Cuando (NO) fuimos pagafantas

stavroguin 11

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14 Oct 2010
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Este estercolero virtual, que alumbró las fantas de Lolens León con Niandra, la pueril venganza de SLK con la misma zorra posteando fotos prognatas, la cacería de Gina ocupando con cabezas de foreros disecadas y libros de culturismo la vitrina de trofeos de su salón, el Niágara de babas que provocó el culo de la maruja Tools, el lugar por donde pulula José David con su traje de gnomo y sus cascabeles haciendo graciosas piruetas para llamar la atención de la primera que asoma, y un millón de bajezas más que sin duda acontecen en la corriente subterránea del mp, que no quiero ni puedo imaginar, no es, desde luego, el mejor lugar para hablar de dignidad, principios y mantenimiento de formas.

Sin embargo, así como Homero dormita a veces, el más abyecto e indigno de los seres puede tener arranques de dignidad, de autorespeto, de afirmación personal ante las trampas que esas zorras nos tienden sin cesar para ponernos a ras de suelo. Así que les propongo que posteen aquí sus mejores momentos, mientras les relato un hecho relativamente reciente en el que estuve a punto de acabar en la alfombra, y sin embargo mantuve la verticalidad.

Hace años tuve un amor platónico. Que además era compañera de estudios y amiga. Cierro los ojos y vuelvo a verla en la plenitud de su esplendor juvenil: la voz dulce y fresca, las piernas esbeltas, tal vez algo flacas, la dentadura perfecta, las manos de pianista, los ojos negros... permítanme embriagarme un momento.

Le gustaba mi compañía. Mi conversación puede tener un punto de ingenio grosero que era muy de su gusto. Además, nunca me corté lo más mínimo en expresarle con todo lujo de detalles el programa sexual que llevaría a cabo con ella si la ocasión era propicia y le iba el morbo. Pero nunca dio pie a nada más, ni yo me lancé a la piscina en serio.

Acabamos la carrera y mantuvimos el contacto un tiempo que ahora me parece sorprendentemente largo. Mayormente porque era yo el que tomaba la iniciativa. Un día le dije que la siguiente llamada tendría que ser suya. Y, como se pueden imaginar, nunca llamó. En 500 ocasiones estuve a punto de marcar su número, pero siempre encontré la fortaleza para no hacerlo. Un día la borré de la agenda, la semiolvidé. Y pasaron 20 años.

Cuando me llamaron para la reunión de antiguos alumnos, me permití un instante de regodeo vengativo: me imaginé su decadencia física, el placer de mirarla y no ver más que una premenopáusica ruinosa.

Y una mierda.

En el cementerio de elefantes que me encontré ese día, con sus varices, vellos faciales y michelines, había tres o cuatro gloriosas excepciones. Ella era una: estaba jodidamente igual, incluso con una pátina de moderada madurez que le sentaba de puta madre. Fue ella la que vino a hablar conmigo, y sentí que el suelo se me abría bajo los pies. Sin embargo aguanté el tipo: le pregunté por su situación laboral, pero no por su vida personal. Aun hoy no sé si está soltera, si se casó o tiene hijos. Tras una brevísima charla, me fui a hablar con otra gente.

Avanzaba la tarde y aunque yo no me acercaba a ella, me lanzaba una mirada lancinante tras otra. Pronto llegó la sobremesa y la música, canciones lentas y bailables. Estaba de pie al borde de la pista, y vi como venía directa hacia mí, con clara intención de charla sobre viejos tiempos+bailoteo. La paja mental empezó a fluir: me imaginé ciñendo su cintura de avispa, acercando mi cara a la suya, recuperando la vieja confianza, visitándola en su clínica, muy cerca de donde vivo...

Entonces lo vi. Vi a saca-el-tarado. Estaba sentado en un sillón de orejas, con una copa de balón en la mano. Su cara era la del avatar, pero también la suya como me la imagino: un rostro curtido y seco de castellano viejo, mirándome como un entomólogo puede mirar a una mosca atrapada en la red de una tarántula, como un niño cruel que contempla al hamster que acaba de meter en el terrario de la pitón, con una mezcla de ironía y cinismo que me hicieron despertar. Y entonces se me cayó encima la inmensa tonelada de mierda de frustraciones, misoginias y foro que llevo encima como equipaje de mano y solo vi a una zorriputa que no había marcado mi número ni una mísera vez en dos décadas. E hice lo que tenía que hacer: una cobra. Una cobra, llamémosla, deambulatoria: cuando estaba llegando, me cambié bruscamente de lugar y me fui al bar a tomar una copa. Lo intentó de nuevo más tarde y repetí jugada. Ya no probó más.

