Dejé a mi perro en la perrera y por 20€ me lo envasaron al vacío.

Era tu buena conciencia, que murió.



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Una vez leí, no he leído el libro, que en la novela original Pinocho mata al grillo aplastándolo con el pie por plasta :lol:
 
Una vez tuve un grillo de mascota. Duró 2 días. No pude superarlo.
En una ocasión capturé en una misma tarde una hormiga y un bicho bola y los introduje en una caja de Ferrero Rocher vacía, de esas de plástico transparente. El bicho bola era más grande pero en los encontronazos que tenían dentro de la jaula la hormiga lo tumbaba sin dificultad. Lo de la fuerza relativa de las hormigas es totalmente cierto.
 
Joder, @Cimmerio, Pepito grillo viene a representar en Pinocho, la buena conciencia, el angelito bueno del hombro que discute con el demonio del otro hombro. El plasta, que dice @Britzingen.
 
A ver es que es normal si llevas un perro a la perrera lo amuñecan, si no lo adoptan lo amuñecan.

Debería haberlo llevado a una guardería para perros.
 
Me has puesto un '¿Ah?'. He interpretado que tu retrasaduría te impedía comprender.
Era un gesto de reflexión profunda sobre su afirmación, como los silencios de las conversaciones de las películas japonesas, pero como le estoy cogiendo gustillo a esa reacción, al final voy a acabar peor que hermban el emoticón de :lol:.
Bona nit i bona venture.
 
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La leche puta, vereis cuando se entere @redpo. Yo ando en un dilema moral. Tengo una oferta de trabajo buenísima. Y tengo dos perros que han matado mi soledad. sobre todo (en realidad había puesto sobre todo junto porque soy un subnormal) uno. Me prometí no dejarlo jamás y aún mantengo mi promesa. Lo mismo que con un gato que tuve, el cual al morir tuvo su luto entre inciensos. Debo ser de ese tipo de anormales que creen en que la vida poco les premia, pero a veces les da una mascota para recordarles que este momento es único, maravilloso, aunque se sienta aciago y feo. Me envasan mi perro al vacío y sé a quien llamar. Es más, hace media hora bebíamos Cruzcampos, ese no maneja el 9 mm, sino la media pulgada. Que rece, si sabe.
 
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Es curioso ésto de los animalitos.

Mi perrito de la infancia era un cruce de chihuahua al que llamábamos Pelusín. Mis padres lo compraron cuando yo tenía 7 años o así, el perro igual vivió como 12-15 años. Un día se le enganchó una pata en el sofá y se la dislocó de la cadera, y lo llevamos al veterinario para que se la colocaran. Pero el bichito nunca volvió a ser el mismo y cada par de años se le salía la pata sola. Estaba ahí correteando y de repente empezaba a chillar de dolor como un loco, y a colocársela otra vez. Recuerdo estar una de las últimas veces yo con el veterinario, con el perro sedado, bregando los dos para colocársela, al final conseguirlo, pero ya decirme el tío que el animal tenía el hueso gastado y que harían falta tornillos. Al final lo operamos (bueno, decidían mis padres), pero los perros después de ésto siempre van para detrás, y poco a poco dejó de mover las patas de atrás, se cagaba encima, etc.

Sus últimos años fueron tal vez los peores porque por un lado, mis padres lo tenían en la azotea y por alguna razón se empeñaban en encerrarlo de noche en el cuarto de la lavadora. Como cama tenía un balde el cual al principio no era un problema pero ya de viejo se le hizo demasiado alto y no podía salir sólo. Yo recuerdo hablar con mis padres para que dejáramos de encerrarlo, cambiar el balde ése, pero mis padres siempre siempre pasaron de mis opiniones en una especie de "aquísehaceloqueyodiga" eterno. Entonces la calidad de vida del perro fue empeorando, ya que mi padre pasaba, y ya por aquel entonces mi madre empezó a tener problemas de columna y remoloneaba para subir a la azotea a sacarlo, y yo estaba en plena edad del pavo pasivo-agresiva, y como no me hacían caso, pues como venganza yo a mi vez pasaba del perro. Pero recuerdo muchas veces subir a la azotea y mirar por la ventana del cuartucho y verlo en el balde esperando a que lo sacaran, y levantar la cabeza al verme, y a veces yo lo sacaba pero otras veces pasaba; pero si pasaba el remordimiento me acompañaba todo el día, recuerdo ése remordimiento como si fuera hoy mismo.

