Aquí hay, pienso yo, una cuestión importante y es el uso del lenguaje que se nos impone.
Exacto, Naxo, es la clave.
En el ser humano, pensamiento, palabra y obra son una unidad, y hasta tal punto, que si cambias uno de los factores, cualquiera de ellos, cambias los otros dos.
Eso lo sabe muy bien la psicología conductista más perruna y roñosa, y es lo que aplican sin piedad para manipular al individuo.
Es decir, como al pensamiento en sí todavía no pueden entrar directamente, y acceder a las obras implicaría desenmascarar la tiranía puesto que lleva consigo la brutalidad de la esclavitud, en consecuencia, lo más sencillo, barato y además, más efectivo, es sobar las palabras, y, y defender esos cambios con imposturas racionales o sofismas de espanto que calan porque las masas son muy incultas incluso en sus titulaciones. O sea, con más palabras atravesadas.
En este país nadie decía, ciudadanía, hasta que llegó aquel innombrable, y hoy está en boca de casi todo el mundo, palabra la cual convierte al paisano en un desarraigado a poco que uno escarbe en la idea que lleva consigo.
Al emperador Augusto le volvía loco que sus ciudadanos romanos, no ciudadanía abstracta, le torturaba pues que esos romanos no tuvieran hijos, conque juntaba a los solteros puteros en palacio y les echaba unas broncas fenomenales en el objeto de que se casaran con las mozas, romanas, y procrearan más ciudadanos, romanos.
La infertilidad es el drama de los imperios en decadencia, y sobre esta afirmación, no tengo que demostrar nada ya que hace años que las clínicas de fertilidad abundan en occidente, paradójicamente o estudiadísimamente, no lo sé, al lado de las otras abortistas. Los úteros y los espermas andan mustios, no rulan, luego no hay hijos, y encima añade otros dramas como estas enfermedades y melecinas que nos ponen, si bien tengo entendido que tales pestes atacan en ultimísima instancia a esos órganos tan maravillosos.
Yo soy un lerdo pero lo tengo claro. Lo que veremos en los próximos lustros serán esterilidades selectivas a según qué individuos, millones claro, y es que estos eugenistas son más listos que el hambre.
Señoros, señoras y señores, nos ganan por goleada. Lo tenemos perdido todos, todas y todes, y porque las palabras, son la hostia.