Firme en mi propósito de no cambiar con ella más palabras que las de nuestro saludo incial, poco después me despedí saludándola indolentemente con la mano y una media sonrisa, para perderme en la noche compostelana sintiendo las dos brasas de sus ojos oscuros clavadas en la nuca como agujas de acupuntura.
 
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Esperare a la opinión de alguna vaca sagrada para pronunciarme al respecto

Un salido
 
Este estercolero virtual, que alumbró las fantas de Lolens León con Niandra, la pueril venganza de SLK con la misma zorra posteando fotos prognatas, la cacería de Gina ocupando con cabezas de foreros disecadas y libros de culturismo la vitrina de trofeos de su salón, el Niágara de babas que provocó el culo de la maruja Tools, el lugar por donde pulula José David con su traje de gnomo y sus cascabeles haciendo graciosas piruetas para llamar la atención de la primera que asoma, y un millón de bajezas más que sin duda acontecen en la corriente subterránea del mp, que no quiero ni puedo imaginar, no es, desde luego, el mejor lugar para hablar de dignidad, principios y mantenimiento de formas.

Sin embargo, así como Homero dormita a veces, el más abyecto e indigno de los seres puede tener arranques de dignidad, de autorespeto, de afirmación personal ante las trampas que esas zorras nos tienden sin cesar para ponernos a ras de suelo. Así que les propongo que posteen aquí sus mejores momentos, mientras les relato un hecho relativamente reciente en el que estuve a punto de acabar en la alfombra, y sin embargo mantuve la verticalidad.

Hace años tuve un amor platónico. Que además era compañera de estudios y amiga. Cierro los ojos y vuelvo a verla en la plenitud de su esplendor juvenil: la voz dulce y fresca, las piernas esbeltas, tal vez algo flacas, la dentadura perfecta, las manos de pianista, los ojos negros... permítanme embriagarme un momento.

Le gustaba mi compañía. Mi conversación puede tener un punto de ingenio grosero que era muy de su gusto. Además, nunca me corté lo más mínimo en expresarle con todo lujo de detalles el programa sexual que llevaría a cabo con ella si la ocasión era propicia y le iba el morbo. Pero nunca dio pie a nada más, ni yo me lancé a la piscina en serio.

Acabamos la carrera y mantuvimos el contacto un tiempo que ahora me parece sorprendentemente largo. Mayormente porque era yo el que tomaba la iniciativa. Un día le dije que la siguiente llamada tendría que ser suya. Y, como se pueden imaginar, nunca llamó. En 500 ocasiones estuve a punto de marcar su número, pero siempre encontré la fortaleza de no hacerlo. Un día la borré de la agenda, la semiolvidé. Y pasaron 20 años.

Cuando me llamaron para la reunión de antiguos alumnos, me permití un instante de regodeo vengativo: me imaginé su decadencia física, el placer de mirarla y no ver más que una premenopáusica ruinosa.

Y una mierda.

En el cementerio de elefantes que me encontré ese día, con sus varices, vellos faciales y michelines, había tres o cuatro gloriosas excepciones. Ella era una: estaba jodidamente igual, incluso con una pátina de moderada madurez que le sentaba de puta madre. Fue ella la que vino a hablar conmigo, y sentí que el suelo se me abría bajo los pies. Sin embargo aguanté el tipo: le pregunté por su situación laboral, pero no por su vida personal. Aun hoy no sé si está soltera, si se casó o tiene hijos. Tras una brevísima charla, me fui a hablar con otra gente.

Avanzaba la tarde y aunque yo no me acercaba a ella, me lanzaba una mirada lancinante tras otra. Pronto llegó la sobremesa y el baile, canciones lentas y bailables. Estaba de pie al borde de la pista, y vi como venía directa hacia mí, con clara intención de charla sobre viejos tiempos+bailoteo. La paja mental empezó a fluir: me imaginé ciñendo su cintura de avispa, acercando mi cara a la suya, recuperando la vieja confianza, visitándola en su clínica, muy cerca de donde vivo...

