Agonía de la España invertebrada

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Dejo este libro electrónico aquí, por si a alguien le interesa, (sólo he leído la introducción, pero tiene buena pinta.) Así luego podremos comentar.



Agonía
de la España
invertebrada
e-libro.net
© Primera edición virtual, e-libro.net, mayo de 2000.
ISBN 99934-64-71-6
Se puede morir sin agonía y se puede vivir,
y muchos años, en ella y de ella.
Unamuno
La historia de toda nación es un vasto sistema
de incorporación...
La de su decadencia es la historia
de una vasta desintegración.
Ortega y Gasset
ÍNDICE
Introducción .................................................................... 7
Primera parte. Ideas y formas de vida en la “aldea
global” .......................................................................... 9
I. Auri sacra fames ...................................................... 10
II. Supuesto determinismo económico ..................... 15
III. ¿Especuladores, rentistas o empresarios? ........ 20
IV. Lucha de clases y conciencia colectiva ............... 23
V. Hijos bastardos del capitalismo ........................... 28
VI. El drama del humanismo ateo ............................ 33
VII. El milagro de las tecnologías intermedias ....... 38
VIII. ¿Norte contra Sur? ............................................ 42
IX. Mercado sin fronteras .......................................... 48
X. El “pan” de todos y para todos .............................. 55
Segunda parte. España y los españoles.................... 58
I. Raíces de lo español ................................................ 59
II. La espada y la cruz ................................................ 66
III. El hidalgo y el burgués ........................................ 69
IV. La tentación materialista .................................... 72
Tercera parte. Transición y agonía de España ........ 79
I. Los fantasmas del franquismo residual ................ 80
II. Aprendices de caudillo en democracia ................ 82
III. El fracasado invento de los “nuevos valores” .... 88
IV. Política, dinero y trabajo ..................................... 96
V. Gigante y anquilosada burocracia ........................ 99
VI. La fuerza de la demagogia ................................... 104
VII. Frente al cáncer de los particularismos ........... 106
VIII. Criminales proxenetas de la libertad .............. 113
IX. Persistente y fecunda agonía .............................. 116
Cuarta parte. Luz más luz ......................................... 120
I. Hombres felices, pueblos felices ............................ 121
II. El dinero como herramienta de progreso ........... 124
III. Entre el ocio y el trabajo ..................................... 126
IV. Necesaria reactivación económica ...................... 129
V. Leyes, salarios y productividad ............................ 133
VI. Revulsiva financiación de la seguridad social ... 137
VII. Proyección universal de bienes y servicios ...... 142
VIII. Hacia un sugestivo proyecto de acción en
común ........................................................................... 146
Conclusión. Agónica, pero viva y muy viva aunque
invertebrada España .................................................. 150
INTRODUCCIÓN
Es difícil sostener que la Razón Vital de los pueblos,
como la Razón Vital de las personas, carece de proyección
histórica, es decir, de lo que se llama sentido trascendente.
Al amparo de la discutida pero no desmentida
Ley de Finalidad, cabe, más bien lo contrario: si las personas,
cada uno de nosotros, es único en relación a todos
los demás que nacemos y vivimos para algo muy concreto
(el realizar una específica potencialidad) la célula social,
de que formamos parte, es una pieza única e irrepetible
en el concierto de pueblos y naciones, a su vez,
complementarias entre sí hasta cubrir un hueco y prestar
un específico colorido al “puzzle” universal. De ahí
nace lo que habrá de ser aceptado como “función histórica”
de todos y cada uno de los pueblos, cuya más noble
acepción es la de prestar la fuerza de la unión a una comunidad
de personas comprometidas en la realización
de un proyecto que de todos depende y a todos afecta.
La sucesión de generaciones y de avatares históricos,
junto con el peculiar aprovechamiento o uso de sus recursos,
condiciona la capacidad de acción de los pueblos,
8
siempre significados por una geografía, una historia y
una cultura, siempre a expensas de la voluntariedad de
las personas vivas y siempre substancialmente responsables
de la sintonía con la realidad del momento y, en
consecuencia, del propio progreso o regresión.
¿España? España, nuestra España, tiene una indiscutible
“personalidad”: un carácter y una complementariedad
específica en el concierto de naciones como lo tiene
Alemania, el Japón o Burundí. También tiene, ocioso
es recordarlo, su propia historia.
La agonía de España, también la de otra nación que
tuviera su historia y posibilidades de proyección universal,
se prolonga sin muerte posible en tanto en cuanto
revive lo mejor de su origen, asimila lo más realista de
la influencia externa y desarrolla dentro de sí misma lo
que encuentra que falta y conviene a otras naciones. Eso
creemos y pretendemos demostrar en los siguientes capítulos.
PRIMERA PARTE
IDEAS Y FORMAS DE VIDA
EN LA “ALDEA GLOBAL”
I. AURI SACRA FAMES
“Al renunciar al Mundo, dice Max Weber, el ascetismo
cristiano, que, al principio, huía del mundo y se
refugiaba en la soledad, había logrado dominar al mundo
desde los claustros; pero quedaba intacto su carácter
naturalmente despreocupado de la vida en el mundo.
Ahora se produce el fenómeno contrario: se lanza al mercado
de la vida, cierra las puertas de los claustros y se
dedica a impregnar con su método esa vida, a la que
transforma en vida racional en el mundo, pero no de este
mundo ni para este mundo”.
De ser ello cierto, el “espíritu del capitalismo” tendría
un origen ascético, como de sed de trascendencia.
Algo así pretendió Calvino con su teoría de la predestinación.
Unos pocos privilegiados (“marcados por el dedo
de Dios”, dirá Bastiat), seducidos por la “fiebre del oro”,
se lanzarán a lo que podríamos llamar “cruzada del acaparamiento”,
una especie de “fundamentalismo materialista”
cuya dialéctica opulencia-miseria “determinaría”
la historia de los últimos siglos hasta dividir a la
11
sociedad en dos grupos condenados a una irremediable
“lucha de clases” (Marx dixit).
Ello no es del todo cierto: entre las mujeres y los hombres
de todos los tiempos hacen historia respetabilísimos
fenómenos como la libertad, la generosidad, el trabajo...
y ya todo el mundo acepta (Marx también en su tiempo)
que el Trabajo es la piedra angular de toda la Economía
¿Qué no hará el Trabajo aliado con la Libertad y la Generosidad?
“El que no trabaje que no coma” dijo Pablo de Tarso
hace ya más de veinte siglos.
Claro que ésa es una muy dinámica consigna para el
buen orden social: el que pueda enseñar, que enseñe, el
que haya de organizar que organice sin sentirse superior
a nadie... trabajos necesarios para esa infraestructura
social en la que todos, a sus respectivos niveles, apliquen
voluntad y energías (cabeza y manos) a la humanización
de la Tierra, lo que es tanto como universalizar bienes y
servicios, de generación en generación.
Esto último logra fácil realidad si el amor al prójimo
(la generosidad) es la principal moneda de cambio entre
los hombres. Sabemos que no es así. Por ello estamos obligados
a reconocer como positiva motivación un afán de
lucro que cuente con suficientes trabas para no erigirse
en factor de incondicionado acaparamiento. Por el deseo
de lograr una paga o contrapartida económica (eso es,
simplemente, el afán de lucro) se trabaja y mueve uno
por las líneas en que discurre el buen orden social. Cuando
no existe contrapartida “tangible” al propio esfuerzo
y uno no es lo que se llama un altruista, la vida social
languidece y resulta de más en más “improductiva”.
Así nos dicen las crónicas que era la vida social en la
Europa feudal de los siglos del V al IX. Pero, entre los
siglos X y XIII, ya el afán de lucro campa por sus respe12
tos. Era aquella una economía fundamentalmente agraria
que se apoyaba en la “necesidad de compensación”
entre lo que falta o sobra a cada familia, clan o grupo social
en un clima de mutuo entendimiento más o menos
forzado por un lado u otro y a merced de los fenómenos
naturales. El sistema de motivaciones para las respectivas
responsabilidades dependía muy substancialmente de
la “jerarquización feudal”. En situaciones como la feudal,
en que las mutuas dependencias están rígidamente
reglamentadas, la libertad de iniciativa no puede discurrir
más que por caminos de magnanimidad, devoción,
paciencia..., virtudes, por desgracia, harto escasas. Decían
bien los maestros que, entonces, condicionaban la
“realización personal” al ejercicio de la responsabilidad
social (“la libertad de un hombre se mide por su grado
de participación en el bien común”, dejó escrito Santo
Tomás de Aquino). Había de ser ésta una responsabilidad
social en todas las direcciones y a partir de la superación
de multitud de egoísmos. Pero, por el contrario,
