Una buena cicatriz en la cara es un tesoro, es un signo exterior que impone respeto a los demás individuos del grupo, la cara es el primer mensaje que recibe tu interlocutor antes de que se inicie la conversación, según el rostro que presentes se predisponen una serie de expectivas en el que lo contempla, una valoración automática e inconsciente que se activa sin remedio(personalidad, pasado, potencia sexual, dominancia, estatus, en fin, es infinita la información que proporciona la jeta)estas expectativas hacen que se cometa un sesgo de confirmación respecto a toda esta información implícita, haciendo que el receptor se comporte de tal manera que acaba propiciando que sus profecias se cumplan, sí se activa la red semántica de que eres un "hijo de puta loco peligroso", te tratará como tal, haciendo que al final tú mismo te comportes como un "hijo de puta loco peligroso" con la consecuencia de que sus predicciones quedan confirmadas y reforzadas. Todo esto ya lo había leído en la carrera (me quedan unos poquitos créditos para licenciarme en psicología) pero necesitaba dar un valor empírico a un hecho presente en todo el reino animal, y que marca el devenir de las relaciones interpersonales.
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La cosa empezó a funcionar en el día a día, en la biblioteca, en el centro comercial, imbuido en hostil tráfico, con el viejo de la cola del banco, con la zorra teen que te cruzas cuando sale del instituto, fue en estas situaciones cuando pude comprobar como mi cara marcada infundía respeto, miedo, dedicación,hipervigilancia,y es que en la gran mayoría de las interacciones que provocaba, me erigía en una cómoda posición de ventaja desde la cual dirigía la conversación por donde se me antojaba, los "otros" seguían mi batuta con cara de seriedad y alerta, detectaba sus putos movimientos sacádicos con infinidad de fijaciones en mi seca y pardusca herida.