Yo me hago muy pocas pajas, me suele aburrir mucho tener que estimular el manubrio con la imaginación, me resulta poco satisfactorio, salvo en ocasiones muy puntuales. Es la forma más barata y menos problemática de vaciar las gónadas, pero a mi no me resulta motivadora, de modo que cuando tengo ganas de follaina suelo quedar con alguna tipa que conozco y entonces nos montamos libaciones de lefa y esas cosas. Como no vivimos en el mismo sitio y la disponibilidad no es siempre a gusto del consumidor, pues vamos quedando de tanto en cuanto, y a veces cogemos una habitación de hotel, o casas cochambrosas legadas en herencia, donde nos explayamos en el tema del ñogo ñogo y guarrerías varias. Pero lo de la paja así, con imaginación y esas cosas, me gustaba cuando era adolescente y en mi temprana juventud, cuando las hormonas eran incontrolables y para saciarte tenías que hacer 4-5 pajas a la crema diarias.
Durante mi adolescencia, y para hacer rabiar a una de mis hermanas, siempre utilizaba un peluche suyo para descargar la ambrosía, y se lo tenía jamagoso. Ella no entendía que era esa materia pringosa que cubría la faz de su moñeco inocente. Un material viscoso que al secarse adquiría tonos amarillentos, y que obligaban a la inocente niña preadolescente a meter al oso en la lavadora. Pero daba igual, al cabo de dos días, otra ristra de lefazos volvía a plantearle la misma problemática. No sé si se hacía la mongui o que no quería reconocer la realidad, pero al final me acusaba de limpiarme el ojete con su peluche, cuando en realidad estaba ensayando cumshots, para aprender a tratar con las féminas y esas cosas.