Me han pasado este testimonio de alguien de la región astur-leonesa (por la palabra "xesta".
No sé si es cierto lo de la entrevista o sólo un relato para soltar la rabia, pero merece la pena.
Hoy me visitó un medio de comunicación para cubrir la noticia de los devastadores incendios que están asolando nuestras tierras. Una de las preguntas que me hacía era: ¿Quién tenía la culpa de lo sucedido? Yo le contesté que, desde mi punto de vista, el culpable era el BOE (Boletín Oficial del Estado). Quedaron un poco sorprendidos por la respuesta, y me dijeron que ya habían escuchado que la culpa la tenía el gobierno central (PSOE), el gobierno autonómico (PP), la Comunidad Europea (PP+PSOE), los pirómanos, la falta de medios, etc.… Pero nunca habían escuchado que la culpa de lo que estaba pasando la tuviese el BOE.
Mientras charlábamos pasaron dos hidroaviones a tirar agua a unas xestas que ardían en mitad del monte, mientras un helicóptero de coordinación sobrevolaba por encima de ellos y una unidad de la UME, otra de brigadistas y dos coches de protección civil vigilaban desde la distancia. Este panorama me sirvió de base para explicar mi respuesta.
Hace 25 años, en ese monte había seis o siete vacas y un pequeño rebaño de cabras que eran las que se ocupaban de que las xestas no creciesen. Hace 18, una normativa publicada en el BOE establecía las prohibiciones para tener vacas en pastoreo extensivo. Hace 15 años establecieron las limitaciones del número de cabras y ovejas que podrían tener los vecinos, haciendo imposible tener este tipo de ganado en los pueblos. Hace 12 años salió publicada en el BOE una nueva normativa de bienestar animal que terminó definitivamente con la tradición de tener un par de cerdos en casa, a los que se les hacían mullidas camas de paja y xestas para que descansasen mientras hacían abono. Este abono se usaba para fertilizar las viñas que rodeaban los pueblos y que también prohibieron seguir plantando, por otra normativa publicada de impacto medioambiental.
Hace seis años prohibieron cortar xestas, recoger piñas o traer leña caída del monte a riesgo de fuertes sanciones económicas y multas. El año pasado impusieron una normativa absurda para controlar el número de gallinas y gallineros que teníamos, haciendo que de golpe más del 60% de las gallinas y gallineros de los pueblos desapareciesen. Ya de paso, aprovechó el BOE para hacer ver al mundo lo importante que era proteger al lobo, a los patos petirrojos, las alimañas y las garduñas, y de paso prohibir las batidas de jabalíes y estigmatizar a los cazadores.
Entre medias, nuevas publicaciones en el BOE, de 2014/2025, fueron prohibiendo usos comunes como el de recolección de madera, apicultura, setas, utilización de pesticidas y fitosanitarios, poda y recolección de castaños, venta de castañas, etc., etc., haciendo de actividades tradicionales y culturales una maraña administrativa y burocrática imposible de cumplir, que desembocó en el abandono de todas las actividades ganaderas y agrícolas.
Se crearon cientos de chiringuitos para controlar que se cumplía la normativa, que llenaron con miles de funcionarios que justifican su existencia diciendo que todo esto es por nuestro bien, ya que como somos tontos, no sabemos vivir y nos tienen que guiar como al burro de Manolo (al que, por cierto, tuvo que sacrificar por una nueva normativa que no permitía tener burros pastando cerca de casa).
Es difícil discernir de este sistema, ya que por un lado los medios de comunicación y redes sociales nos alinean en un único pensamiento del que no puedes discrepar, ya que, si lo haces, te estigmatizan o te sancionan. Y por otro, tu hijo, que iba para apicultor, ahora está de subdirector general de “Control de colmenas”, para vigilar que no se elabore miel casera, y tu sobrino es brigadista forestal controlando que su abuelo no corte una salgueira al lado del río, en un claro ejemplo de “si no puedes con ellos, únete a ellos”.
En este momento de la conversación creía que los periodistas se habían dormido, pero los tenía medio anestesiados escuchando. El más bajito, con cara de recién licenciado, espabiló y me preguntó:
—¿Y… qué se puede hacer?
Pues el BOE sólo se puede combatir con el BOE, pero eso va a ser imposible, porque llevamos muchos años utilizando el BOE para destruir un modo de vida. Una forma de vivir que no se puede controlar y que, a día de hoy, Europa quiere controlar o destruir. Los que vivimos en los pueblos sabemos que hay 200 aldeas alrededor, tenemos agua propia, reciclamos por costumbre, sabemos quién vive en cada una de ellas, sabemos a qué se dedican: uno tiene cuatro vacas, otro cabras, otro ovejas, otro hace miel, otro leña, otro embutidos caseros, otro huevos… pero ellos no lo saben. No es fácil controlar a diez vecinos en cada una de estas aldeas, por lo tanto, como no son capaces de controlarlos, los hacen desaparecer. Que no llegan las normativas y prohibiciones para destruir nuestro medio de vida… No pasa nada, les privo de médicos, les privo de escuelas, de tren, de autobús, de comunicaciones… “Qué pesados son estos galos que no se dan extinguido”.
—Entonces, ¿qué va a pasar? —me preguntó el compañero de gafas.
Pues ahora viene aplicar el protocolo: la maquinaria de los rojos echándole la culpa a los azules, los azules a los rojos y ambos prometiendo ayudas y subvenciones irreales para solucionar problemas reales. ¿Cuánto vale la palleira del abuelo Pepe, en la que nos juntábamos toda la familia y vecinos a merendar? ¿Y la cuadra de la abuela María, donde guardaban las patatas, los tomates y las castañas? Para Pepe y para María valen media vida; para el catastro, 48 y 32 euros respectivamente. Pero mejor no digas nada, porque te lo van a hacer tirar por no estar dado de alta como uso agropecuario, por la normativa de 2016 de usos urbanísticos rurales (también en el BOE).
Como el que primero te corta las piernas y luego te da unas muletas, esperando que lo aplaudas. Nos han metido en una enfermedad terminal, y ahora nos dan ibuprofeno (miles de pastillas) para combatirlo. Por más que vengan cientos de aviones, helicópteros, ejército, UME, bomberos, etc., por más que vengan con su mayor voluntad, por más que lo den todo para defendernos (y de lo cual estamos muy, muy, muy agradecidos), no van a impedir que se queme el monte. Ellos pueden mitigar el dolor, o en este caso minimizar los daños, pero la enfermedad continúa avanzando.
Al final de la conversación, las xestas ardieron a pesar de que se incorporaron dos helicópteros y tres camiones de bomberos, pero eso sólo es ibuprofeno. Para que las xestas no ardan, los pueblos no se quemen y la enfermedad no avance… necesitamos cabras, viñas y castaños, no burócratas y funcionarios aplicando absurdas normativas del BOE.
NECESITAMOS QUE NOS DEJEN VIVIR EN LOS PUEBLOS, SÓLO ESO.