lo general de la vida social era una presión (que no responsabilidad
social) canalizada por los poderosos de abajo
arriba, con soporte principal en la sumisión. Lógicamente,
ello neutralizaba el potencial personal de sus súbditos
a la par que hacía imposible otra libertad de iniciativa
que no fuese la de los privilegiados por cuestión
de sangre, rapiña o costumbre.
El nunca muerto afán de lucro, que, recordemos, cumple
su función social de dinamizar la estructura productiva
a falta de un generalizado espíritu de solidaridad,
se expresaba en un comercio semiclandestino y ramplón,
de vecino a vecino, sin apreciable proyección exterior y
siempre traumatizado por la inseguridad ambiental. En
tales circunstancias era lógico que las mentes más “despiertas”,
en función de la llamada de las respectivas con13
ciencias, se dedicaran a la doctrina o a la guerra: no había
grandes oportunidades para buscar el realce personal
en el industrioso tratamiento de los problemas de
abundancia y escasez. Para la reactualización del comercio
clásico era preciso, a la par que una mayor liberalización
de actitudes, una real “destraumatización” de la
vida de cada día. A excepción de la Península Ibérica que
vive el drama de la “Reconquista”, en la sociedad feudal
europea fueron posibles ciertos períodos de paz en la segunda
mitad del siglo X. Ya los sarracenos habían sido
empujados hacia más acá del Ebro, los normandos se habían
estabilizado en el noroeste de Francia, los húngaros,
ya medianamente civilizados, habían dejado de hostigar
la frontera oriental del Imperio...: gracias a tales
substanciales cambios, se vivía una especie de tímida
“pax europea” tutelada por los otónidas, en la ocasión
titulares del Imperio.
Ya es posible romper el estricto marco de un feudo y
recorrer considerables distancias sin tropezar con el invasor
de turno o con hordas de criminales.
Es cuando aparece en Europa central un tipo de hombre
que, en principio, despierta la conmiseración pública:
en contraposición a la segura comodidad que ofrece
la rutina diaria, este trotamundos, cargado como una tortuga,
está obligado a circular de un dominio a otro, sorteando
dificultades de entendimiento, sufriendo al raso
las inclemencias del tiempo, los eventuales asaltos en
los caminos, las arbitrariedades de los poderosos... las
ingratitudes de todos. Pero, pronto, ese trotamundos,
que es el primitivo mercader medieval, sabe hacer imprescindibles
sus servicios y, en contra partida, exige
mayor libertad y seguridad en sus desplazamientos, construir
en lugares convenientes a su negocio reductos fortificados
(“burgos”), expeditivos medios legales para resol14
ver los posibles litigios resultantes de sus operaciones,
acceso a la administración pública...
Nace así lo que se ha llamado y llama Burguesía y,
con ella, la institucionalización del afán de lucro, aunque
capaz de abrir raudales de dormidas energías, progresivamente
afanoso por romper convenciones sociales
e, incluso, ataduras morales hasta erigirse en motor exclusivo
de la vida de algunas personas, esas mismas que
sucumben a lo que se llamó “auri sacra fames” (sagrada
hambre de oro).
II. SUPUESTO DETERMINISMO ECONÓMICO
La Realidad ha desprestigiado lo que fue visceral pretensión
de la llamada Economía Clásica: ser aceptada
como ciencia exacta al mismo nivel que la Geometría o
la Astrofísica. Es una pretensión a la que aún siguen apuntados
no pocos modernos teorizantes y cuantos hacen el
juego a los gurús de la Economía Mundial: “todo lo que
se relaciona con Oferta y Demanda, absolutamente todo,
depende de las Leyes del Mercado”, siguen diciendo.
Pero, afortunadamente, no es así: si J.B. Say, uno de
los más citados representantes de la “Economía Clásica”
dogmatizó: “La fisiología social es una ciencia tan positiva
como la propia fisiología del cuerpo humano” vemos
que los comportamientos de las personas, factores básicos
de la Economía, responden a más o menos fuertes
estímulos, a más o menos evidentes corrientes de Libertad
nacidas estrictamente de su particular ego; se resisten,
pues, a las reglas matemáticas.
Incluso marginando el papel determinante de la voluntad
humana y admitiendo la pretendida “inexorabilidad
del Mercado”, a la Teoría Económica le falta pre16
cedente histórico. Recordemos con Morgenstern cómo
“el avance decisivo de la física en el siglo XVII, específicamente,
en el campo de la Mecánica, solo fue posible
por los desarrollos previos en la astronomía. Estaba apoyada
por varios milenios de observación sistemática y
científica. Nada comparable a esto ha ocurrido en la ciencia
económica, en la que, al igual que las teorías de Kepler
o Newton nacieron de los trabajos de un Tycho Brahe,
se necesitan precursores con la adecuada base matemática
(la similar a eso de “dos y dos son cuatro”)”.
Nada exacto espera a mitad ni al final del camino de
los teorizantes de la Economía siempre que, tal como ha
sucedido desde que el hombre es hombre, éste pueda aplicar
su voluntad a modificar el curso de la historia. Ejemplo:
una preocupación o un capricho, un fortuito viaje o
el encuentro con una necesidad, un inesperado invento
o la oportuna aplicación de un fertilizante... le sirven al
hombre para romper en mayor o menor medida las “previsiones
de producción” dictadas por la Estadística.
Las llamadas tendencias del mercado, aun rigurosamente
analizadas, son un supuesto válido como hipótesis
de trabajo, nunca un exacto valor de referencia.
Si que pueden y deben ser objeto de apreciación rigurosa
factores como la disponibilidad de bienes y servicios,
las virtualidades y posibilidades de desarrollo de
la Técnica, la viabilidad comercial de todo el aparato productivo,
las limitaciones de los mecanismos de poder, el
carácter y desarrollo de los factores de estímulo, de compensación
y de control, los niveles de formación, el grado
de consistencia de los compromisos adquiridos... todos
ellos condicionantes de la marcha de la Economía y,
consecuentemente, con positiva o negativa incidencia en
la creación de puestos de trabajo y subsiguiente riqueza
mejor repartida. También todos ellos susceptibles de en17
cauzamiento por parte de la voluntad de los hombres y
mujeres, que los “sienten y padecen”.
Reconocido esto, faltan razones para enclaustrar a la
voluntad de cada hombre y de cada mujer en cualquier
forma de fatalismo histórico: es mentira que se pueda
escribir la historia sin el trabajo consciente y comprometido
de las personas; también lo es que el lucrativo resultado
de una operación especulativa sea muestra de
predestinación divina o de “inteligente” ajuste a lo que
determina una especie de infalible gran Gurú (Digitus
Dei, que diría Bastiat) o lo que hoy se propone como “Cultura
del Pelotazo”.
Y, por supuesto, según el inapelable testimonio de
tan recientes y elocuentes hechos, es radicalmente falsa
esa concepción del mundo y de la historia que con el nombre
de “Materialismo Histórico” (también “Materialismo
Dialéctico”) ha servido de instrumento a una Burocracia
empeñada en masificar conciencias y voluntades.
La Realidad nos muestra implicaciones mutuas entre
condicionamientos objetivos y voluntades: ni la voluntad
de cualquier hombre o mujer resulta tan poderosa
que hayan de estar a su merced las interrelacionadas
oscilaciones del Mercado, ni éstas se encuentran rigurosamente
protegidas por la coraza de un supuesto determinismo.
La pretensión de aplicar a la Economía el carácter
de ciencia exacta nos parece aun más arbitraria cuando
discurrimos sobre la obviedad de que no existe ni una
conciencia ni una voluntad colectiva (esa rusoniana invención
de la “conciencia social superior”): existen millones
de conciencias y de voluntades particulares en más
que probable desacuerdo sobre la percepción y resolución
de los pequeños y grandes problemas que genera
18
cada momento de la historia de los hombres y de las mujeres
que pueblan el ancho mundo.
Esos millones de conciencias y de voluntades son sensibles
a muy precisos estímulos y también al poder de
convicción o de coacción tanto de elocuentes experiencias
como de maestros, líderes y demagogos.
Vistas así las cosas, no caben paliativos a la hora de
someter al filtro de un realista análisis no pocas de las
muy respetadas suposiciones heredadas de los teorizantes
“clásicos”. Por supuesto que las llamadas “leyes económicas”
no siguen el dictado de una fuerza ciega: tendrá
o no valor ocasional en determinada circunstancia
de tiempo y lugar; pero siempre pueden y deben acusar
la impronta de la voluntad de las mujeres y de los hombres
que las “sufren y padecen”.
Por todo ello, estamos obligados a reconocer que la
actual lacra del desempleo (qué dramático despilfarro
de energías), en paralelo con las dramáticas carencias
de tantos y tantos millones de personas prisioneras del
subdesarrollo, no es imputable al fatalismo histórico; es
consecuencia de malas políticas o de lo que, sin evasiva
alguna, hemos de reconocer un grave desprecio a esa elemental
Ley Natural que late en la propia condición humana:
tus personales energías han de estar proyectadas
hacia tu propia PLENA REALIZACIÓN a través de la
cobertura de las necesidades de tu prójimo; para ello cuentas
con la generosa aportación del medio material en que
