Leticia1980
Aborto de Forero
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- 9 Oct 2008
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El pasado sabado por la noche, en Salamanca, se celebraba el nuevo año universitario, una orgía de alcohol y ganas de follar de proporciones descomunales.
La noche empezó muy divertida, bebimos peche con cola venga y cuando terminamos las botellas fuimos a la plaza mayor a bailar al son de la musica Cuando terminó el acto, decidimos visitar los locales autóctonos para continuar bebiendo gratis a costa de los incautos babosos que nos invitarian durante toda la noche.
En uno de esos locales, sucio y acogedor, conocí a un chico Portugues, moreno, tatuado, con una sonrisa melancólica y un bonito cuerpo, mentiría si dijera que más tarde no me dejó fascinada. Se llamaba Cecilio.
Estaba con un grupo de amigos de diferentes nacionalidades, todos ellos habían venido a estudiar de Erasmus, entre ellos había una gitana francesa que me resultó bastante simpática, no podía disimular que se encontraba profundamente enamorada de Cecilio, aún así mostró respeto y simpatía hacia mi en todo momento, una buena chica.
Hablé con Cecilio, sobre Salamanca, sobre Portugal, sobre Pessoa, y Antonio Gala, la conversación fluía sin ser forzada, noté como sus labios cada vez me hablaban más cerca de los míos, supe que le gustaba desde el momento que dije hola. Le besé, el se ruborizó, pronto pensé que en su país, o al menos en su caso, besarse en público les producía tremenda vergüenza, mas tarde me lo confirmó. Me dijo que era incapaz de seguir conmigo haciendo lo que hacíamos delante de sus amigos, quedé con el más tarde en otro bar, Potemkin.
Yo, que estaba tremendamente borracha y salida, y en cierto modo me había olvidado ya de el, decidí entrar a otro chico en el mismo bar que había quedado con el, el tio era el típico gafapasta, pedante y snob como pocos, pero tenía una talla (1.90 y un paquete porque no decirlo) que me gustaban. Procedimiento habitual: hola, ¿vienes mucho por aqui?, no te había visto nunca, blablablablabla...zas!
Cuando me quise dar cuenta de lo idiota que soy por haber hecho lo que hice en el local que había quedado con Cecilio, ya era demasiado tarde, abrí los ojos y encontré su mirada clavada en mí, decepcionado y triste.
Despaché al gafapasta como pude, con la promesa de llamarle luego, ya tenía dos Rubenes en la memoria del móvil, así que fingí apuntar su teléfono y lo borré ipso facto, tenía que hablar con Cecilio, para mas inri, mis amigas estaban muertas de risa, no podía hablar con el delante de ellas.
Le dije que quería invitarle a una cerveza, que me acompañara a la barra, asombrosamente aceptó. Ya en la intimidad que uno puede esperarse de un local tan transitado a esas horas, pero lejos de mis amigas, pedí perdón a Cecilio, me inventé una excusa, le dije que el otro chico era mi exnovio y que teníamos una relación muy especial, le estaba despidiendo porque se iba a casa. Pienso que nunca llegó a creerse mi mentira, pero también vi como todavía me buscaba con la mirada, sin duda le gustaba mucho, después de varias cobras, acabé besándole de nuevo, joder, ese beso me supo dulce, tan dulce que me hizo sentir mal conmigo mismo por haber mentido, el no paraba de empujarme y llamarme cabróna, alternándolo con excitantes besos que hacían que cada vez estuviera más cachonda.
Le volví a mentir, le dije que mis amigas me habían dejado sola y no tenía donde dormir, me invitó a su casa, la cola para coger un taxi era de aproximadamente quince personas, así que decidimos ir andando, pasé mucho frío, casi no podía hablar de la tiritona, durante el camino me decía que las chicas Españolas éramos unos mentirosas, unas cabronas embaucadoras, pero no lo dijo en un tono recriminatorio, ni mucho menos, más bien como cuando intentamos decir a un niño que lo que está haciendo está mal, pero a la vez no podemos evitar esbozar una sonrisa, porque nos divierte su espíritu granuja.
Llegamos a su casa, no pude esperar a que cerrara la puerta para besarle, tiré mi blusa sobre un sofá y me faltó tiempo para quitarle la camisa, el no quería hacerlo, decía que me acababa de conocer y en su país no era normal follar la misma noche en la conoces a alguien, pobre inocente, yo ya sabía que desde el momento que entrara a su casa, estaba condenado a tener una buena corrida Utilicé la táctica de siempre para con los indecisos, besos en el cuello, mano en el paquete, después de un rifirrafe bastante largo, mi coño estaba mojado y el estaba desnudo, cogí un condón de la cartera y me lo follé salvajemente, el no paraba de llamarme cabrona y arañarme la espalda, todavía tengo marcas que son testigos de aquella locura.
Me levanté a eso de las once de la mañana, fui al baño y miccione (y solte tambien un truño), volví a la habitación y Cecilio todavía dormía, me vestí, pero no encontraba el tanga, finalmente desistí de buscarlo y me puse las zapatillas directamente, cerré la puerta cuidadosamente y me fui.
