stavroguin 11
Clásico
- Registro
- 14 Oct 2010
- Mensajes
- 3.780
- Reacciones
- 2.830
El mes pasado me invitaron a la boda de un amor platónico.
Bueno, no empecemos exagerando...
En realidad sólo había visto con anterioridad a esa mujer tres o cuatro veces. Insuficiente para desarrollar sentimientos, pero de sobra para sacar unas cuantas conclusiones.
Y a lo que llegué es que, por primera vez en mi vida, me encontraba delante de una mujer que hubiese podido ser compatible conmigo al 100%. En mi casillero de exigencias más o menos utópicas, ninguna casilla se hubiese quedado en blanco.
Empecemos por el físico: morena de piel, alta, delgada, fibrosa, ojos negros, buen culo y buenas tetas, veinteañera próxima a la treintena, de rasgos dulces pero enérgicos.
En cuanto al carácter, ningún asomo de petulancia, porqueyolovalguismo, tontería, fatuidad y egoísmo. Educada y de buena familia (ahora hablaré de ellos), hablaba lo justo, con sentido común. Familiar y prudente, pero no gazmoña ni estrecha (supongo), con algún detalle algo gamberro que me encantaba.
Por parte de su familia no hubiese habido ningún problema: su padre es amigo mío, un ingeniero muy destacado en su campo, católico practicante pero no chupacirios (odia al Opus Dei), generoso, sociable y buena gente. Su madre, de familia de bastante abolengo pero para nada clasista o petulante (ese hilo me está quedando algo cargado de adjetivos). Su abuela es la típica señora gruñona con corazón de oro de toda la vida que al entrar en casa te recibe con café y pastas de todas clases.
Y ahora viene lo que más me jodió de todo: es viajera, aficionada a la navegación y buceadora. Además de lectora impenitente.
El novio no me cuadraba de todo: parecía un alfa un poco incompleto, como si en el proceso de fabricación hubiese habido un problema como aconteció con el protagonista de la novela de Huxley: guapo, pero no de todo, no muy alto, con pelo pero ya enseñando cartón, con una expresión ligeramente prepotente y algo vacuo, no sé... su madre parecía bajo los efectos de un potente tranquilizante y daba la sensación de ir a derrumbarse en cualquier momento.
Por supueso no trasladé a nadie estas conclusiones, dada mi amistad con la familia. Sólo un amigo (o ex- amigo, el novio de orco) me hizo en un par de ocasiones un par de comentarios ácidos y sardónicos acerca de lo lamentable de la inminencia de esa boda.
Cuando le tocó el turno de salida al exterior a mi mesa de bodorrio para hacer la preceptiva foto acompañando a los novios, con el fondo de un embravecido mar galaico, me miró con cierta curiosidad, pero no nos hablamos. Llegué a dudar de si me reconocía.
Más tarde, cuando ya estaba bastante borracho se sentó a mi lado, resplandeciente con su vestido de novia y acompañada de un fotógrafo del evento. Instintivamente, me separé de ella para no joder el encuadre, como hacen esos feos y siniestros habitantes bentónicos cuando la luz de la linterna los ilumina en mis inmersiones nocturnas
Entonces me llamó por mi nombre, mirándome directamente a los ojos, y me explicó que la foto era conmigo. Un bonito momento, incluso para un viejo cínico como yo.
En el fatigoso discurrir de mi existencia, repleto de éxitos aislados y muchos fracasos en lides amoroso-sexuales, nunca he tenido una sensación de compatibilidad tan grande con respecto a alguien.
¿Os ha pasado alguna vez lo mismo?
Bueno, no empecemos exagerando...
En realidad sólo había visto con anterioridad a esa mujer tres o cuatro veces. Insuficiente para desarrollar sentimientos, pero de sobra para sacar unas cuantas conclusiones.
Y a lo que llegué es que, por primera vez en mi vida, me encontraba delante de una mujer que hubiese podido ser compatible conmigo al 100%. En mi casillero de exigencias más o menos utópicas, ninguna casilla se hubiese quedado en blanco.
Empecemos por el físico: morena de piel, alta, delgada, fibrosa, ojos negros, buen culo y buenas tetas, veinteañera próxima a la treintena, de rasgos dulces pero enérgicos.
En cuanto al carácter, ningún asomo de petulancia, porqueyolovalguismo, tontería, fatuidad y egoísmo. Educada y de buena familia (ahora hablaré de ellos), hablaba lo justo, con sentido común. Familiar y prudente, pero no gazmoña ni estrecha (supongo), con algún detalle algo gamberro que me encantaba.
Por parte de su familia no hubiese habido ningún problema: su padre es amigo mío, un ingeniero muy destacado en su campo, católico practicante pero no chupacirios (odia al Opus Dei), generoso, sociable y buena gente. Su madre, de familia de bastante abolengo pero para nada clasista o petulante (ese hilo me está quedando algo cargado de adjetivos). Su abuela es la típica señora gruñona con corazón de oro de toda la vida que al entrar en casa te recibe con café y pastas de todas clases.
Y ahora viene lo que más me jodió de todo: es viajera, aficionada a la navegación y buceadora. Además de lectora impenitente.
El novio no me cuadraba de todo: parecía un alfa un poco incompleto, como si en el proceso de fabricación hubiese habido un problema como aconteció con el protagonista de la novela de Huxley: guapo, pero no de todo, no muy alto, con pelo pero ya enseñando cartón, con una expresión ligeramente prepotente y algo vacuo, no sé... su madre parecía bajo los efectos de un potente tranquilizante y daba la sensación de ir a derrumbarse en cualquier momento.
Por supueso no trasladé a nadie estas conclusiones, dada mi amistad con la familia. Sólo un amigo (o ex- amigo, el novio de orco) me hizo en un par de ocasiones un par de comentarios ácidos y sardónicos acerca de lo lamentable de la inminencia de esa boda.
Cuando le tocó el turno de salida al exterior a mi mesa de bodorrio para hacer la preceptiva foto acompañando a los novios, con el fondo de un embravecido mar galaico, me miró con cierta curiosidad, pero no nos hablamos. Llegué a dudar de si me reconocía.
Más tarde, cuando ya estaba bastante borracho se sentó a mi lado, resplandeciente con su vestido de novia y acompañada de un fotógrafo del evento. Instintivamente, me separé de ella para no joder el encuadre, como hacen esos feos y siniestros habitantes bentónicos cuando la luz de la linterna los ilumina en mis inmersiones nocturnas
Entonces me llamó por mi nombre, mirándome directamente a los ojos, y me explicó que la foto era conmigo. Un bonito momento, incluso para un viejo cínico como yo.
En el fatigoso discurrir de mi existencia, repleto de éxitos aislados y muchos fracasos en lides amoroso-sexuales, nunca he tenido una sensación de compatibilidad tan grande con respecto a alguien.
¿Os ha pasado alguna vez lo mismo?