ruben_clv
Leyenda
- Registro
- 5 Sep 2005
- Mensajes
- 21.996
- Reacciones
- 43
Pues éramos siete. Sentados alrededor de aquella mesa donde podía verme reflejado. Amigos, en esta mesa se puede pintar divinamente, decía yo. Y sobre ella copas de champagne, una cubitera y varias botellas vacías. También algo de fruta, cerezas y piña. Nadie comía. Hicimos una buena faena con aquello: Moët, luego Moët Vintage del 2000 -sabe a mantequilla, qué bueno eres Rober-, Mumm, Veuve Clicquot y, por último, Dom Perignon. Luego volvimos al Mumm, pero ya no sabía a nada. Son listos estos franceses. Por cierto que uno de nosotros era francés, el más mayor, el más atractivo diría yo. No es lo mismo beber champagne cuando te acompaña uno de éstos; no, no lo es.
Debían ser casi las doce cuando empezamos a hablar de nuestras parejas. R decía que lo que más le gustaba de su novio era cómo follaba. Algo más tarde se subió a la mesa a bailar sevillanas, tiró varias copas y dejó que le viésemos las bragas. Cuando le advertimos se sentó en el sofá y abrió las piernas de forma descarada. No me importa, decía. Luego llamó a su novio y se prometieron un polvo a la hora de comer. Bien. P, el francés, tenía a su mujer en casa. Para él, estar con nosotros era sólo una muy buena escusa para discutir esa misma tarde. Necesitamos discutir, todas las parejas lo necesitan. Aplaudí aquel comentario, benditas discusiones. M sale con un hombre algo mayor que ella, quizá una docena de años, me encanta su culo que poco tiene de prieto, su novio es un buen tipo. De R y C, la única pareja presente, poco tengo que decir. Les envidio.
Pues en ésas estábamos cuando M se refiere a mí como el soltero de oro del curro. Ja, bonita frase. Nos reímos todos y todas le dan la razón. Debo intervenir. Yo no estoy soltero, digo. Y se sorprenden, incluso puedo entrever molestia en aquella reacción. ¿Cómo no nos lo habías dicho aún? Y les digo que es una chica encantadora. ¿Es guapa? Sí, por supuesto. Y les cuento todo aquello que ya sabéis. Pienso en ella a menudo, casi todo el día. En el tacto de su mano sobre la mía, en su pelo entre mis dedos. No hago más que adelantar situaciones que luego viviré con ella. Este regalo le encantará, me digo, e imagino cómo se lo daré, de que manera la podré sorprender. Pienso en ella tumbada a mi lado, desnuda, durmiendo, y me admiro por lo precioso de sus imperfecciones. Tambien pienso en su coño, les digo, y me encanta comérselo. Me gusta cómo aprieta los labios cuando se enfada, y pienso en todas aquellas situaciones en las que le haré enfadar, algunas imprevisibles, la mayoría no. P reclama un brindis por lo que acabo de decir, todos bebemos. Sigo con mi historia y les cuento los planes que tenemos en común: viajes, proyectos, vida al fin y al cabo. Y me preguntan si estoy enamorado y no puedo más que asentir. Me alegro, dice C. ¿La quieres? Sí, desde el primer día.
- ¿Y cuándo nos la presentarás? - me dice C.
- Cuando la encuentre. Lo prometo.
Y Miguel y yo reímos, porque acaba de ser padre y somos felices.
Voy a ver si me como un buen pollón a todos.
Debían ser casi las doce cuando empezamos a hablar de nuestras parejas. R decía que lo que más le gustaba de su novio era cómo follaba. Algo más tarde se subió a la mesa a bailar sevillanas, tiró varias copas y dejó que le viésemos las bragas. Cuando le advertimos se sentó en el sofá y abrió las piernas de forma descarada. No me importa, decía. Luego llamó a su novio y se prometieron un polvo a la hora de comer. Bien. P, el francés, tenía a su mujer en casa. Para él, estar con nosotros era sólo una muy buena escusa para discutir esa misma tarde. Necesitamos discutir, todas las parejas lo necesitan. Aplaudí aquel comentario, benditas discusiones. M sale con un hombre algo mayor que ella, quizá una docena de años, me encanta su culo que poco tiene de prieto, su novio es un buen tipo. De R y C, la única pareja presente, poco tengo que decir. Les envidio.
Pues en ésas estábamos cuando M se refiere a mí como el soltero de oro del curro. Ja, bonita frase. Nos reímos todos y todas le dan la razón. Debo intervenir. Yo no estoy soltero, digo. Y se sorprenden, incluso puedo entrever molestia en aquella reacción. ¿Cómo no nos lo habías dicho aún? Y les digo que es una chica encantadora. ¿Es guapa? Sí, por supuesto. Y les cuento todo aquello que ya sabéis. Pienso en ella a menudo, casi todo el día. En el tacto de su mano sobre la mía, en su pelo entre mis dedos. No hago más que adelantar situaciones que luego viviré con ella. Este regalo le encantará, me digo, e imagino cómo se lo daré, de que manera la podré sorprender. Pienso en ella tumbada a mi lado, desnuda, durmiendo, y me admiro por lo precioso de sus imperfecciones. Tambien pienso en su coño, les digo, y me encanta comérselo. Me gusta cómo aprieta los labios cuando se enfada, y pienso en todas aquellas situaciones en las que le haré enfadar, algunas imprevisibles, la mayoría no. P reclama un brindis por lo que acabo de decir, todos bebemos. Sigo con mi historia y les cuento los planes que tenemos en común: viajes, proyectos, vida al fin y al cabo. Y me preguntan si estoy enamorado y no puedo más que asentir. Me alegro, dice C. ¿La quieres? Sí, desde el primer día.
- ¿Y cuándo nos la presentarás? - me dice C.
- Cuando la encuentre. Lo prometo.
Y Miguel y yo reímos, porque acaba de ser padre y somos felices.
Voy a ver si me como un buen pollón a todos.