La noche empezó muy divertida, bebimos peche con cola venga y cuando terminamos las botellas fuimos a la plaza mayor a bailar al son de la musica Cuando terminó el acto, decidimos visitar los locales autóctonos para continuar bebiendo gratis a costa de los incautos babosos que nos invitarian durante toda la noche.
En uno de esos locales, sucio y acogedor, conocí a un chico Portugues, moreno, tatuado, con una sonrisa melancólica y un bonito cuerpo, mentiría si dijera que más tarde no me dejó fascinada. Se llamaba Cecilio.
Estaba con un grupo de amigos de diferentes nacionalidades, todos ellos habían venido a estudiar de Erasmus, entre ellos había una gitana francesa que me resultó bastante simpática, no podía disimular que se encontraba profundamente enamorada de Cecilio, aún así mostró respeto y simpatía hacia mi en todo momento, una buena chica.
Hablé con Cecilio, sobre Salamanca, sobre Portugal, sobre Pessoa, y Antonio Gala, la conversación fluía sin ser forzada, noté como sus labios cada vez me hablaban más cerca de los míos, supe que le gustaba desde el momento que dije hola. Le besé, el se ruborizó, pronto pensé que en su país, o al menos en su caso, besarse en público les producía tremenda vergüenza, mas tarde me lo confirmó. Me dijo que era incapaz de seguir conmigo haciendo lo que hacíamos delante de sus amigos, quedé con el más tarde en otro bar, Potemkin.
Yo, que estaba tremendamente borracha y salida, y en cierto modo me había olvidado ya de el, decidí entrar a otro chico en el mismo bar que había quedado con el, el tio era el típico gafapasta, pedante y snob como pocos, pero tenía una talla (1.90 y un paquete porque no decirlo) que me gustaban. Procedimiento habitual: hola, ¿vienes mucho por aqui?, no te había visto nunca, blablablablabla...zas!
Cuando me quise dar cuenta de lo idiota que soy por haber hecho lo que hice en el local que había quedado con Cecilio, ya era demasiado tarde, abrí los ojos y encontré su mirada clavada en mí, decepcionado y triste.
Despaché al gafapasta como pude, con la promesa de llamarle luego, ya tenía dos Rubenes en la memoria del móvil, así que fingí apuntar su teléfono y lo borré ipso facto, tenía que hablar con Cecilio, para mas inri, mis amigas estaban muertas de risa, no podía hablar con el delante de ellas.
Le dije que quería invitarle a una cerveza, que me acompañara a la barra, asombrosamente aceptó. Ya en la intimidad que uno puede esperarse de un local tan transitado a esas horas, pero lejos de mis amigas, pedí perdón a Cecilio, me inventé una excusa, le dije que el otro chico era mi exnovio y que teníamos una relación muy especial, le estaba despidiendo porque se iba a casa. Pienso que nunca llegó a creerse mi mentira, pero también vi como todavía me buscaba con la mirada, sin duda le gustaba mucho, después de varias cobras, acabé besándole de nuevo, joder, ese beso me supo dulce, tan dulce que me hizo sentir mal conmigo mismo por haber mentido, el no paraba de empujarme y llamarme cabróna, alternándolo con excitantes besos que hacían que cada vez estuviera más cachonda.
Le volví a mentir, le dije que mis amigas me habían dejado sola y no tenía donde dormir, me invitó a su casa, la cola para coger un taxi era de aproximadamente quince personas, así que decidimos ir andando, pasé mucho frío, casi no podía hablar de la tiritona, durante el camino me decía que las chicas Españolas éramos unos mentirosas, unas cabronas embaucadoras, pero no lo dijo en un tono recriminatorio, ni mucho menos, más bien como cuando intentamos decir a un niño que lo que está haciendo está mal, pero a la vez no podemos evitar esbozar una sonrisa, porque nos divierte su espíritu granuja.
Llegamos a su casa, no pude esperar a que cerrara la puerta para besarle, tiré mi blusa sobre un sofá y me faltó tiempo para quitarle la camisa, el no quería hacerlo, decía que me acababa de conocer y en su país no era normal follar la misma noche en la conoces a alguien, pobre inocente, yo ya sabía que desde el momento que entrara a su casa, estaba condenado a tener una buena corrida Utilicé la táctica de siempre para con los indecisos, besos en el cuello, mano en el paquete, después de un rifirrafe bastante largo, mi coño estaba mojado y el estaba desnudo, cogí un condón de la cartera y me lo follé salvajemente, el no paraba de llamarme cabrona y arañarme la espalda, todavía tengo marcas que son testigos de aquella locura.
Me levanté a eso de las once de la mañana, fui al baño y miccione (y solte tambien un truño), volví a la habitación y Cecilio todavía dormía, me vestí, pero no encontraba el tanga, finalmente desistí de buscarlo y me puse las zapatillas directamente, cerré la puerta cuidadosamente y me fui.