se desarrolla tu vida, tu pensamiento, tu trabajo y tu
muerte.
Tengas dinero o no, pero sí una elemental disponibilidad
para el disciplinado esfuerzo físico o mental... serás
tú el que, en mayor o menor escala, marque las pautas
a la “Ciencia Económica”. Ejemplos: el primer Henri
Ford con su saber hacer y probada vocación social revo19
lucionó al Mundo del Automóvil; los genios de la Informática
han hecho posible eso que se llama la Tercera Ola
(Alvin Toffler) del desarrollo económico y social y que
rompe fronteras de países y clases en nuestra convulsa
Aldea Global.
Todo ello porque, frente a tanto experimento y teoría
sobre “fuerzas ciegas de la Historia” o “irrefrenables
tendencias del Mercado”, para bien o para mal, se sitúa
el Hombre y su RESPONSABILIDAD PERSONAL. Este
ser de excepción, “capaz de reflexionar sobre su propia
reflexión”, puede muy bien potenciar esa PROVIDENCIAL
INFRAESTRUCTURA en que Naturaleza y Técnica
ofrecen todo lo necesario para allanar dificultades
hacia un Progreso más realista y más universal.
Y, para todo lo bueno que puede hacerse en la Historia,
nada hay más fuerte ni más dependiente de los hombres
mismos que la LIBERTAD RESPONSABILIZANTE.
III. ¿ESPECULADORES, RENTISTAS O EMPRESARIOS?
No es en absoluto vergonzante la PROFESIÓN de
Empresario; tanto si es titular del Capital como si no, el
genuino empresario se siente obligado a trabajar constante
y disciplinadamente, codo con codo, con sus colaboradores,
los otros trabajadores.
La Empresa nace y se desarrolla a partir de un proyecto
de “acción en equipo”: el pionero del proyecto es
un empresario empeñado en hacer realidad tanto una
idea básica que responda a determinada demanda del
Mercado como un compromiso de organización y gestión;
le siguen uno o varios capitalistas (incluido, tal vez, el
propio empresario) dispuestos a cubrir los gastos de preparación,
infraestructura, despegue y mantenimiento;
lo alimentan un conjunto más o menos grande de personas
que habrán de responsabilizarse de la Producción,
Administración, Venta...
Con frecuencia, el capitalista, que no es empresario,
permanece en la sombra sin otra preocupación que la rentabilidad
de “su dinero”; el empresario o capitalista en
funciones de empresario, en muy distinto plano, está obli21
gado a organizar, motivar, controlar... continuamente y
sin desmayo y, por supuesto, con las ideas muy claras
sobre las particularidades, derechos y obligaciones de
cuantos con él colaboran: un empresario, que no se sumerge
en la realidad diaria (económica y, sobre todo, humana)
de su empresa, deja de ser empresario para convertirse
en parásito. Parásitos son muchos dueños de
empresa que, preferentemente, cultivan lo que se llama
darwinismo social, trampean cuanto pueden y ahogan
sus inquietudes, en lujos, güisqui y prostitutas.
Promotores o parásitos de empresa, según y cómo,
son los banqueros, brockers, jugadores de Bolsa y rentistas
(entre los cuales cabe incluir los “accionistas anónimos”).
Si, a nivel personal, son tan egoístas o generosos
como cuantos no son ni banqueros, ni brockers, ni jugadores
de Bolsa, ni rentistas... en corporación, que es como
normalmente actúan, pierden cualquier norte que no sea
un estricto “toma y daca” hasta derivar, irremediablemente
y si las leyes y el Fisco no lo remedian, en la regresiva
“Cultura del Pelotazo”.
El “tener dinero” no es un salvoconducto para el
“círculo de los elegidos”, como pretendieran Calvino,
Smith, Bastiat, etc. etc... para terminar en algunos españoles
con nombre y apellidos, tanto más pobres cuanto
más obsesionados han vivido y viven por amontonar
las casas que no pueden habitar, las queridas en propiedad
colectiva, los yates en que cultivan su aburrimiento,
las corrupciones que les empequeñecen hasta el ridículo...
Hemos visto como la “selectiva” PROMOCIÓN DE
ESPECULADORES y mentores del dinero fácil y socialmente
estéril confluye ostensiblemente hacia cuantos
“ven venir las cosas” puesto que gozan de “información
privilegiada” y están en situación de alterar tal o cual
foco de atracción crematística. Ello cuando, obviamente,
22
los recursos de una Nación deben ser encauzados hacia
la cobertura de las necesidades de cuantos la integran.
Dicho esto y reconocido que, sin libertad, no es posible
una mínima optimización de esos recursos, al Poder
Político, administrador de tales recursos y garante que
debe ser del ejercicio de esas libertades, compete neutralizar
y no promocionar la especulación estéril, el acaparamiento
abusivo y el despilfarro (criminal por que,
normalmente, se alimenta de ahondar las perentorias
necesidades de los más débiles).
IV. LUCHA DE CLASES Y CONCIENCIA COLECTIVA
Fue el “burgués” Guizot el primer teorizante de la
lucha de clases (choque de dos “conciencias colectivas”),
esta vez, entre la Nobleza y la Burguesía “cuya ascensión
ha sido gradual y continua y cuyo poder ha de ser
definitivo puesto que es una clase animada tanto por el
sentido del progreso como por el sentido de la autoridad;
son razones que obligan a centrar en los miembros
de la burguesía el ejercicio de la libertad política y de la
participación en el gobierno” (Guizot). Marx se creerá
en el derecho de anunciar el definitivo capítulo de la historia
de los hombres y su resolución en la utopía materialista
final al presentar la continuación de esa “lucha
de clases”, esta vez entre la “Burguesía” y el “Proletariado”.
Era Guizot jefe de gobierno francés en los últimos
años de la “Monarquía de Julio”, que cayó el 24 de febrero
de 1848, el mismo mes en que se publicó el Manifiesto
Comunista.
El mundo de la burguesía parisina, que inspiró a Guizot,
estaba formado por intermediarios, banqueros y ri24
cos industriales; es un mundo trascrito con fina ironía y
cierto sabor rancio por Balzac o Sthendal. En él pululan
y lo parasitan las emperifolladas, ociosas y frágiles damiselas
o prostitutas de afición que hacen correr a raudales
el dinero de orondos ociosos o fuerzan al suicidio a
estúpidos y aburridos petimetres. Todo ello en un París
bohemio y dulzón, que rompe prejuicios y vive deprisa.
Al lado de ese mundo se mueve el otro París, el París
de “Los Miserables”. Prestan a este París una alucinante
imagen su patología pútrida, sus cárceles por nimiedades
y sin esperanza, sus barrios colmados de suciedad,
promiscuidad y hacinamiento; sus destartaladas
casas, sus chabolas y sus cloacas tomadas como hogar...
en un círculo de inimaginables miserias y terribles sufrimientos,
olímpicamente ignorados por los “de arriba”.
Uno y otro son el París de las revoluciones: no menos
de tres en sesenta años: la de 1789, que acabó (??)
con el llamado “viejo régimen”; la de julio de 1830 que
hizo de los privilegios de la fortuna el primer valor social
(“enrichesez vous”, proclamaba Luis Felipe de Orleáns
o Philippon, el llamado Rey Burgués) y dio el poder
sobre vidas y haciendas a los que “más tenían que perder”
y, por último, la revolución de febrero de 1848, que
se autotitularía popular y resultaría de opereta con el
engendro de un régimen colchón en que fue posible un
nuevo pretendido árbitro de los destinos de Europa, Luis
Napoleón III, sobrino del otro Napoleón que tuvo en jaque
a medio mundo sin otra razón que su criminal orgullo.
En el París de las revoluciones (1789-1848) ya no son
personas, son grupos sociales o “clases” las que conviven
o luchan entre sí. Se han acallado las conciencias personales
e imperan las conciencias colectivas. Es en este
París en dónde, sin salir del racionalismo cartesiano, hombres
como el conde de Saint Simon “se imponen la tarea
25
de dedicar su vida a esclarecer la cuestión de la organización
social”... A este Saint Simon y a su pléyade de
imitadores Marx calificará de “socialistas utópicos”. Con
anterioridad a Saint Simon habían surgido en Francia
figuras como las de Morelly, Mably, Babeuf... que se presentaron
como apóstoles de la igualdad con más entusiasmo
que rigor en los planteamientos y siempre con
total ignorancia de la conciencia personal.
Charles Fourier (1772-1837) es otro de los “socialistas
utópicos” más destacados: pretende resolver todos
los problemas sociales con el poder de la “asociación”,
que habrá de ser metódica y consecuente con los diversos
caracteres que se dan en un grupo social ni mayor ni
menor que el formado por mil seiscientas veinte personas;
es la estadística al dictado de la conciencia colectiva.
Dice Fourier estar convencido de que cualquier actual
forma de estado se disolverá progresivamente en
una sociedad-asociación, en la cual, de la forma más natural
y espontánea, se habrá excluido cualquier especie
de coacción. A renglón seguido, se prodigarán los “falansterios”
o “palacios sociales”, en que, en plena armonía,
desarrollarán su ciclo vital las “células-base” hasta, en
un día no muy lejano, constituir un “único imperio unitario
extendido por toda la Tierra”.
Esa es la doctrina del “falansterismo” que como tal
es conocido el “socialismo utópico” de Fourier, algo que,
por extraño que parezca, aun conserva el favor de ciertos
sectores del llamado progresismo racionalista hasta
el punto de que, cada cierto tiempo, y con derroche de
dinero y energías, se llega a intentar la edificación de tal