Entonces lo vi. Vi a saca-el-tarado. Estaba sentado en un sillón de orejas, con una copa de balón en la mano. Su cara era la del avatar, pero también la suya como me la imagino: un rostro curtido y seco de castellano viejo, mirándome como un entomólogo puede mirar a una mosca atrapada en la red de una tarántula, como un niño cruel que contempla al hamster que acaba de meter en el terrario de la pitón, con una mezcla de ironía y cinismo que me hicieron despertar. Y entonces se me cayó encima la inmensa tonelada de mierda de frustraciones, misoginias y foro que llevo encima como equipaje de mano. E hice lo que tenía que hacer: una cobra. Una cobra llamémosla deambulatoria: cuando estaba llegando, me cambié bruscamente de lugar y me fui al bar a tomar una copa. Lo intentó de nuevo más tarde y repetí jugada. Ya no probó más.

Firme en mi propósito de no cambiar con ella más palabras que las de nuestro saludo incial, poco después me despedí saludándola indolentemente con la mano y una media sonrisa, para perderme en la noche compostelana sintiendo las dos brasas de sus ojos oscuros clavadas en la nuca como agujas de acupuntura.

Escribe usted muy bien, pero en la vida real es un poco "gili". Dicho esto sin acritud, of course.:lol:
 
No te la follaste. Que se joda.

Buena redacción, por otra parte.
 
Hombre lo suyo era que en vez de saca-al-tarado hubieras vislumbrado a El Cabezas observándote fijamente, con su no-sonrisa, y según se acerca la henvra sacar un corno, tocarlo y empezar a emitir gritos de LOL DICE QUE TE BENDICE.

Pero ese tipo de reacciones perfectas suelen ocurrirsele a uno a posteriori.
 
Muy mal.Una cosa es una penca que te hubiese jugado antaño una mala pasada o que fuese una imbecil integral, pero por lo que cuentas no.
A la mayoria de chicas con las que he estado en la última década, si han visto una foto mia antigua, han dicho que no creen que se hubiesen liado conmigo en esa época.
A saber porque motivo ella no quiso nada con usted entonces.
 
Haberle dado rabadamen pumpel, joder esta buena dices, le das rabo y te piras. Eyyyy miradme no le di rabo a una tía buena que quería salami y que en el fondo me molaba incluso algo mas que solo darle rabo, soy especial.

Muy bien escrito eso si.
 
El recorrido vital de stravroguin le ha llevado a ser consecuente con sus principios, diría que no le habéis leído mucho. Donde veis pose de machista y suficiencia en el relato yo veo un tío que tiene claro por donde no va a pasar. Lo fácil era ver por donde iba ella, tantearla, incluso seducirla (o dejarse seducir), quizás un polvo y pasar de ella. Lo difícil es lo que ha hecho él.

A mi lo que me sorprende es que haya asistido a una reunión de exalumnos.
 
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Muy digno, sí, muy consecuente y muy íntegro, pero te fuiste a tu casa a pajearte a la crême. Yo me habría sacado la espinita y habría pasado un buen rato con ella, acabase como acabase. Cuando pones en una balanza polvo+ con amor platónico porque ella está por fin interesada en ti frente a "dignidad", que no es más que hacerle pagar tu resentimiento porque nunca te llamó, es que no hay color. Es una reacción de amargado de mierda y de estar un poco mal de la cabeza, dicho sea y sin ánimo de ofender.
 
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No sé, @Le Déserteur, yo no atisbo tanto actitud de sobrado misógino como de resentido con una mujer de la que está enamorado y que, al fin y al cabo, no le hizo nada. Su pecado: como les pasa a muchas, ser cobarde y pasiva y no llamarlo ("las chicas decentes no van detrás de los hombres"), puede que por inseguridad de la respuesta que podía recibir, si es que él no se comunicaba claramente

Son estas frases las que me hacen afirmarme:

En 500 ocasiones estuve a punto de marcar su número, pero siempre encontré la fortaleza para no hacerlo. Un día la borré de la agenda, la semiolvidé
¿Fortaleza llamar a una mujer que le gusta? Yo ahí veo inseguridad y nada más. En cuanto a lo de "semiolvidar" durante 20 años... :face:

Fue ella la que vino a hablar conmigo, y sentí que el suelo se me abría bajo los pies. Sin embargo aguanté el tipo
Vamos, que sigue enamorado, y se notó (tal vez lo notó toda la sala). :121

le pregunté por su situación laboral, pero no por su vida personal.
Evasión; alguien que pasa de ti te pregunta por todos los aspectos de tu vida, y ni se inmuta. Y las mujeres huelen esas diferencias de matiz.

