Libros El hilo de los fragmentos memorables

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La maldición que pesa sobre nosotros pesaba ya sobre nuestro primer ancestro, incluso antes de que se dirigiera hacia el árbol del conocimiento. Insatisfecho de sí mismo, más lo estaba de Dios a quien envidiaba sin estar consciente; iba a estarlo gracias a los buenos oficios del tentador, auxiliar, y no autor, de su ruina. Antes, vivía con el presentimiento del saber, en una ciencia que se ignoraba a sí misma, en una falsa inocencia, propicia al estallido de los celos, vicio engendrado por el comercio con seres más afortunados; ahora bien, nuestro ancestro congeniaba con Dios, lo espiaba y era espiado por él. Nada bueno podía resultar. "Puedes comer de todos los árboles del jardín, pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no comerás, pues el día en que comieras morirás seguramente". La advertencia superior se reveló menos eficaz que la advertencia inferior: mejor psicólogo, la serpiente ganó la partida. Por otra parte, lo que el hombre pedía era morir; queriendo igualar a su Creador por el saber y no por la inmortalidad, no tenía ningún deseo de aproximarse al árbol de la vida, no sentía interés alguno; de eso se dio cuenta Jehová puesto que no le prohibió el acceso a él: ¿por qué temer la inmortalidad de un ignorante? Pero todo cambiaba si el ignorante comía de los dos árboles y entraba en posesión de la eternidad y de la ciencia.
La Caída en el Tiempo - Cioran

Sí, soy un fetichista de las alegorías celestiales. Es un hecho.
 
Un fragmento de "El criticón" de Baltasar Gracián, grande entre grandes.
—Un secreto ha días deseo saber de Italia —dijo Critilo.

—¿Qué cosa? —le preguntó el Cortesano.

—Yo te lo diré: ¿Cuál sea la causa que siendo los franceses tan fatales para ella, los que la inquietan, la azotan, la pisan, la saquean, cada año la revuelven y son su total ruina, y al contrario, siendo los españoles los que la enriquecen, la honran, la mantienen en paz y quietud, los que la estiman, siendo Atlantes de la iglesia católica romana: con todo eso, se pierden por los franceses, se les va el corazón tras ellos, los alaban sus escritores, los celebran sus poetas con declarada pasión, y a los españoles los aborrecen, los execran y siempre están diciendo mal de ellos?

—¡Oh! —dijo el Cortesano—, has tocado un gran punto: no sé cómo te lo dé a entender. ¿No has visto muchas veces aborrecer una mujer el fiel consorte que la honra y que la estima, que la sustenta, la viste y la engalana, y perderse por un rufián que la da de bofetadas cada día y la acocea, la azota y la roba, la desnuda y la maltrata?

—Sí.

—Pues aplica tú la semejanza.
 
“Hace mucho tiempo que evito las multitudes. Las rehúyo. Sé que todo, o casi todo, fue culpa suya. Me refiero a lo malo, a la guerra y a todos los Kazerskwirs, los cráteres que la guerra horadó en el cerebro de mucha gente. He visto a los hombres en acción cuando saben que no están solos, que pueden diluirse, disimularse en una masa que los engloba y supera, una masa formada por miles de rostros como los suyos. Se alegará que la responsabilidad es de quien los arrastra, los azuza, los hace bailar como a una serpiente alrededor de un bastón, y que las muchedumbres no son conscientes de sus actos, su dirección ni su futuro. Es mentira. Lo cierto es que la muchedumbre en sí es un monstruo, un enorme cuerpo que se engendra a sí mismo, compuesto de miles de otros cuerpos pensantes. Y también sé que no hay muchedumbre feliz. Detrás de las sonrisas, las risas, las músicas y los eslóganes hay sangre que se calienta, sangre que se agita, sangre que gira y enloquece al verse revuelta y removida en su propio torbellino”.

El informe de Brodeck, Philippe Claudel
 
- El erotismo no es sólo un deseo del cuerpo, sino también, en la misma medida, un deseo del honor. La pareja que hemos logrado, la persona a la que le importamos y que nos ama, es nuestro espejo, la medida de lo que somos y lo que significamos. En el erotismo buscamos la imagen de nuestro propio significado e importancia. Sólo que para mi putita la cosa estaba complicada. Ella iba con cualquiera, así que había tantos espejos que la imagen que reflejaba era completamente confusa y ambigua. Y además, cuando uno va con cualquiera, deja de creer que una cosa tan corriente como hacer el amor pueda tener para él un verdadero significado. Así que se busca la significación precisamente en el lado opuesto. El único que podía darle a aquella putita la medida clara de su valor humano era el que la deseaba pero al que ella misma rechazaba. Y como naturalmente quería confirmarse ante sí misma como la más hermosa y la mejor, eligió con gran precisión y muchas exigencias al único que iba a honrar con su rechazo. Cuando finalmente optó por mí, comprendí que era un extraordinario honor y hasta hoy lo considero mi mayor éxito erótico.
El Libro de los Amores Ridículos - Kundera
 