o cual “falansterio”. Efímeros empeños cultivados por no
se sabe qué oculto interés proselitista.
No menos distantes de un elemental realismo, surgen
en Francia variadas formas de colectivismo, cuyos
26
profetas olvidan las predicadas intenciones si, por ventura,
alcanzan una u otra forma de poder. Tal es el caso
de Luis Blanc, que llegó a ser miembro provisional que
se constituyó a la caída de Luis Felipe o Philippon; “Queremos,
había dicho, que el trabajo esté organizado de tal
manera que el alma del pueblo, su alma ¿entendéis bien?
no esté comprimida por la tiranía de las cosas”. La desfachatez
de este encendido predicador pronto se puso
de manifiesto cuando algunos de sus bienintencionados
discípulos crearon los llamados “talleres nacionales”: resultó
que encontraron el principal enemigo en el propio
gobierno al que ahora servía Blanc y que, otrora, cuando
lo veía lejos, este mismo Blanc deseaba convertir en “regulador
supremo de la producción y banquero de los pobres”.
Otros reniegan de la Realidad y destinan sus propuestas
a sociedades en que no existe posibilidad de ambición:
tal es el caso de Cabet que presenta su Icaria como
mundo en que la libertad ha dejado paso a una igualdad
que convierte a los hombres en disciplinado rebaño con
todas las necesidades animales cubiertas plenamente.
Allí toda crítica o creencia particular será considerada
delito: huelgan reglas morales o religión alguna en cuanto
un providencial estado velará por que a nadie le falte
nada: concentrará, dirigirá y dispondrá de todo; encauzará
todas las voluntades y todas las acciones a su regla,
orden y disciplina. Así quedará garantizada la felicidad
de todos.
Existió otro socialismo francés cuyo impacto aun perdura:
se trata del socialismo autogestionario promovido
por Pedro José Proudhon.
Era su divisa de combate “justicia y libertad” y el centro
de sus ataques la “trinidad fatal”: Religión, Capital y
Poder Político a los que opone Revolución, Autogestión
27
y Anarquía. Revolución, porque “las revoluciones son sucesivas
manifestaciones de justicia en la humanidad”,
autogestión, “porque la historia de los hombres ha de ser
obra de los hombres mismos” y lo último, “porque el ideal
humano se expresa en la anarquía”. Más que pasión por
la anarquía es odio a todo lo que significa una forma de
autoridad que no sea la que nace de su propia idea porque,
tal como no podía ser menos, Proudhon hace suyo
el subjetivismo idealista de los herederos de Hegel.
Proudhonianos, saintsimonianos, marxistas más o
menos fervorosos... no en menor medida que los doctrinarios
que hacían recaer la responsabilidad del acaparamiento
en la totalidad de los miembros de su clase
o sociedad, se preocuparon apasionadamente por centrar
en la “conciencia colectiva” la responsabilidad de
todo lo bueno y de todo lo malo que pudiera ocurrir a los
hombres y mujeres del presente y del futuro.
Logra adeptos ese acoso a la sagrada libertad
personal porque el animal, que todos llevamos dentro,
reniega de su responsabilidad en cuanto se deja
conquistar por los “instintos de especie” en que se
basa el gregarismo y que, tan arteramente y desde
cualquier ángulo, han manejado los “profesionales
de la lucha de clases”: Es cuando, por muy triste y
regresivo que sea, los hombres y mujeres de cualquier
época sucumben a la oferta de sumergir su
voluntad en el totum revolutum de la conciencia colectiva,
algo así como acogerse a los embrutecedores
efectos de una dormidera: Conciencia colectiva,
opio del pueblo, frente a Libertad Responsabilizante,
de que se alimentan o pueden alimentar los hombres
y mujeres que pretender elaborar su propia
historia de forma personal y a base de Trabajo y
Generosidad.
V. HIJOS BASTARDOS DEL CAPITALISMO
Incluso con mucha más fuerza que aquella otra Revolución
(la francesa de 1789) que dio paso a Napoleón,
la Revolución Industrial traumatizó la vida social de toda
Europa.
Aquella había entronizado a la “diosa” Razón; ésta
impuso la sugestión y el poder de las nuevas máquinas
capaces de crear nuevos bienes, de dividir entre diez,
cien o mil los tiempos de producción y, por lo mismo, de
masificar el mundo del trabajo: la pericia artesanal perdió
una buena parte de su valor hasta el punto de que,
en múltiples ocasiones, producían a la par un niño y un
veterano trabajador.
Todo ello, claro está, proporcionó rápidos y elevados
beneficios para unos pocos y miseria sin paliativos para
muchas familias. Al empresario emprendedor sucedió
el propietario que se regodea no en lo que proyecta o hace
sino en lo que “tiene y puede tener”. En su conciencia
queda poco espacio para la preocupación de cuantos alimentan
su fortuna.
29
Teorizantes no faltan que le convencen de que su privilegiada
situación es un don de Dios, quien, por lo mismo,
condena a los otros a la simple supervivencia.
Frente a los abusos del acaparamiento sin medida y
del beneficio a cortísimo plazo y sin contrapartida “social”,
surgieron fabricantes de sueños que presentaban
remedios aun peores que la enfermedad: “que los opresores
se conviertan en oprimidos”.
Aquello era cosa de leyes y modos de Gobierno que,
en el marco del respeto a la LIBERTAD RESPONSABILIZANTE
neutralizaran los abusos de los desaprensivos.
No era cosa de revolución ciega que, dada la vuelta a la
“tortilla de los privilegios”, esclavizaría o tornaría estéril
a la propia Libertad a la par que destruía imprescindibles
modos y medios de producción.
Contra un elemental dictado de la Realidad, bajo la
hégira e interesados fabricantes de sueños, surgieron
revoluciones cuyo resultado inmediato fue el estrangulamiento
de la sagrada Libertad. A renglón seguido, se
propagaba una progresiva atonía social y una general
miseria al servicio de la burocracia gobernante.
El pistoletazo de la marcha hacia la nueva situación,
fraguada en febrero de 1848 (“un fantasma amenaza a Europa”),
dejó oír su contagioso estruendo en octubre de
1917.
La toma del “Palacio de Invierno” despertó FIEBRE
DE HOMOLOGACIÓN en los “movimientos proletarios”
de todo el Mundo: una buena parte de los núcleos revolucionarios
vieron un ejemplo a seguir en la trayectoria
bolchevique.
En buen estratega y con poderosos medios a su alcance,
Lenin vio enseguida la ocasión de capitalizar esa
fiebre de homologación sobre la base de una infraestructura
burocrática y doctrinal promovida y desarrollada
30
desde el Kremlin. Ello implicó una jerarquía de funciones
y una ortodoxia que pronto fue aceptada como “marxista-
leninista”: inamovible rigidez de los principios del
“Materialismo Dialéctico”, del carácter “positivo” de la
“lucha de clases”, de la JUSTICIA INMANENTE a la “Dictadura
del Proletariado”, de la inmediata y feliz resolución
de la Historia en fidelísimo eco de las consignas soviéticas.
El “marxismo-leninismo” sirvió de base espiritual a
una nueva especie de imperialismo materialista (Capitalismo
de Estado fue llamado), que Lenin y su en torno
se propusieron impartir: consolidado el poder bolchevique
en el antiguo imperio zarista, urgía establecer la
“Unión Mundial de Repúblicas Soviéticas”: la fuerza de
cohesión estaría representada por la fe universal en la
autosuficiencia de la materia: una VERDAD ABSOLUTA
a cuya enseñanza y desarrollo habrían de aplicarse cuantos
recursos fueran necesarios.
Esa “verdad absoluta” era doctrina y era estrategia
de lucha: como doctrina requería un ejército de exégetas
(“obreros del pensamiento”) que, siguiendo la batuta
de los oráculos oficiales, interpretara todas las conclusiones
de la moderna Ciencia a la luz de las mil veces proclamada
autosuficiencia de la Materia y de su incidencia
sobre la imparable colectivización del género humano,
movido esta vez por el exclusivo afán de romper con
cualquier especie de responsabilidad personal desde su
pertenencia a una masa con voluntad única.
Como estrategia de lucha, el “marxismo-leninismo”
planteó unos objetivos, unos medios y una organización:
objetivo principal, universalizar el triunfo de la facción
bolchevique; medios operativos, cuantos pudieran derivarse
del monopolio de los recursos materiales y humanos
de la Unión Soviética; soporte de la organización,
31
una monolítica burocracia que canalizara ciegas obediencias,
una vez reducidos al mínimo todos los posibles
desviacionismos o críticas a las directrices de la “Vanguardia
del Proletariado”, “Soviet Supremo” o voluntad
del autócrata de turno...
Aunque todo eso pertenece ya al pasado, del foco de
atropellos y de sueños, que fue la Unión Soviética, quedan
no pocos reflejos que llegan incluso hasta los países
de la “órbita democrática”: cualquier ideología, que basa
su fuerza en la neutralización de la conciencia personal,
reniega, a duras penas, del “Capitalismo de Estado”, de
la “burocracia del pesebre” o de la inhibición por los problemas
del Otro: cada ciudadano es invitado a dejarse
adsorber por el TOTUM REVOLUTUM de la conciencia
colectiva.
Ya tenemos ocasión de reflexionar serenamente sobre
el alcance de aquel “Capitalismo de Estado” que entronizara
Lenin y que ha recibido su “acta de defunción”
con la caída del Muro de Berlín y, también, sobre hechos
históricos como la Oligarquía Fascista (enrevesada forma
de “socialismo vertical”), en la que tipos como Mussolini
