Todo mal. Todo mal.
A ver si mojas el churro, hijo de puta.
Aquí el pastel se ha destapado por las denuncias casi en exclusiva de los padres de las nenas, porque los nenes han vuelto encantados y con el brazo de las pajas como el de un estibador de hincharse a ver coñetes. Se ha destapado porque este año estaban trabajando con rangos de edad de trece a quince años, y no como los anteriores, que estaban violando las mentes de críos de nueve y diez años y no han tenido ningún problema.
Porque el caso es que más allá de lo de las duchas mixtas y más allá de que una puta pija mamarracha y maricona se pasee en camiseta de tirantes y con el rabo al aire, o de que unas Nekanes se quemen los tetos en la cocina perpetrando unas tortillas de patata, aquí no creo que haya mucho más que rascar. Aquí no tiene pinta de que haya habido abusos sexuales por lo que he oído. Solo un montón de carapadres poniendo el grito en el cielo indignaísimos y escandalizadísimos porque su virginal hijita que ha comido ya más rabos que macarrones se tiene que duchar con un montón de pajilleros porque no tenían ni puta idea de dónde la metían.
Y mira que los putos hippies no se escondian y llevaban tiempo.
Trece, quince años. Esa edad en la que el pudor empieza a ser indicativo de que las nenas ya son conscientes del valor monetario de su tesorito. A saber: un buen coche, una buena casa, una buena pensión de divorcio y una buena vida regalada. Putas. Ya sé que vengo tarde a explicaros que la moral sexual solo es un invento de los carapadres ancestrales para evitar que el primer pollastre que pasase dejase preñadas a sus hijas y tener que preocuparse de otra boca más de hijo de putilla a la que alimentar en tiempos complicados.
Vuestra caduca moral sexual, en esencia, solo es un puto anticonceptivo. Necesario en su momento para construir y reglamentar los pilares de las civilizaciones, y completamente obsoleto ahora que tenemos un conocimiento profundo sobre la ciencia y tecnología del látex y gran destreza médica y técnica con el uso de las perchas de la ropa.
A esta necesaria en su momento herramienta anticonceptiva y de control social, se le llamo patriarcado. Y murió en el momento en que sois incapaces de meter en vereda a las putas de vuestras hijas y evitar que se coman los rabos de dos en dos.
Ahora son necesarias otro tipo de herramientas. Herramientas que pongan en su justo valor el precio de ese tesorito, treinta euros media hora. Y aquí hay dos vías posibles: evitar toda propaganda de la mercancía poniéndoles un puto burka a esas púberes prezorras. O mucho mejor, sobreexponerla, devaluar su inflado precio y facilitar el acceso a esa merca.
Vosotros elegís.
Por una puta vez y sin que sirva de precedente, voy con los putos hippies de mierda.