"Hacía mucho frío en la estancia, mientras, Wallace se apuraba en la chimenea y de pronto, el bufón se encaró hacia él:-Eso es, soplad, sir Wallace, soplad fuerte y con ganas. Lo mismo ni siquiera necesitamos el fuego si expulsáis el frío del cuarto con la calidez de vuestro aliento.
Wallace no se levantó, pero lanzó una mirada asesina al bufón por encima del hombro.
-Trae más leña, ¿quieres? Estos palos no quieren prender. El fuego pasa por encima pero no arde la madera. Necesito agua caliente para prepararle al rey su té antes de que se acueste.
-¿Le cuesta acostarse? ¿Cuánto le cuesta? ¿Cuándo se acuesta? El fiel Wallace quiere que se acueste ahora, cueste lo que cueste. Más no se acostará a mi costa. ¡Guardias!¡A mí la guardia! ¡Acostaremos al rey a su costa! -Se asomó a la puerta y comenzó a llamar a la guardia a voz en grito, volvió al rato con expresión compungida-. También cuesta llamar a la guardia, pobre Wallace.
-¿Por qué no acude la guardia? -Preguntó Wallace. Se dirigió al sirviente -Corre y trae a los guardias. Dijeron que nos seguirían enseguida.
-¿Los guardias nos seguirían enseguida?¿Estamos en Seguida? ¿Nos siguen siguiendo? ¡Mira que no seguirnos en seguida! ¡A seguida, enseguida!
-¡Deja de decir tonterías! -Espetó Wallace al Bufón-. Busca a los guardias.
-¿Busca? Empieza protestando porque no prende la madera y termina confundiéndome con su mascota. ¡Ah! Que busque el palo dices, ¿dónde está el palo?
Y el Bufón comenzó a ladrar como un perro y a corretear por el cuarto como si le hubieran lanzado un palo."


El Vatídico II, Robin Hobb


Una sonora carcajada acudió a mi garganta, será por este aparte dentro del tono general del libro.
 
Lo he puesto en el General en referencia al nuevo moderador. Lo cuelgo aquí ahora porque no quiero que nadie piense que mío, por favor.

Helicón: (de un extremo a otro del escenario) Buenos días, Cayo.

Calígula: (con naturalidad) Buenos días, Helicón.

(Silencio.)

Helicón: Pareces cansado.

Calígula: He caminado mucho.

Helicón: Sí, tu ausencia se ha prolongado mucho.

(Silencio.)

Calígula: Era difícil de encontrar.

Helicón: ¿El qué?

Calígula: Lo que yo quería.

Helicón: ¿Y qué es lo que querías?

Calígula: (sigue con naturalidad) La luna.

Helicón: ¿Qué?

Calígula: Sí, quería la luna.

Helicón: ¡Ah! (Silencio. Helicón se acerca.) ¿Para qué?

Calígula: Bueno… Es una de las cosas que no tengo.

Helicón: Claro. ¿Y ya está todo resuelto?

Calígula: No, no he podido conseguirla.

Helicón: ¡Qué lástima!

Calígula: Sí, por eso estoy cansado. (Pausa.) ¡Helicón!

Helicón: Sí, Cayo.

Calígula: Piensas que estoy loco.

Helicón: De sobra sabes que nunca pienso. Soy demasiado inteligente para eso.

Calígula: Sí. ¡En fin! Pero no estoy loco y aún más: nunca he sido tan razonable. Simplemente, sentí en mí, de pronto, la necesidad de lo imposible. (Pausa.) Las cosas, tal como son, no me parecen satisfactorias.

Helicón: Es una opinión bastante difundida.

Calígula: Es cierto. Pero antes no lo sabía. Ahora lo sé. (Continúa con naturalidad.) El mundo, tal como está hecho, no es soportable. Por eso necesito la luna o la felicidad, o la inmortalidad, algo descabellado quizá, pero que no sea de este mundo.

Helicón: Es un razonamiento que se tiene de pie. Pero en general no es posible sostenerlo hasta el fin.

Calígula: (levantándose, pero con la misma sencillez) Tú de eso no sabes nada. Si las cosas no se consiguen es porque nunca se las persigue hasta el fin. Pero quizá baste con permanecer lógico hasta el fin. (Mira a Helicón.) También sé lo que estás pensando. ¡Cuántas complicaciones por la muerte de una mujer! Pero no es eso. Creo recordar, es cierto, que hace unos días murió una mujer a quien yo amaba. Pero ¿Qué es el amor? Poca cosa. Esa muerte no significa nada, te lo juro; sólo es la señal de una verdad que me hace necesaria la luna. Es una verdad muy simple y muy clara, un poco tonta, pero difícil de descubrir y pesada de llevar.