cifraron todas sus esperanzas para convertirse en
ombligo del mundo y sobre las atrocidades de la experiencia
hitleriana, que se llamó Nacional Socialismo...,
Son fenómenos históricos en los que privó una economía
dirigida desde arriba con el objetivo de reforzar
una implacable dictadura, pero mantenida y desarrollada
por las complicidades y corrupciones de no pocos partidarios
del “beneficio a cualquier precio”: ya los vemos
como evidentes engendros o hijos bastardos de un CAPITALISMO
SIN LIBERTAD.
Dicho esto, desde la óptica de un Realismo comprometido
con el Bien Común podemos y debemos negar legitimidad
natural a los excesos en que incurren los manio32
breros de las súper-entidades financieras de la actualidad:
no ayuda al progreso continuado, ni siquiera de los
países más ricos e industrializados, una política de créditos
más centrada en un monetarista y especulativo “toma
y daca” inmediato que en inversiones bien hilvanadas hacia
la promoción de iniciativas personales, la compensación
al Trabajo y el aprovechamiento de los recursos de
la Naturaleza y de la Técnica: sería ésa la más segura y
expeditiva forma para cubrir las exigencias de acuciantes
demandas y cosechar a medio y largo plazo los beneficios
(materiales, queremos decir) de la Reciprocidad. En
consecuencia, resultan pésimos administradores de los
recursos que rentistas y gobiernos han puesto en sus manos.
Por lo romo y particularista tampoco el suyo es un
Capitalismo que se mueva en genuina Libertad (la miseria
que permite o, incluso, alimenta, es la más degradante
muestra de una Esclavitud con ramificaciones hacia
los más opulentos y sus satélites). Por supuesto que, vistas
así las cosas, unos y otros contribuyen a minimizar la
función progresista de esa fuente de motivaciones subsiguiente
a la “Fiebre Capitalista”: la MULTIPLICACIÓN
y LIBRE CIRCULACIÓN DE OPORTUNIDADES para
el desarrollo de las respectivas capacidades.
VI. EL DRAMA DEL HUMANISMO ATEO
Feuerbach (calificado por Marx como “purgatorio de
nuestro tiempo”) decía haber encontrado el “secreto de
la Teología en la ciencia del Hombre”, tomado éste no
como persona con específica responsabilidad sino como
elemento masa de una de las familias del mundo animal
(“der Mensch ist was er isst”, decía, al parecer, divertido
por lo que en alemán es un juego de palabras —el hombre
es lo que come—). El especial metabolismo del hombre,
por vía de la estricta biología, habría desarrollado
en él un superior grado de sensibilidad animal la cual,
entre otras particularidades no compartidas con otras
especies animales, le lleva a buscar en el cielo un afán
de trascendencia que identifica con un ser extraño a la
propia especie y lo reviste de las cualidades que puede
encontrar y desarrollar entre sus semejantes. Es, para
Feuerbach la explicación del fenómeno religioso, que se
inventa un dios extraño a la propia Humanidad cuando
debiera ser ésta el directo objeto de culto: “Homo homini
deus”, es el postulado que encierra toda la teología de
Feuerbach.
34
A diferencia de Nietzsche para quien el superhombre
es un ser en los antípodas de lo vulgar, para Feuerbach
el hombre-dios es una abstracción o síntesis de la
especie: un símbolo de lo que ha dejado de ser estrictamente
animal en cuanto que parte de lo que ha comido
a lo largo de los siglos se ha convertido en producto de
conciencia traducido en fuerza motriz de la historia.
Este dios de carne y fantasía se hace fuerte en el gregarismo.
Nada vale el hombre que, aislado de la especie,
persigue una específica realización personal: su destino
está inexorablemente ligado al del rebaño.
Los apuntes de Feuerbach calaron profundamente
en el “Club de los Doctores”, mundillo que, en torno al
1840, agrupaba a los llamados “jóvenes hegelianos”, Carlos
Marx incluido. Tanto que este reconocido padre de
los más influyentes colectivismos de nuestra reciente
historia, llegó a escribir: “la fisiología comparada me infunde
profundo desprecio hacia todo el que encuentra una
diferencia substancial entre el hombre y el cordero”.
Pero, tras este ilustre discípulo de Feuerbach, vendrán
ciento cincuenta años de falsas esperanzas y aún
más fallidas realizaciones.
En aquel mismo círculo de los “jóvenes hegelianos”
se movía un tal Max Stirner: Para éste, “Feuerbach,
con la energía de la desesperanza, desmenuza
todo el contenido del Cristianismo y no precisamente
para desecharlo sino para entrar en él,
arrancarle su divino contenido y encarnarlo en la
especie”. “Yo no soy hombre especie, dirá Stirner:
soy simplemente yo; nada, pues, de homo homini
deus; para el materialista sincero se impone un crudo
y sincero “ego mihi deus”... porque “¿cómo podéis
ser libres, verdaderamente únicos, si alimentáis la
continua conexión entre vosotros y los otros hom35
bres?”. “Mi interés, dogmatiza Stirner, no radica en
lo divino ni en lo humano, ni tampoco en lo bueno,
verdadero, justo, libre, etc... radica en lo que es mío;
no es un interés general: es un interés único como
único soy yo”: Las mil caras del Particularismo tienen
un buen exegeta en este tal Stirner.
Frente al colectivismo materialista del hombre-especie
que, siguiendo a Feuerbach, propugnara Carlos
Marx, quiere alzarse otra forma de colectivismo materialista:
el del individualismo insolidario que, al hilo de
lo que propugna Max Stirner, se incorpora a una manada
de poderosas fieras sin otro propósito que el de disputarse
con ellas los despojos del débil.
Nietzsche tiene el descaro de prestar a esa obsesión
el carácter de doctrina situada “más allá del bien y del
mal”, en un mundo que él quiere elemental: de materia
y de voluntad, de carne y de sangre, mundo en el que impone
su razón el que está en situación de atropellar y de
despreciar a cuantos aceptan la moral de la solidaridad
o “moral de esclavos”.
En la voluntad de dominio encuentran los fieles de
Nietzsche la razón primordial para renegar de los viejos
valores, para situar el ansia u obsesión desesperada de
poder por encima de la resignación, preferir la guerra a
la paz, la astucia a la prudencia... hasta que “perezcan
los débiles y los fracasados ante la voluntad de dominio
de los fuertes” (Anticristo).
No importa que todo ello se debata en el campo de lo
irracional, que la voluntad de dominio destruya las raíces
anteriores y superiores a uno mismo, enfrentado a la
fatalidad o condenado a flotar sobre el vacío de una autosuficiencia
simplemente imaginada: a Nietzsche no le
importa que su inventado superhombre viva y muera
como el títere de una absurda tragedia: “solitario, sigues
36
el camino del Creador, quieres hacer un dios de tus siete
demonios...” “Yo amo a todo aquel que se propone crear
algo superior al hombre y sucumbe en el empeño” (Así
hablaba Zaratustra).
Todo ello no es ateismo: es deliberada preocupación
por introducir en el pensamiento de los hombres la presencia
de un ídolo alimentado por las más obscuras corrientes
de la historia: la idea de un hombre sin la traba
moral de su propia conciencia, que proyecta hacia los
otros la responsabilidad de sus más graves tropiezos y,
por lo mismo, se muestra capaz de alargar hasta el infinito
los horizontes de una vida torpe y radicalmente desligada
de la suerte de todos sus congéneres. ¡Pobre superhombre,
diosecillo con pies de barro! Pobre y artificial
grupo que se cree con derecho a todos los posibles privilegios
sociales por que ha traducido en conciencia colectiva
un rosario de prejuicios y obsesiones.
Con lo dicho hemos querido dar un incisivo repaso a
los dos principales aspectos de un sueño abocado al fracaso:
la Utopía Materialista que se alimenta de una inventada
“conciencia colectiva”, sea para masificarse o
para, simplemente, levantar la cabeza por encima de sus
congéneres.
Tanto desde la manada del privilegio como desde el
pretendido rebaño de “los que no tienen que perder otra
cosa que sus cadenas” surgen desaforados gritos clamando
por “socializar responsabilidades”.
Amigo, no caigas en la trampa de la utopía materialista,
calificada por muchos de humanismo, sea ella soñada
consecuencia del acaparamiento y al uso de unos
pocos o falaz engatusamiento para tantos millones que
renuncian a ser responsables de su propio destino y de
la posible felicidad de las personas que aman. Si quieres
lograr el pleno desarrollo de tu propio ser, TRABAJA Y
37
AMA EN LIBERTAD. Ello es el marco de vida que corresponde
al principal protagonista de una historia progresista,
al meollo de un Humanismo con profundas raíces
en la Realidad porque se alimenta de cordial y voluntaria
solidaridad para, sin desfallecer, trabajar y amar
en libertad.
VII. EL MILAGRO DE LAS TECNOLOGÍAS INTERMEDIAS
La Tecnología Moderna ha desbordado las más optimistas
previsiones de los científicos. Hace no más de
veinte años, eran muy pocos los que habían captado las
proyecciones prácticas de los semiconductores, cuyo material
de base, el Silicio, es uno de los elementos más
abundantes en nuestro Mundo y, hoy por hoy, el alma
mater de la Informática, punto de lanza de la más progresiva
Técnica y en donde, probablemente, se aprecia
con más contundencia el gigantesco paso que, en muy pocos
años, ha dado la ciencia aplicada.