Y entonces se me cayó encima la inmensa tonelada de mierda de frustraciones, misoginias y foro que llevo encima
No hay más que hablar. :trump:

Firme en mi propósito de no cambiar con ella más palabras que las de nuestro saludo inicial, poco después me despedí saludándola indolentemente con la mano y una media sonrisa, para perderme en la noche compostelana sintiendo las dos brasas de sus ojos oscuros clavadas en la nuca como agujas de acupuntura.
Sintiendo sus ojos como agujas, sí, pero a lo mejor esa noche otro sintió los otros dos ojos de ella más adentro aún.

Llámala, ya bastante has hecho el tonto, y raro será que no te la quiten. Incluso puedes hacerlo con un toque aséptico de simple amigo curioso (que por teléfono siempre es más fácil), excusándote de no haberte despedido en condiciones porque una amiga te llamó urgentemente para follar.
 
El recorrido vital de stravroguin le ha llevado a ser consecuente con sus principios, diría que no le habéis leído mucho. Donde veis pose de machista y suficiencia en el relato yo veo un tío que tiene claro por donde no va a pasar. Lo fácil era ver por donde iba ella, tantearla, incluso seducirla (o dejarse seducir), quizás un polvo y pasar de ella. Lo difícil es lo que ha hecho él.

A mi lo que me sorprende es que haya asistido a una reunión de exalumnos.

La cosa es esa, que no tenía que pasar por ningún lado, solo meterle el rabo. Ya que la que atacaba era la otra.
 
Haberle dado rabadamen pumpel, joder esta buena dices, le das rabo y te piras. Eyyyy miradme no le di rabo a una tía buena que quería salami
¿Qué te hace pensar que realmente quería salami?

Muy digno, sí, muy consecuente y muy íntegro, pero te fuiste a tu casa a pajearte a la crême. Yo me habría sacado la espinita y habría pasado un buen rato con ella, acabase como acabase. Cuando pones en una balanza polvo+ con amor platónico porque ella está por fin interesada en ti frente a "dignidad", que no es más que hacerle pagar tu resentimiento porque nunca te llamó, es que no hay color. Es una reacción de amargado de mierda y de estar un poco mal de la cabeza, dicho sea y sin ánimo de ofender.
Acabase como acabase, claro. Pues quizás acabaría perdiendo ella el interés (y encantada consigo misma) en el preciso instante en que se percatase que le han bastado dos contoneos de cadera y un par de miradas para que la muralla construida durante 20 años por el forero buceador se derrumbara. Veinte años, veinte. Veinte años tuvo la pájara para hacer el tremendísimo esfuerzo de descolgar el teléfono y dedicar unos minutos de su vida a interesarse por la de otra persona. Casi un puto cuarto de siglo.

Pero está claro que algunos no conocen la palabra dignidad, y menos aún si lo que hay en juego es una paja asistida por un fleshlight de carne humana.
 
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Y hablamos de llamar por teléfono hace 20 años, con el perezón que daba aquello
 
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Pues con Stradivarium si que noto yo el parecido con Cachondo Mental, salvando las distancias, claro.

Pero esa nostalgia y necesidad de amor femenino... ay... que penica da. :(

Sin embargo cualquiera que no sepa estar bien consigo mismo y no padezca una enfermedad psiquiatrica, se está labrando sus malas experiencias.

Así que por mi bien.



Respecto a no ser pagafantas, creo que el último pagaganteo no fingido fue allá por el 2004. Pero bueno, nadie nace aprendido. Eso a base de palos.
 
Última edición por un moderador:
Todos nosotros hemos tenido una zorriputa asi en nuestra vida, excepto los winnas de la life de turno y no miro a naide.
 
Este estercolero virtual, que alumbró las fantas de Lolens León con Niandra, la pueril venganza de SLK con la misma zorra posteando fotos prognatas, la cacería de Gina ocupando con cabezas de foreros disecadas y libros de culturismo la vitrina de trofeos de su salón, el Niágara de babas que provocó el culo de la maruja Tools, el lugar por donde pulula José David con su traje de gnomo y sus cascabeles haciendo graciosas piruetas para llamar la atención de la primera que asoma, y un millón de bajezas más que sin duda acontecen en la corriente subterránea del mp, que no quiero ni puedo imaginar, no es, desde luego, el mejor lugar para hablar de dignidad, principios y mantenimiento de formas.

