Cuando estuve allí (año 2000), los karaokes eran puticlubs encubiertos y las peluquerías tres cuartos de lo mismo (me dejé seducir para un lavado de cabeza con corte de pelo y acabé intentando alcanzar la salida con los pantalones en las rodillas y tres fulanas tirándome de los brazos y la ropa mientras rebuznaban cosas ininteligibles en su idioma). Fuera de Beijing (significa Capital del Norte, Pekín no significa nada aunque creo que lo recomienda la RAE) mucha gente se sorprendía de ver un occidental, los niños pequeños literalmente enmudecían, los mayores saludaban en inglés. Restaurantes cantoneses como zoológicos comestibles, perros despellejados en los mercados, trillones de baratijas en cada esquina. Lo del ligoteo no me pareció especialmente fácil, caras guapas casi inexistentes, bastantes cuerpos aceptables. Arquitectura y también pintura y caligrafía repitiendo el mismo patrón durante 2000 años con variaciones inapreciables para los ojos del lego occidental (a lo mejor ellos también confunden el Románico con el Barroco). Por cierto, para ellos los occidentales somos chinos, es decir, todos iguales: nariz larga y piel de cadáver.