Aunque recién llegado, el Ordenador o Computadora
es ya insustituible SOPORTE FÍSICO de la viabilidad
de un sinnúmero de actividades humanas. Es la más
sofisticada, la más poderosa, la más limpia y la más barata
de las herramientas que ha inventado el Hombre:
apoyado en las sorprendentes propiedades de los semiconductores,
eso que se llama el “hardware” (lo físico,
eléctrico, electrónico y mecánico) es una muestra de la
rápida evolución de la tecnología que, de forma vertiginosa,
ha abaratado costos e incrementado prestaciones
39
hasta lo indecible. Paralelo ha sido el progreso en lo que
se llama “software”, o conjunto de órdenes y códigos (programas)
que empujan, canalizan, depuran y optimizan la
información a la medida de nuestras necesidades.
La Computadora no es inteligente (soberbia tontería
eso de la inteligencia artificial); pero en sus microscópicos
recovecos pueden encontrarse y de hecho se encuentran
infinitas pruebas de la inteligencia del hombre quien,
en definitiva, puede y debe apoyarse en el artilugio con
lo voluntad de tenerle siempre en su “terreno” y a su servicio.
Ha sido tan rápida la evolución (galopante revolución,
podría ser considerada) que, diríase, a todos nos ha cogido
desprevenidos. En rápida sucesión de aplicaciones,
la tecnología del “chip” ha desarrollado máquinas, “brazos
mecánicos” y “sensores” capaces de sustituir a los
sentidos y desarrollar más rápida y eficazmente una amplia
serie de duros trabajos desde mover montañas hasta
dirigir un pequeño artilugio espacial hasta millones
de kilómetros: gracias al conjunto de fuerza y precisión,
en armonía con los adecuados sensores o “sentidos artificiales”,
se pueden desalinizar las aguas del mar, administrar
las lluvias, robar energía eléctrica al aire, regular
calor y humedad en los invernaderos, incrementar a
voluntad la producción de carne o pescado... Son posibles
realidades al servicio de la iniciativa de los más emprendedores
y generosos.
En este punto es de justicia recordar a Aristóteles
para quien “el trabajo servil seguirá existiendo hasta que
las lanzaderas y los plectros se muevan por sí solos”.
Ha llegado esa ocasión: son inimaginadas cotas de libertad
en el desarrollo del trabajo diario; son nuevas posibilidades
de acortar distancias entre las distintas formas
de trabajo, entre las diversas situaciones de los hom40
bres y también entre los mundos. Exageró el indocumentado,
pobre y, posiblemente, mal intencionado Malthus
con sus previsiones catastróficas. Cierto que el paso del
hombre por la Tierra, en múltiples ocasiones, ha dañado
la capacidad previsora de la Naturaleza. Pero también
es cierto que al alcance del hombre emprendedor ya está
la solución a cualquier carencia. Es cuestión de certera
sintonía entre la responsabilización de los administradores,
las potenciales vocaciones de los hombres y mujeres
en edad de trabajar, la amplitud y carácter de los recursos
materiales y las necesidades del Mercado. Como
acuciante desafío hay tenemos un cúmulo de poderosos
medios de acción que esperan ser hilvanados en “lógicos
mecanismos” adaptables a las más variadas tareas: el justo
tratamiento de todas sus posibilidades será la base
de esa Tecnología Intermedia al alcance de una economía
como la española la cual, con sentido de la oportunidad
y valiente decisión, podrá “reconvertir” su capacidad
productiva a un costo infinitamente menor que el
requerido por otras ramas de la producción: la Gran Industria,
que requiere largo tiempo para ser puesta en
marcha, fabulosas cantidades de dinero con un elevado
ratio inversión/puesto de trabajo, sufre el implacable acoso
de otras economías más fuertes y, en consecuencia, se
presenta con muy problemática viabilidad.
No sucede lo mismo con la Pequeña y Mediana Industria,
ni con los módulos de producción agropecuaria,
pesquera o de piscifactorías, cuyo desarrollo no requiere
más que precisas aplicaciones de la Tecnología Intermedia
que ofrece amplio campo a la responsable iniciativa
del Poder Político.
En paralelo, los jóvenes cerebros habrán de ser empujados
a las aplicaciones prácticas y urgentes sobre una
amplia gama de necesidades sociales desde la tecnolo41
gía conquistada por la Ciencia Universal. La formación
profesional estará animada por el efectivo conocimiento
de las nuevas herramientas con abundantes clases prácticas
en detrimento de la teoría especulativa. Los créditos
primados habrán de ir en directa consonancia con la
cantidad de puestos de trabajo a crear y la viabilidad de
los objetivos de producción sin aventuras en un campo
ya copado por otros y de escasa incidencia en la necesaria
multiplicación de los puestos de trabajo.
También en sintonía con las virtualidades de la versátil
y muy asequible Tecnología Intermedia, los gobernantes
deberán preocuparse de proyectar nuestros recursos
y saber hacer hacia donde puedan ser más valorados,
lo que implica abrir nuevos mercados y roturar
nuevas vías de distribución de forma que la producción
pueda ser animada por una progresiva demanda exterior,
venga ésta de otras esferas que el recurrente pero
limitado Mercado Europeo.
VIII. ¿NORTE CONTRA SUR?
Es la propia Ley Natural la que dice que el hombre
no puede considerarse como tal si no es libre. Es en uso
de esa libertad cómo algunos (de cualquier escala social)
optan por acaparar y otros (también de cualquier escala
social) por compartir.
En las sociedades colectivistas o estatificadas (en donde
se ha castrado la voluntad de iniciativa de los más generosos),
además del afán de acaparamiento promovido
por “cúpulas, burócratas y mamandurrieros” es trágica
fuente de pobreza el “pasotismo institucional”: los flujos
y reflujos de bienes naturales tropiezan con descaradas
ambiciones alimentadas por la ociosidad, mil tópicos al
uso y una tediosa, fría y agobiante burocracia, nacida de
una previa, envidiosa y violenta usurpación de derechos.
Por contra, en otro tipo de regímenes el afán de
acaparamiento, latente en una buena parte de los
hombres, tropieza con el freno de la libertad de los
otros; por no hablar de las leyes penales y fiscales
que son tanto más positivas cuanto más ayudan a
43
la ORIENTACIÓN CONSTRUCTIVA de la libre iniciativa
de las personas, cada una con su particular
resorte o centro de motivación. Aquí las dificultades
para la funcional responsabilización y subsiguiente
multiplicación de bienes y servicios, al amparo
de lo que se llaman “las pautas de una economía de
libre mercado”, nacen tanto de las obsesiones o caprichos
de los públicos o privados servidores de las
“grandes cifras” (políticos sin vocación, “brokers”,
rentistas y economistas de salón) como de la, llamémosla,
COYUNTURA: se habla y se habla de “Economía
de Libre Mercado”; pero, desde los poderes
fácticos de los países o Unión de países con mayor
capacidad productiva y, por ende, con mayores posibilidades
de responder a la DEMANDA MUNDIAL,
se discute continuamente sobre la “conveniencia
de ponerle puertas al Campo”: ¿Quién ha
demostrado que talar árboles, destruir cosechas o
bienes industriales, sacrificar reses... resulte más
rentable que abrirle más y más caminos al desarrollo
de la libre iniciativa de estudiosos, emprendedores,
almas generosas o simples y responsables
ciudadanos?
Es así como la “Ciudad alegre y confiada” labra su propia
miseria, cómo se mantienen forzadas fronteras y una
mal disimulada controversia entre países ricos y países
pobres; cómo, continuamente, los países ricos distraen
sus acuciantes obligaciones con andanadas dialécticas
hacia los países a los que han esquilmado siempre que
han podido.
En la ONU, el Banco Mundial, los G7, la misma Unión
Europea a la que pertenecemos los españoles... la política
de precios es la madre de todas las reflexiones ¿no
resultaría más simple y más positivo discurrir sobre las
44
mil y una formas de satisfacer una ACUCIANTE DEMANDA
de bienes de primera necesidad? ¿Que habría de ser
prácticamente “gratuita” la distribución? No necesariamente:
así lo pareció el Plan Marshall y se tradujo en la
más rentable operación comercial para su promotor, los
Estados Unidos de América.
La trayectoria histórica de cualquier nación, región,
pueblo o tribu, obvio es reconocerlo, está entroncada en
la historia de la Humanidad; hoy más que en tiempos pasados,
la opulencia o miseria de éste o de aquel pueblo
adquiere resonancia mundial; “a caballo de las ondas”,
la noticia tanto de un memorable evento como de una
agobiante calamidad, ocurridos en el más re moto rincón
del Globo, incide en conciencias y formas de sentir o soslayar...:
llegados a lo de la “Aldea Global”, es de rigor re
conocer que todos y cada uno de nosotros, por acción u
omisión, tiene su parte de RESPONSABILIDAD en el
desarrollo de lo bueno y también en la persistencia de
lo malo que ocurre a otras personas y pueblos. A todos y
a cada uno de los españoles afecta, pues, lo que España
hace y deshace en el concierto de naciones.
Ahí cabe el recordatorio de lo que un ilustre economista
francés, François Perroux, ha dicho de los españoles:
“Puesto que pertenecen a la raza de los ambiciosos,
sus amigos piensan que, logradas razonables cotas de
prosperidad, los españoles se sentirán ni pobres ni ricos
y sí liberados”. Literatura aparte, ¿son tales bendiciones
