mí mismo.
Por cada minuto de aburrimiento, por cada segundo de inacción, pasividad y formar parte de la masa. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Nunca más, nunca, sea cual sea el precio.
El sábado tuve también una revelación, una de esas que te hacen ver la vida un poco diferente y marcan un punto de inflexión. No sé si fue a causa de esa carcajada que no me canso de repetir, pero se basa en una experiencia que llevaba acumulándose todo el día.
Aquí mi post en el foro viajes sobre mi visita a Toledo:
No sabía si ponerlo aquí o en el rapiñas, pero aquí hay menos posibilidades de que venga alguna a quitarme el protagonismo.
Estuve un día, solamente, es poco y no iba muy organizado, así que sabía que no le iba a sacar todo el jugo, pero la idea era ver a un amigo que hacía el viaje en plan parejitas, si nos gustaba ya volveríamos. Yo iba con mi habitual compañero de maldades.
Nuestro amigo iba con su novia y con ellos 2 parejas más a las que yo aún no conocía, todos del mismo pueblo.
Mi plan: deambular por la ciudad, meterme por los callejones según nos soplase el viento. Si quería enterarme de algo sobre la ciudad, algún dato curioso de esos que amenizan tanto las visitas, arrimar oreja a algún grupo de excursionistas y creerme lo que sea que escuche. Nada de mapa. Si sentíamos la necesidad de guía, entrar a bares y buscar una no profesional. Hay viajes que son para estudiarlos al detalle y viajes que son para ver qué pasa.
El plan de las parejitas: ir a una lista de sitios recomendados por una fuente que luego descubrimos como poco fiable. Quejarse en todos los establecimientos, de todo, sin parar, de la servilleta, del vino, de la luz. Pero no al camarero, ni al dueño, ni a la hoja de reclamaciones; quejarse en la mesa, para los del grupo, como con la aparente intención de dar por culo. Por la tarde tenían pensada una ruta de esas con guía para que les contase las leyendas "misteriosas" de Toledo. Al principio habíamos entendido mal y pensamos que era una ruta catando vinos y a eso sí nos íbamos a sumar. A lo otro NO.
¿Os imagináis quién ganó después de la bifurcación de planes?
Lo peor de todo es que el rollo que llevaba este grupo era el más extendido, cuando las parejitas se fueron a su ruta yo aún me estaba terminando el primer gintonic y me apetecía follón, no actividades controladas. Me sorprendió mucho la cantidad de parejas que había paseando con desgana y en mitad de alguna discusión en la que ya se faltaban al respeto. Si bien en Praga ves mucha parejita en el cénit de su relación (paseando con la misma cara de gñé pero al menos llevándose bien y con posibilidad incluso de polvo cerdo en el hotel), en Toledo parece que iban a finiquitarla.
También había bastantes familias de padres que parecían los abuelos de los niños que les acompañaban. Este era un gentío totalmente de relleno y nada compatible con mi objetivo de divertirme, pero era una proporción importante que debe ser mencionada.
Me volví a Madrid en el último tren. Contemplaba seriamente la posibilidad de hacer noche en Toledo si la cosa hubiera sido diferente, bien de fiesta o bien en alguna cama libre, pero a las 9 yo ya sentí haber quemado los últimos cartuchos de ese día en ese lugar.
Con un par de amigos del grupo habitual me habría quedado, llenamos cualquier sitio según entramos, pero siendo dos necesitábamos cierta ayuda del entorno y no la tuvimos. No os puedo recomendar nada salvo que si vais os emborrachéis mucho a ver si así pasa algo interesante. No vi a un solo policía, eso hay que decirlo.
El momento cumbre de la visita fue ver la puesta de Sol fumando un canuto y con las que pueden haber sido las risas más incontrolables de mi vida, lo cual es un récord muy meritorio. Todo esto con viejas paseando. Muchas risas.
Y los defensores de lo indefendible pensaréis que mi plan era una mierda y por eso no me gustó, pero no podíais estar más equivocados. Disfruté mucho, por ejemplo, viendo el entierro del señor de Orgaz y escuchando la explicación inesperada de mi amigo emparejado, que ya se la había aprendido y añadió su toque de humor, por el que varios turistas extremadamente comprometidos con la causa de SER UN PUTO COÑAZO nos chistaron para hacernos callar. Prohibido reír. Finalmente, las féminas de las parejitas se pronunciaron a nuestro favor, en algún momento mi amigo dijo que ellos iban organizados y nosotros no, que teníamos que aprender de ellos, a lo que respondieron enérgicamente que eran ellos los que tenían que aprender de nosotros y nuestro estilo de vida. A partir de ahí hubo varios momentos en los que las parejas se tomaban un pequeño respiro para tener alguna discusión muy desagradable al margen del grupo y en la que puse la oreja como acostumbro a hacer. ¡Fui incluso mencionado en una en la que se pronunció la frase "si te doy un guantazo... gilipollas..."! Se lo dijo ella a él. Muy bien.
Así pues, esta es mi primera expe en Toledo.
Implicación: menos de la que esperaba.
¿Repetirías?: Con otra gente y solamente si alguien me sabe decir dónde se esconden las personas que se lo quieren pasar bien.
¿Recomendable? : si quieres que tu novia te diga que eres un inútil, totalmente.
Viajar es divertido per se, por lo tanto debería ser complicado convertirlo en una experiencia desagradable. Sin embargo, hay gente capaz de esa y peores atrocidades.
¿En qué clase de monstruos nos convertimos para dejar de buscar el juego en cada pelota de papel aluminio de envolver el bocadillo? ¿Es el fornicio el fin último de la existencia? ¿Lo es tanto que aliena a quienes lo tienen a tiro de piedra hasta el punto de convertirles en muñecos con pene?
Capaces de aguantar desplantes, faltas de respeto y tardes de hastío sin fin. Capaces de ver como una salida de la rutina la horrorosa combinación exportable de "comer entre lamentos, paseo insulso con charla de mierda, actividad dirigida, cenar entre lamentos y posibilidad de practicar sexo consentido en la postura del misionero".
Me encantan los posts en los que me siento superior y hago alarde de ello. Son muy gratificantes aunque sólo sean un acto de masturbación del ego. Pero este no es uno de ellos. Este es uno de reflexión. Yo nunca me he sentido parte de esa muchedumbre que paseaba por Toledo con ceños fruncidos y ropajes de camuflaje urbano. Mis viajes en pareja fueron siempre más gratificantes de lo planificado y en la cara de los transeúntes que me miraban vi reflejada una sonrisa, una empatía que me decía que yo proyectaba felicidad. No fui un personaje de atrezzo cuando viajé.
Me aterra la posibilidad de haberlo sido cuando permanecí en mi residencia habitual. Me asusta saber que puedo caer en el error de ser ese muermo. No cuando viajo, porque puse empeño en viajar por verdadero placer. Pero la mayoría pasamos menos tiempo viajando que pisando casa y ahí sí que pueden existir cargos en mi contra. Sí siento cierta culpa cuando pienso que a los ojos de alguien puedo haber tenido esa expresión sin vida.
Este es el hilo con el que me flagelo, con el que dejo una cicatriz que me recuerde dónde no meter la pezuña de nuevo. Esta es la única disculpa que pido, a Dios o a otra divinidad, supongo que si existe sabrá que es objeto de esto. Es, ante todo, el recado que me dejo a mí mismo.
Por cada minuto de aburrimiento, por cada segundo de inacción, pasividad y formar parte de la masa. Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.
Nunca más, nunca, sea cual sea el precio.