Durante los años 80 se contaba el chiste sobre lo que le pasaba a la araña cuando le quitabas las ocho patas: resulta que un biólogo-científico estudiaba el comportamiento de las arañas al irle quitando patas. Le quitaba una, y le decía "araña, salta!!!" y la araña saltaba. Le quitaba dos, y le volvía a decir "araña, salta!!!" y la araña también saltaba.
A medida que le quitaba más patas, peor saltaba. Hasta que dejó a la araña sin patas y al decirle "araña, salta!!!" la araña obviamente no saltó, por lo que el científico concluyo que "al quitarle a la araña las ocho patas se queda sorda".
Este chiste no deja de reflejar el clásico fenómeno del "error de apreciación". Con las mal llamadas vacunas del covid pasó un poco igual, porque al igual que ha sucedido siempre con las pandemias, la población con el tiempo se fue inmunizando de manera natural, por lo que que al final del proceso ocurrió que:
1º Una parte de la población había muerto por no haber podido superar la enfermedad (6.897.874 víctimas de 8000 millones que somos = un 0,086% de la población mundial, má o meno)
2º Otra parte, la mayoría, había padecido la enfermedad y recuperado de ella pues había generado anticuerpos de manera natural contra el bicho. Obvio (*)
3º Y finalmente otra parte o bien había padecido la enfermedad de manera leve o directamente no la habría padecido por contar con un sistema inmunitario fuerte, preparado y con anticuerpos para afrontar al agente patógeno.
Y en medio de todo esto apareció el negocio....., estoo.... quise decir las vacunas, dando la falsa sensación de que inmunizó a gran parte de la población y por eso "no murió mucha más gente". Eso es como si yo digo que le puse la vela a un santo y por eso ese día no me cayó una maceta en la cabeza. La realidad es que las vacunas hicieron poco, tirando a nada, pero como no hay forma de demostrar una cosa o la contraria, o mejor aun, nos gusta creer en cuentos de hadas, pues directamente nos tragamos todas las milongas que nos contaron por la "tele" acerca de un virus cuya letalidad no alcanzaba el 1%, a diferencia como otros virus más chungos como el ébola el cual alcanza un 50% de media. Y ese sí que es chungo.
Siguiendo el símil de la araña, si me pongo la vacuna y luego enfermo y me recupero, alguien me dirá que me salvé gracias a la vacuna, cuando seguramente hubiera ocurrido lo mismo sin vacuna. Claro que eso nunca lo sabremos. ¿De verdad la araña se había quedado sorda, o no saltaba porque se había quedado sin patas?.
Por cierto que yo fui uno de los pocos que desde un principio le di un corte de manga a lo de vacunarme, porque una vacuna de la que sólo hablan periodistas y políticos es cuando menos para desconfiar. Padecí como el resto presiones de todos lados para ponerme esa mierda, pero al final conseguí llegar a meta sin que me pincharan.
(*) Hubo un periodista llamado Xavier Lapitz, de esos que van de intelectuales como Antonio Maestre pero que no saben hacer la "o" con un canuto, que en un programa de la televisión vasca (enjake) dijo que "el cuerpo no genera anticuerpos" y se quedó más ancho que un ocho. Y lo peor de todo es que tras decirle al tipo la barbaridad que había dicho, ni se disculpó ni dijo públicamente que se había equivocado. ¡¡Con un par!!