tortuga ligera rebuznó:
Company Leproso, dos temas;
Las “manoletinas”.
¿Con el tiempo se han modernizado más de lo que a simple vista parece?
Porque lo que parecen son unas bailarinas, que deben proteger poco o nada de un pisotón. Y además con todo el empeine al aire.
Yo cada vez que veía al Fandi correr p’atrás a cuarenta por hora después de banderillas, pensaba; “se le va a salir una, va a caer de culo, y vamos a padecer”.
Las “retiradas”.
¿Porque se retiran jóvenes y figuras?
Si saben perfectamente que al cabo de unos años van a volver. ¿Por qué esa pérdida de tiempo? ¿Es por la familia?
[lametón escrotal]Que bien escribes cabron, que envidia me das.[/lametón escrotal]
Poco han variado, tema de suelas, agarre y cosas de esas, pero el cuero, siempre de la mejor calidad y flexibilidad. Van muy ajustadas al pie, como una segunda piel ( cuesta calzarlas ) y es difícil que se salgan solas. Como bien dices, no protegen nada el pie, y más de uno preferiría una cornada limpia de dos cuartas a un pisotón en el empeine. Si se encharca el ruedo por imprevisto y repentino aguacero, mejor quitárselas pues aquello esbara como una pista de hielo. Y por unos setenta u ochenta florines, vas hecho un pincel.
Lo de las retiradas es más complicado, del toro ( como casi todo en la vida ), te vas o te echan. Te vas porque ya te has hecho rico, no tienes más que decir o ya no puedes. Luego las reapariciones, ya sabéis que no me gusta hablar de dineros, pero aquí, uno se vuelve a poner delante cuando anda canino, que para matar el gusanillo nunca falta el amigo ganadero que te pone las becerras que quieras para que vuelvas a sentir el veneno del toro en las venas. Y así te ahorras al peor enemigo del torero que es el público y el público nos ahorramos eso de que necesitabas volver porque te quedaban cosas que decir en el toreo, necesidad de dar lo que aún llevas dentro y blao, blao. Y todos tan amigos.
Una retirada hamérrima, Emilio Ortuño “Jumillano”: de novillero compartiendo muchos carteles con “Pedrés”, en los últimos cuarenta ya era rico, en Barcelona lo hicieron suyo y se hartó a torear. Toma la alternativa, y triunfos, éxitos y dineros, en España y América; escasos cinco años de matador y se retira, ya hasta hoy. Elegante, serio de poca parla, un señor.
Y os cuento por qué se retiró, o al menos así nos lo contó compartiendo mantel con una catedrática de derecho civil no menos hama que él: aficionada y buena taurina como pocas he conocido, largaba del censo enfitéutico o del testamento ológrafo ( según opinión generalizada en la doctrina, ella es máxima autoridad en la materia ) echando sangre y alma por la boca, como Camarón, aunque los destinatarios no fuera personal embrujado por el hijo de Juana y Luis, sino récuas de mulas y paradas de cabestros encaramados en las bancas del aula. Pues así los tres, un pedazo de torero y tipo serio, una guapísima, elegantísima y erudita mujer y vuestro Leproso; no nos apeamos el tratamiento hasta vencida la segunda copa de vino, como debe ser, y llegó la pregunta: Emilio, ¿por qué te retiraste?, preguntó la dama, te vi un montón de tardes, eras el mejor, podías con todos los toros y raro era que no salieras a hombros cada tarde.
Muy sencillo dijo: me preguntó una tarde mi padre ( Isidro Ortuño, celebérrimo personaje taurino), hijo ¿tienes finca y cortijo?, si, ¿la cuenta en el banco está bien cumplida?, si ¿te has sentido a gusto contigo y el público toreando?, si. ¿Quieres que te lo tenga que llevar algún día a la tumba?. Satisfecha nuestra curiosidad, seguimos con la cena.
Y agradecido por sus elogiosas palabras, hamijo.