Pienso a menudo en ése perrito, en sus ojitos suplicantes, en las veces en que me mordío el cabronazo :lol:, y el remordimiento no me abandona. Al final me redimí un poco porque cuando lo eutanasiamos el único que estuvo con él fuí yo, mis padres no tenían fuerzas. Es curioso que aunque tengo entereza ante la muerte (tal vez porque no veo en ella más que un proceso biológico), es el sufrimiento en vida lo que me deja dolido. Pienso en los animalitos, en su estupidez de pequeños autómatas genéticos, en su existencia ciega, deseo ciego, hambre ciega, rabia ciega: puro sufrimiento (aunque tal vez también felicidad ciega). Nuestro sufrimiento autoconsciente es más refinado, pero por lo mismo podemos evadirnos con el arte o la imaginación, el de ellos es crudo, a puro machete.

Hace un par de años cuando mi madre había perdido bastante movilidad, una de las veces que estuve en Tenerife, estábamos en el salón y a ella no le dió tiempo de llegar al baño. Yo que ya sabía lo que había, la cogí de la mano en medio del salón y le dije "no te preocupes, no corras que no quiero que te caigas, háztelo aquí y yo me ocupo" y ella me miró con mucho alivio. Se cagó encima, la acompañé al baño para que se limpiase, y mientras yo limpié lo del salón. Nada especial que no solucione una pinza en la nariz. Y pensé en el perrito aquél, en sus patas que también le fallaban, y en cómo se cagaba encima también. Como mi madre.

Cuando se murió mi madre estuve tranquilo siempre, más de un día de velatorio (cayó en un festivo y hubo que acoplarle un congelador al ataúd porque iba a estar allí más de lo normal), había visualizado la situación tantas veces en mi cabeza que no me impresionó. La única angustia que yo tenía era cuando vivía, angustia de que se cayera, de que se hiciera daño, igual que cuando voy por la calle y veo a un perro cruzar a lo loco la carretera me tengo que tapar los ojos, pero si lo veo muerto no me produce nada.

En fín, no sé.
 
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Es curioso ésto de los animalitos.

Mi perrito de la infancia era un cruce de chihuahua al que llamábamos Pelusín. Mis padres lo compraron cuando yo tenía 7 años o así, el perro igual vivió como 12-15 años. Un día se le enganchó una pata en el sofá y se la dislocó de la cadera, y lo llevamos al veterinario para que se la colocaran. Pero el bichito nunca volvió a ser el mismo y cada par de años se le salía la pata sola. Estaba ahí correteando y de repente empezaba a chillar de dolor como un loco, y a colocársela otra vez. Recuerdo estar una de las últimas veces yo con el veterinario, con el perro sedado, bregando los dos para colocársela, al final conseguirlo, pero ya decirme el tío que el animal tenía el hueso gastado y que harían falta tornillos. Al final lo operamos (bueno, decidían mis padres), pero los perros después de ésto siempre van para detrás, y poco a poco dejó de mover las patas de atrás, se cagaba encima, etc.

Sus últimos años fueron tal vez los peores porque por un lado, mis padres lo tenían en la azotea y por alguna razón se empeñaban en encerrarlo de noche en el cuarto de la lavadora. Como cama tenía un balde el cual al principio no era un problema pero ya de viejo se le hizo demasiado alto y no podía salir sólo. Yo recuerdo hablar con mis padres para que dejáramos de encerrarlo, cambiar el balde ése, pero mis padres siempre siempre pasaron de mis opiniones en una especie de "aquísehaceloqueyodiga" eterno. Entonces la calidad de vida del perro fue empeorando, ya que mi padre pasaba, y ya por aquel entonces mi madre empezó a tener problemas de columna y remoloneaba para subir a la azotea a sacarlo, y yo estaba en plena edad del pavo pasivo-agresiva, y como no me hacían caso, pues como venganza yo a mi vez pasaba del perro. Pero recuerdo muchas veces subir a la azotea y mirar por la ventana del cuartucho y verlo en el balde esperando a que lo sacaran, y levantar la cabeza al verme, y a veces yo lo sacaba pero otras veces pasaba; pero si pasaba el remordimiento me acompañaba todo el día, recuerdo ése remordimiento como si fuera hoy mismo.

Pienso a menudo en ése perrito, en sus ojitos suplicantes, en las veces en que me mordío el cabronazo :lol:, y el remordimiento no me abandona. Al final me redimí un poco porque cuando lo eutanasiamos el único que estuvo con él fuí yo, mis padres no tenían fuerzas. Es curioso que aunque tengo entereza ante la muerte (tal vez porque no veo en ella más que un proceso biológico), es el sufrimiento en vida lo que me deja dolido. Pienso en los animalitos, en su estupidez de pequeños autómatas genéticos, en su existencia ciega, deseo ciego, hambre ciega, rabia ciega: puro sufrimiento (aunque tal vez también felicidad ciega). Nuestro sufrimiento autoconsciente es más refinado, pero por lo mismo podemos evadirnos con el arte o la imaginación, el de ellos es crudo, a puro machete.