Helicón: ¿Y cuál es esa verdad, Cayo?

Calígula: (apartado, en tono neutro) Los hombres mueren y no son felices.

Helicón: (después de una pausa) Vamos Cayo, es una verdad a la que nos acomodamos muy bien. Mira a tu alrededor. Eso no les impide almorzar.

Calígula: (con súbito estallido) Entonces. Todo a mi alrededor es mentira, y yo quiero que vivamos en la verdad. Y justamente Tengo los medios para hacerles vivir en la verdad. Porque sé lo que les falta Helicón. Están privados de conocimiento y les falta un profesor que sepa lo que dice.

Helicón: No te ofendas, Cayo, por lo que voy a decirte. Pero deberías descansar primero.

Calígula: (sentándose y con dulzura) No es posible Helicón, ya nunca será posible.

Helicón: ¿Y por qué no?

Calígula: Si duermo ¿Quién me dará la luna?

Helicón: (después de un silencio) Eso es verdad.

Calígula: (se levanta con visible esfuerzo) Escucha Helicón. Oigo pasos y rumor de voces. Guardad silencio y olvida que acabas de verme.

Helicón: He comprendido

Calígula: (se dirige hacia la salida. Se vuelve.) Y te lo ruego: en adelante ayúdame.

Helicón: No tengo razones para no hacerlo, Cayo. Pero yo sé muchas cosas y hay pocas que me interesen. ¿En qué puedo ayudarte?

Calígula: En lo imposible.

Helicón: Haré lo que pueda.


Calígula, de Albert Camus.
 
Chesterton es lo más

"Con el pelo rojo de una niña prenderé fuego a toda la civilización moderna"

“Hay que empezar por algún sitio y yo empiezo por el pelo de una niña. Cualquier otra cosa es mala, pero el orgullo que siente una buena madre por la belleza de su hija es bueno. Es una de esas ternuras que son inexorables y que son la piedra de toque de toda época y raza. Si hay otras cosas en su contra, hay que acabar con esas otras cosas. Si los terratenientes, las leyes y las ciencias están en su contra, habrá que acabar con los terratenientes, las leyes y las ciencias. Con el pelo rojo de una golfilla del arroyo prenderé fuego a toda la civilización moderna. Porque una niña debe tener el pelo largo, debe tener el pelo limpio. Porque debe tener el pelo limpio, no debe tener un hogar sucio; porque no debe tener un hogar sucio, debe tener una madre libre y disponible; porque debe tener una madre libre, no debe tener un terrateniente usurero; porque no debe haber un terrateniente usurero, debe haber una redistribución de la propiedad; porque debe haber una distribución de la propiedad, debe haber una revolución. La pequeña golfilla del pelo rojo, a la que acabo de ver pasar junto a mi casa, no debe ser afeitada, ni lisiada, ni alterada; su pelo no debe ser cortado como el de un convicto; todos los reinos de la tierra deben ser mutilados y destrozados para servirle a ella. Ella es la imagen humana y sagrada; a su alrededor la trama social debe oscilar, romperse y caer; los pilares de la sociedad vacilarán y los tejados más antiguos caerán, pero no habrá de dañarse un pelo de su cabeza”.

G.K. Chesterton, Lo que está mal en el mundo
 
FAUSTO.- ¿No es el manantial de la pura belleza el que a torrentes se desborda en el interior de mi alma? ¡Dichoso premio de mi terrible viaje! ¡Por primera vez me parece el mundo apetecible, sólido y duradero; que el soplo de la vida se apague en mí, si algún día puedo vivir lejos de tu presencia! El dulce rostro cuyo mágico reflejo excitó antes en mí tantas emociones no era más que la sombra de semejante belleza. A ti consagro toda fuerza activa, toda pasión, a ti entrego toda adoración y delirio.
MEFISTÓFELES, desde el fondo de su agujero.- Conténganse y limítense a hacer su papel.
...
 
cuellopavo rebuznó:
Chesterton es lo más

"Con el pelo rojo de una niña prenderé fuego a toda la civilización moderna"


Lo que más agradezco a Borges es haberme descubierto a Chesterton.

De hecho creo que es el autor, quizá excluyendo a Goethe, que más he visto nombrar a otros autores.
 
Daigoro, ¿adónde va el río?