Sin embargo, así como Homero dormita a veces, el más abyecto e indigno de los seres puede tener arranques de dignidad, de autorespeto, de afirmación personal ante las trampas que esas zorras nos tienden sin cesar para ponernos a ras de suelo. Así que les propongo que posteen aquí sus mejores momentos, mientras les relato un hecho relativamente reciente en el que estuve a punto de acabar en la alfombra, y sin embargo mantuve la verticalidad.

Hace años tuve un amor platónico. Que además era compañera de estudios y amiga. Cierro los ojos y vuelvo a verla en la plenitud de su esplendor juvenil: la voz dulce y fresca, las piernas esbeltas, tal vez algo flacas, la dentadura perfecta, las manos de pianista, los ojos negros... permítanme embriagarme un momento.

Le gustaba mi compañía. Mi conversación puede tener un punto de ingenio grosero que era muy de su gusto. Además, nunca me corté lo más mínimo en expresarle con todo lujo de detalles el programa sexual que llevaría a cabo con ella si la ocasión era propicia y le iba el morbo. Pero nunca dio pie a nada más, ni yo me lancé a la piscina en serio.

Acabamos la carrera y mantuvimos el contacto un tiempo que ahora me parece sorprendentemente largo. Mayormente porque era yo el que tomaba la iniciativa. Un día le dije que la siguiente llamada tendría que ser suya. Y, como se pueden imaginar, nunca llamó. En 500 ocasiones estuve a punto de marcar su número, pero siempre encontré la fortaleza para no hacerlo. Un día la borré de la agenda, la semiolvidé. Y pasaron 20 años.

Cuando me llamaron para la reunión de antiguos alumnos, me permití un instante de regodeo vengativo: me imaginé su decadencia física, el placer de mirarla y no ver más que una premenopáusica ruinosa.

Y una mierda.

En el cementerio de elefantes que me encontré ese día, con sus varices, vellos faciales y michelines, había tres o cuatro gloriosas excepciones. Ella era una: estaba jodidamente igual, incluso con una pátina de moderada madurez que le sentaba de puta madre. Fue ella la que vino a hablar conmigo, y sentí que el suelo se me abría bajo los pies. Sin embargo aguanté el tipo: le pregunté por su situación laboral, pero no por su vida personal. Aun hoy no sé si está soltera, si se casó o tiene hijos. Tras una brevísima charla, me fui a hablar con otra gente.

Avanzaba la tarde y aunque yo no me acercaba a ella, me lanzaba una mirada lancinante tras otra. Pronto llegó la sobremesa y la música, canciones lentas y bailables. Estaba de pie al borde de la pista, y vi como venía directa hacia mí, con clara intención de charla sobre viejos tiempos+bailoteo. La paja mental empezó a fluir: me imaginé ciñendo su cintura de avispa, acercando mi cara a la suya, recuperando la vieja confianza, visitándola en su clínica, muy cerca de donde vivo...

Entonces lo vi. Vi a saca-el-tarado. Estaba sentado en un sillón de orejas, con una copa de balón en la mano. Su cara era la del avatar, pero también la suya como me la imagino: un rostro curtido y seco de castellano viejo, mirándome como un entomólogo puede mirar a una mosca atrapada en la red de una tarántula, como un niño cruel que contempla al hamster que acaba de meter en el terrario de la pitón, con una mezcla de ironía y cinismo que me hicieron despertar. Y entonces se me cayó encima la inmensa tonelada de mierda de frustraciones, misoginias y foro que llevo encima como equipaje de mano y solo vi a una zorriputa que no había marcado mi número ni una mísera vez en dos décadas. E hice lo que tenía que hacer: una cobra. Una cobra, llamémosla, deambulatoria: cuando estaba llegando, me cambié bruscamente de lugar y me fui al bar a tomar una copa. Lo intentó de nuevo más tarde y repetí jugada. Ya no probó más.

Firme en mi propósito de no cambiar con ella más palabras que las de nuestro saludo incial, poco después me despedí saludándola indolentemente con la mano y una media sonrisa, para perderme en la noche compostelana sintiendo las dos brasas de sus ojos oscuros clavadas en la nuca como agujas de acupuntura
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Bien hecho. Yo también hago lo mismo, mis amigos imaginarios me llaman soberbio, pero yo soy de los que piensan que el amor empieza en uno mismo.
 
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- ¿Por qué no me llamas, Stradivarium?
 
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