Hace un par de años cuando mi madre había perdido bastante movilidad, una de las veces que estuve en Tenerife, estábamos en el salón y a ella no le dió tiempo de llegar al baño. Yo que ya sabía lo que había, la cogí de la mano en medio del salón y le dije "no te preocupes, no corras que no quiero que te caigas, háztelo aquí y yo me ocupo" y ella me miró con mucho alivio. Se cagó encima, la acompañé al baño para que se limpiase, y mientras yo limpié lo del salón. Nada especial que no solucione una pinza en la nariz. Y pensé en el perrito aquél, en sus piernas que también le fallaban, y en cómo se cagaba encima también. Como mi madre.

Cuando se murió mi madre estuve tranquilo siempre, más de un día de velatorio (cayó en un festivo y hubo que acoplarle un congelador al ataúd porque iba a estar allí más de lo normal), había visualizado la situación tantas veces en mi cabeza que no me impresionó. La única angustia que yo tenía era cuando vivía, angustia de que se cayera, de que se hiciera daño, igual que cuando voy por la calle y veo a un perro cruzar a lo loco la carretera me tengo que tapar los ojos, pero si lo veo muerto no me produce nada.

En fín, no sé.

Cada día avatates más curiosos. Aunque prefiero los de féminas.
 
Y luego dicen que yo maltrato a mis perros.

Lo de la diarrea se soluciona dándoles plátanos.
Y dejando que coman hierba para purgarse.

Pero claro, que sabemos los de pueblo sobre animales, que somos todos unos maltratadores taurinos y cazadores
 
Y dejando que coman hierba para purgarse.

Pero claro, que sabemos los de pueblo sobre animales, que somos todos unos maltratadores taurinos y cazadores

Buenas hierbas, con Doundup (glifosato).

Así murieron los perros del subnormal de mi compadre Cabrera, unos pastores alemanes bellísimos.
 
Estos ven comer hierba a un perro y se creen que es vegano.

Detalle curioso: el gato que tuvimos que tenía leucemia felina, antes de saber que la tenía veíamos que buscaba y comía piedrecitas. El veterinario nos dijo que era porque debido a la leucemia tenía falta de minerales. Nunca deja de sorprenderme cómo heredan de manera genética esos automatismos de supervivencia.
 
Detalle curioso: el gato que tuvimos que tenía leucemia felina, antes de saber que la tenía veíamos que buscaba y comía piedrecitas. El veterinario nos dijo que era porque debido a la leucemia tenía falta de minerales. Nunca deja de sorprenderme cómo heredan de manera genética esos automatismos de supervivencia.

Dios santo, la primera vez que escucho eso de «leucemia felina», a veces la naturaleza es sabia, el pobre buscaba lo que su propia naturaleza le pedía.
 
Detalle curioso: el gato que tuvimos que tenía leucemia felina, antes de saber que la tenía veíamos que buscaba y comía piedrecitas. El veterinario nos dijo que era porque debido a la leucemia tenía falta de minerales. Nunca deja de sorprenderme cómo heredan de manera genética esos automatismos de supervivencia.

Pudiera ser, pero no lo veo tan raro. La mayoría de los animales buscan piedra de sal para alimentarse de ella. Y las aves, por ejemplo, comen gravilla para facilitar la digestión en el buche.
 
Nunca deja de sorprenderme cómo heredan de manera genética esos automatismos de supervivencia.
Eso le pasa a cualquier animal, incluso al ser humano. En cuanto el cerebro nota que a la dieta le falta algo y/o el organismo carece de cualquier mineral o elemento esencial para la vida general unas intensas ganas de comer y de saciarse con cualquier cosa. Se pueden llegar a ingerir alimentos que en cualquier otra circunstancia generarían repulsión.

Ejemplo concreto: Situación de superviencia extrema en un naufragio donde solo puedes comer peces. Al principio te comerías la carne en sí pero al cabo de un tiempo debido a que la carne tiene proteínas pero no tiene las vitaminas y minerales necesarias uno acabaría comiéndose otras partes del pez como por ejemplo el hígado, los ojos, espinas etc. de manera instintiva.
 
Yo a mi gato no lo dejo con nadie. La gente se cree que es muy mono y cojo. Al principio les da miedo y luego a darle la brasa raro. Y él lo pasa mal.
Nosotros dos nos conocemos a las mil maravillas, me muerde le muerdo dormimos juntos a diario, tenemos nuestras conversaciones...
Yo he topado con bichos ajenos y máximo respeto, pero hay gentuza que se cree que les puede toquetear porque sí tipo violador y NO
Son muy suyos
 
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