rasgos de nuestra personalidad comunitaria? ¿Significará
esa libertad DISPONIBILIDAD DE VOLUNTAD Y
DE ENERGÍAS? ¿Tal vez el COMPROMISO de poner en
juego ALGO MAS que lo practicado y obtenido por otros
países situados en el privilegio y BASTANTE MAS que
la teoría y la praxis de aquellos otros países a los que su
circunstancia impide superar una ancestral miseria o
45
una persistente ofuscación sobre el desarrollo de sus posibilidades?
Ese ALGO MÁS, que, desde las carencias de los países
pobres, DESAFÍA A LOS ESPAÑOLES, habría de
expresarse en una amalgama de generosidad, inventiva
y realismo. Tal vez ocurre así y el problema se reduce a
que el “señor de turno” (“¡Qué buen vasallo si hobiese
buen señor!”, se lee en Mío Cid) está maniatado (se ha
dejado maniatar) por “otros compromisos” o pasa el tiempo
que debe a sus gobernados en la deleitosa contemplación
de su ombligo.
En cualquiera de los casos, falta a los españoles un
norte para el ejercicio de un ELEMENTAL COMPROMISO
DE CONTINUA SOLIDARIDAD. Se hace poco,
prácticamente nada, por hacer llegar lo que nos sobra
(“el PAN que no comemos”, diría San Ambrosio) al que
más lo necesita y que, probablemente, (sobre todo, si “con
el pez le ayudamos y enseñamos a pescar”) resulte mejor
pagador que nuestros más opulentos clientes.
He ahí un campo en el que cultivar millones de oportunidades
de trabajo para tantos españoles y tantos hermanos
de América, Asia y África que acuciantemente lo
necesitan.
“Trabajo para nosotros contra el hambre de millones
de posibles buenos clientes”, puede ser el revulsivo de
nuestra persistente AGONÍA.
Sin duda que, salvado (o, al menos, notablemente mitigado)
el parasitario anquilosamiento de su Administración,
con todo su bagaje histórico de pensamiento
y cultura, con la herramienta de su capacidad humana,
material y técnica... tiene ahora España un papel importante
que jugar en el Mundo. Para ello no es necesario
“plantarle cara” a la Unión Europea pero sí “humanizar”
una buena parte de sus “burocráticos caprichos” o dis46
posiciones que marginan la elemental solidaridad entre
los pueblos, lo que implica desestimar abiertamente cuanto
representa el estéril sacrificio de una sola res, el saqueo
de nuestras costas o el desaprovechamiento de una
sola hectárea de terreno. Solidaridad que, repetimos, puede
y debe tener “compensación crematística”, aunque ello
sea a largo plazo.
Los pueblos, al igual que los seres humanos, se hacen
“personas” en tanto en cuanto aciertan a poner de
relieve (se podría decir logran universalizar) su originalidad
o trazos especiales, lo que, si se toma como complemento
de las particularidades de otros pueblos y regiones,
no como punto o referencia de confrontación, es
semilla de libertad y prosperidad para todos.
Si España es la Europa que se acerca al Continente
Africano, es, además, toda una historia que, en base a la
sangre compartida y a su peculiaridad cultural y económica,
se hace experiencia nueva en América y en remotos
puntos estratégicos de otras partes del Mundo. Se
trata, simplemente, de que nuestros gobernantes y hombres
de iniciativa tomen la potencialidad de España
(oportunidades, recursos y energías) como necesario cauce
de sus decisiones.
Alterar rutinas, romper moldes, sortear las trampas
y corrupciones de los caciques y tiranos de turno, aplicar
una valiente y generosa visión de determinadas operaciones
estrictamente comerciales... parece estar fuera
del alcance de los mejor situados en la “sociedad opulenta”:
a torpes inercias se une, probablemente, un inconfesable
odio al débil que reclama las migajas de una inmerecida
superabundancia. A los que tanto temen la menor
fisura en el “orden establecido” no conmueve aquello de
“el pan que no comes, pertenece a los que tienen hambre,
el vestido que no usas a los que tienen frío...” Y ni
47
siquiera distrae el posible “MANE TECEL FARES” que
late en la rabia de los pueblos hambrientos.
Que no sea éste el caso de los “prohombres” de
nuestra España y de nuestra remediable Agonía.
IX. MERCADO SIN FRONTERAS
¿Acaso falta imaginación para convertir en “rentables
consumidores” a esas cuatro quintas partes de la Humanidad
que pasan hambre? ¿Puede alguien poner en
duda el tirón que ello representaría para una economía
a la altura del desafío de los tiempos?
Una nación como la nuestra, tanto por su estratégica
situación y trayectoria histórica como por su capacidad
productiva y nivel de desarrollo, puede muy bien servir
de puente entre las facilidades que brinda a la Suficiencia
la nueva industria y la inmensa multitud de países
“en vías de desarrollo”, algunos de ellos buenos vecinos
con voluntad de entendimiento y otros muchos hermanados
por la sangre, la lengua y la cultura.
Por lo mismo, España debe resistirse a entrar en esa
trama de antinaturales proteccionismos, cuya positiva
viabilidad económica es harto discutible. Sorteando con
arte las trabas que opone ese imperialismo de la opulencia
y en uso de sus derechos soberanos, debe aplicar su
capacidad y entendimiento a lo que demanda una buena
parte de la humanidad deshereda, lo que, por feliz rever49
sión que demuestra la experiencia, redundará en beneficio
de los españoles.
Nuevas industrias, mayor desarrollo técnico en lo
específicamente español, más racionales cultivos (racionales
porque se ajustarán al necesario equilibrio entre
medios de explotación, recursos naturales y distribución)
es lo que parece demandar a gritos nuestra “natural zona
de influencia”.
Para abrir o consolidar nuevos canales de expansión,
los principales responsables de nuestra Economía habrán
de huir de probados excesos de papanatismo tanto
respecto a teorías más que desprestigiadas por la ley natural
y la experiencia como a dictados de los opulentos que
continúan apurando al máximo las posibilidades que para
el acaparamiento les ha brindado su insolidaria trayectoria
histórica. Mayor libertad y viabilidad de éxito ofrece
el desarrollo de iniciativas consecuentes con la demanda
de otros países menos celosos de sus privilegios.
Por supuesto que, dado el carácter de los grandes grupos
de intereses cual es la Unión Europea, el libre desarrollo
de la INICIATIVA NACIONAL no implica ruptura
alguna de nuestros actuales compromisos internacionales
pero sí una continua y extremada cautela ante
la posibilidad de que nuestra economía siga la línea que
marcan las apetencias de los más poderosos. Es un peligro
que saben sortear otras naciones en una situación no
tan propicia como la nuestra.
Los condicionamientos del medio económico en que
nos desenvolvemos no son tan rígidos que no permitan
canalizar lo más significativo de nuestra producción hacia
áreas convergentes con las necesidades de los menos
favorecidos por el progreso material, lo que, por venturosa
ley natural, presenta para nosotros razonables
perspectivas de desarrollo en todos los órdenes.
50
El marco del Mercado Común, que aceptan como rígido
algunos de nuestros poderosos economistas, no lo
es tanto para países como Inglaterra, Francia, Alemania,
Dinamarca... Un apunte al respecto: esa papanatesca
tendencia a la homologación, que para otras cosas de menor
cuantía, tanto preocupa a nuestros gobernantes ¿no
debería incluir las estratégicas desviaciones que dicte
nuestra conveniencia y la acuciante demanda de tantos
millones de potenciales clientes de tantos y tantos países
hermanados con nosotros por su sangre y su cultura?
* * *
Teórica regla de oro del Comercio es la Reciprocidad.
En la práctica, la tal reciprocidad viene seriamente
condicionada por los intereses o imposiciones
de los más fuertes. Ello quiere decir que una
economía de la reciprocidad debe facilitar a los débiles
para que, por un camino u otro, las “obligadas
o circunstanciales cesiones” encuentren un justo
nivel de compensación.
España, obvio es reconocerlo, no “pisa” con igual fuerza
que Francia o Alemania en el concierto comercial de
las naciones europeas; pero, puesto que su participación
es aceptada por todos los miembros como un valor muy
positivo, hora es de “encontrar el equilibrio” desde la pura
ortodoxia del Libre-Cambio.
Con harta ligereza se ha seguido el juego a un cierto
proteccionismo suicida del que han hecho gala no pocos
“acuerdos de Bruselas”: son insultos no ya a la elemental
justicia sino al sentido común, a la Ley Natural y a la
propia razón de ser de la vida humana y de su entorno
material el talar árboles, destruir enteras cosechas de
productos de primera necesidad o primar el sacrificio
51
“estratégico” de reses. Es por demás un estrepitoso fracaso
comercial: ni siquiera se logra frenar la escalada de
precios, “justificación” que se esgrime para esos “criminales”
(claro que sí) comportamientos; pero sí que se abren
profundos e irreparables baches en algo que impone el
propio carácter del Comercio: ampliar los horizontes de
la demanda.
Las políticas de estrangulamiento de la producción
en los artículos de primera necesidad es el peor negocio
de los países desarrollados, tanto es así que se puede
dar por demostrado que el actual estancamiento o recesión
en la economía europea tiene mucho que ver con la
peregrina e inhumana limitación de productos y mercados.
Esto último es tant
 
