ilovegintonic rebuznó:
¿Qué fue de ella, FatalDeLoMio?
El pasado siempre se idealiza, y el futuro acabó decepcionando. Como suele pasar.
Voy con otro ladrillo.
Al año siguiente, mi padre siguió trabajando y nosotros nos quedamos en España. No fue fácil vernos sólo en épocas señaladas. En navidades vino él y en semana santa nosotros viajamos hasta allí. Me reencontré con mis viejos compañeros pero me daba vergüenza. Volver a España me sentó fatal y tuve un recibimiento de mierda que me marcó bastante. Por suerte, volví a soltarme.
Ella ya no vivía allí. Se mudó con su madre a la capital (apenas a 20 kms) y no tenía forma de contactarla. Tan cerca pero tan lejos...
Durante un tiempo, perdimos el contacto por correo postal (el de sello y sobre, que no había otra cosa). Aunque al cambiarme de casa, tuve suerte de que los antiguos dueños todavía guardasen una carta de ella con su nueva dirección, que debí perder. Recuperamos ese lapso de tiempo que el destino nos quitó. Otra vez.
Durante nuestra adolescencia tuvimos una intensa correspondencia, valga la rima. En aquella época oscura, ella fue mi amiga, mi confidente, la que siempre me daba ánimos para luchar, la protagonista de tantos sueños en los que deseaba volver a verla. La seguía amando, ¿para qué iba a engañarme a mi mismo?
Una vez me llamó por teléfono a casa (me había pedido el número previamente). Era sábado por la mañana y el corazón me dio un vuelco. Ya casi se me había olvidado su idioma. Apenas fueron cinco minutos, que me parecieron una semana.
Seguimos carteandonos varios años, incluso una vez me envió un paquete con varios comics, afición que también compartíamos.
Hasta que ocurrió el milagro. Por fin, a punto de cumplir los veinte años, fuimos toda la familia a aquel pueblo, por un tema de trabajo de mi padre. Quería ver a mis antiguos amigos, a la que fue mi profesora... pero sobre todo, a ella. No me importaba lo pesado que fuese el viaje.
Llegamos, y aquellos lugares se conservaban cambiados algunos y otros como si no hubiera pasado el tiempo. Pude reencontrarme con algunos amigos, cosa que me ilusionó mucho.
La llamé por teléfono. Ella lo sabía, y aún así estaba tan ilusionada como yo. Tratamos de quedar en uno de los sitios más turísticos de la capital, pero no nos encontramos. No había moviles. FAIL.
Lo intentamos por segunda vez, otro día, en otro sitio distinto. Yo estuve con mis padres aquella mañana y recuerdo a mi padre decirme "Deja el pabellón bien alto". Tan brutico como siempre...
Y fui. Le había traido unos comics que allí no se editaban (pero en castellano, claro), como respuesta a ese detalle que tuvo conmigo. Llegué con tiempo. Esperé un poco. Y la vi.
Iba acompañada de su madre, la cual estaba bastante demacrada. El tiempo la había tratado bastante mal. También había un mozo alto, apuesto y de cabello rizado, que no sabía muy bien qué pintaba allí.
En cuanto a ella... aquí se me rompió un mito. Había engordado, tenía algo de ojeras y se había aficionado a fumar. La besé y abracé ilusionado igualmente, porque lo demás daba igual. Volvíamos a estar juntos de nuevo.
Fuimos a tomar algo, y cuando el chico se fue a por tabaco, le pregunté: "Y quien es este chico?"
- Es mi novio.
Algo se me quebró muy dentro. Externamente, todo parecía normal a ojos de ambas, mi expresión era afable y tranquila. Supuse que no era cuestión de montar una escenita, joder. Estas cosas pasan, las chicas siempre tienen más opciones que nosotros. Aguanta, muchacho.
Seguimos charlando, dejé mi espina clavada a un lado y pensé que al menos tenía unos minutos con ella antes de que se volviera a marchar. Recordamos viejos tiempos. Cuando nos quedamos un poco solos, le dije (tratando de quitarle hierro al asunto):
- Oye, ¿no crees que siempre hemos tenido suficiente confianza? ¿Por qué no me dijiste que tenías novio?
No recuerdo qué contestó. Lo dejé pasar. No rompas el momento.
Me despedí de ellos y esperé a mis padres en aquel lugar lleno de gente, con una sensación extraña en mi cabeza y mi corazón.
Seguimos manteniendo correspondencia. Yo fui de los primeros que tuvo Internet, pero creo que ella aún no. Con no tanta frecuencia, eso sí.
Y un día, dejé de escribir. A ella. A todos. Me entraba pereza, desidia, no se. Era mi turno de responder y no encontraba el momento (cada vez tendría más cosas que contar)... y total, ¿para qué? Mi vida estaba aquí, y aunque fuese una puta mierda... ¿cuando iba a poder volver? ¿a qué? ¿a aguantar las velas?
Ahí se acabó nuestra historia. Les perdí el rastro. Pensé que a lo mejor por Facebook podría encontrarles... No. Siento vergüenza. Fui yo quien les di la espalda. Ellos se habrán casado, tenido hijos, y quiero pensar que seguramente serán felices. Nada que ver conmigo, que salgo todos los días a sobrevivir, sujetando el cuchillo entre los dientes. A un futuro que no se sabe a donde va.
Conservo todas las cartas de ella, así como aquellas fotos suyas con las que las coloreaba. No se en qué rincón, pero allí estarán. Hace siglos que no las leo, y se que me arrancarán ríos de lágrimas. No sólo por ella, que también. Nunca olvidaré esos momentos en los que me sentí querido, en otro país que me trató mejor que el mío propio.