Si lo lee usted, sera una sarta de odas a la izquierda y demas propaganda roja.
 
Suena interesante.

Ahora, en cuanto me acabe la lecturita programada para hoy, le echo un vistazo...

SUSCJURISPRUDENCIA-ARANZADI-.jpg
 
Yo me lo leería encantada...pero es que tengo que ir a peinarme...o algo... :roll:
 
VAYA PUTA MIERDA ESTOY HASTA LOS COJONES ESTO NO PUEDE SER ME CAGUEN TU MADRE, MIRA MI AVATAR TE ESTOY BUSCANDO PARA PARTIRTE LA CARA CON MI ESPADA DE LUZ IJO DE PUTA
 
The_Joker rebuznó:
Si lo lee usted, sera una sarta de odas a la izquierda y demas propaganda roja.

Lamento comunicarle que ese libro es abiertamente conservador.
 
Ya que el bastardo de Mifosofosos se niega a resumir su panfleto, lo haré yo en su lugar. He aquí una muestra de invertebrados españoles. Le echan un vistazo y a la cama a dormir.

grilotalpa.jpg

babosas2.jpg

escarabajo.jpg

gamba.jpg

LALOMBRI.gif

almeja.jpg
 
Bel667 rebuznó:
The_Joker rebuznó:
Si lo lee usted, sera una sarta de odas a la izquierda y demas propaganda roja.

Lamento comunicarle que ese libro es abiertamente conservador.

En ese caso es una buena noticia. Si lo hubiese puesto algun forero decente pues lo hubiese leido, pero como lo ha puesto un rojillo pues claro...
 
Pero quien cojones va a tener los huevazos de leerse eso??? :shock:
 
The_Joker rebuznó:
Bel667 rebuznó:
The_Joker rebuznó:
Si lo lee usted, sera una sarta de odas a la izquierda y demas propaganda roja.

Lamento comunicarle que ese libro es abiertamente conservador.

En ese caso es una buena noticia. Si lo hubiese puesto algun forero decente pues lo hubiese leido, pero como lo ha puesto un rojillo pues claro...

Juzgar sin leer, solo por el nombre de quien lo postea...

¿Esta opositando para tertuliano de la COPE??
 
vadertxu rebuznó:
The_Joker rebuznó:
Bel667 rebuznó:
The_Joker rebuznó:
Si lo lee usted, sera una sarta de odas a la izquierda y demas propaganda roja.

Lamento comunicarle que ese libro es abiertamente conservador.

En ese caso es una buena noticia. Si lo hubiese puesto algun forero decente pues lo hubiese leido, pero como lo ha puesto un rojillo pues claro...

Juzgar sin leer, solo por el nombre de quien lo postea...

¿Esta opositando para tertuliano de la COPE??

Las cosas son asi, cuando uno coje fama pues que la asuma. Y este señor tiene fama de rojo.
 
Sr. Misósofos, la claridad y la concisión han de ser la divisa del maestro y la cortesía del filósofo. Ahora entiendo el porqué de su "miso" :D
 
Mecaguenlaleche si me recuerda a una de esas prometedoras "amenas" lecturas de la carrera, haznos una recension ya y me sentire como en casa.
 
Alekos rebuznó:
Pero quien cojones va a tener los huevazos de leerse eso??? :shock:

Yo lo he leído, pero en papel, es un clásico de nuestra literatura.

Por cierto, no me gustó.

Bel667
 
Juvenal rebuznó:
Sr. Misósofos, la claridad y la concisión han de ser la divisa del maestro y la cortesía del filósofo. Ahora entiendo el porqué de su "miso" :D

Nada como hacer honor al pseudónimo para luego dormir mejor.
Además, ahora no estoy hablando de cosas serias, sólo estoy "frikeando".
 
Y yo me estoy aburriendo, cagüenlaleche.
Por qué todos se fueron a festejar por qué por qué por qué yo sigo acá trabajando como una condenada dios????????????
 
argentinita rebuznó:
Y yo me estoy aburriendo, cagüenlaleche.
Por qué todos se fueron a festejar por qué por qué por qué yo sigo acá trabajando como una condenada dios????????????

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