Contiene spoilers de esta obra maestra:
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- Daigoro, ¿adónde va el río?
- Al mar.
- Sí, el río llega al mar y se convierte en olas, en olas grandes y pequeñas. Las olas avanzan y retroceden en un movimiento sin fin.
La vida es como las olas: el ser humano nace, vive, muere y vuelve a nacer.
Pronto el cuerpo de tu padre será un cadaver que no te hablará, pero su vida, al igual que las olas, no tiene fin.
Se dirigirá a otra orilla, una orilla que será la próxima vida. Aunque su cuerpo muera, la vida de tu padre no tiene fin.
Y tu vida tampoco.
Recuérdalo. Nuestra vida no tiene fin, perdura eternamente.
Si me cortan la carne y ves que sale sangre, no te alteres. Si ves que me caigo al suelo, no te asustes.
Aunque tenga los ojos cerrados y no abra la boca, no tengas miedo.
Cuando nos reencarnemos en la próxima vida, yo seguiré siendo tu padre.
Y en la siguiente y aún en muchas otras vidas más tú serás mi hijo.
Nosotros seremos padre e hijo eternamente.
 
La insoportable levedad del ser.Milan Kundera.

Milan Kundera
La insoportable levedad del ser (fragmento)

" Sintió en su boca el suave olor de la fiebre y lo aspiro como si quisiera llenarse de las intimidades de su cuerpo. Y en ese momento se imaginó que ya llevaba muchos años en su casa y que se estaba muriendo. De pronto tuvo la clara sensación que no podría sobrevivir a la muerte de ella. Se acostaría a su lado y querría morir con ella. Conmovido por esa imagen hundió en ese momento la cara en la almohada junto a la cabeza de ella y permaneció así durante mucho tiempo.....Y le dio pena que en una situación como aquella, en la que un hombre de verdad sería capaz de tomar inmediatamente una decisión, él dudase, privando así de su significado al momento mas hermoso que había vivido jamás (estaba arrodillado junto a su cama y pensaba que no podría sobrevivir a su muerte). Se enfadó consigo mismo, pero luego se le ocurrió que en realidad era bastante natural que no supiera que quería: El hombre nunca puede saber que debe querer, porque vive solo una vida y no tiene modo de compararla con sus vidas precedentes ni de enmendarla en sus vidas posteriores. No existe posibilidad alguna de comprobar cual de las decisiones es la mejor, porque no existe comparación alguna. El hombre lo vive todo a la primera y sin preparación. Como si un actor representase su obra sin ningún tipo de ensayo. Pero que valor puede tener la vida si el primer ensayo para vivir es ya la vida misma? Por eso la vida parece un boceto. Pero ni un boceto es la palabra precisa, porque un boceto es siempre un borrador de algo, la preparación para un cuadro, mientras que el boceto que es nuestra vida es un boceto para nada, un borrador sin cuadro.
(...)
Si cada uno de los instantes de nuestra vida se va a repetir infinitas veces, estamos clavados a la eternidad como Jesucristo a la cruz. La imagen es terrible. En el mundo del eterno retorno descansa sobre cada gesto el peso de una insoportable responsabilidad. Ese es el motivo por el cual Nietzsche llamó a la idea del eterno retorno la carga más pesada. Pero si el eterno retorno es la carga más pesada, entonces nuestras vidas pueden aparecer, sobre ese telón de fondo, en toda su maravillosa levedad.
(...)
La carga más pesada nos destroza, somos derribados por ella, nos aplasta contra la tierra. Pero en la poesía amatoria de todas las épocas la mujer desea cargar con el peso del cuerpo del hombre. La carga más pesada es por lo tanto, a la vez, la imagen de la más intensa plenitud de la vida. Cuanto más pesada sea la carga, más a ras de tierra estará nuestra vida, más real y verdadera será. Por el contrario, la ausencia absoluta de carga hace que el hombre se vuelva más ligero que el aire, vuele hacia lo alto, se distancie de la tierra, de su ser terreno, que sea real sólo a medias y sus movimientos sean tan libres como insignificantes. "
 
Homenaje a Cervantes y a su obra maestra:El Quijote

"............–Así es la verdad –respondió don Quijote–; y si no me quejo del dolor, es porque no es dado a los caballeros andantes quejarse de herida alguna, aunque se le salgan las tripas por ella.

–Si eso es así, no tengo yo qué replicar –respondió Sancho–, pero sabe Dios si yo me holgara que vuestra merced se quejara cuando alguna cosa le doliera. De mí sé decir que me he de quejar del más pequeño dolor que tenga, si ya no se entiende también con los escuderos delos caballeros andantes eso del no quejarse.

No se dejó de reír don Quijote de la simplicidad de su escudero; y así, le declaró que podía muy bien quejarse, como y cuando quisiese, sin gana o con ella; que hasta entonces no había leído cosa en contrario en la orden de caballería. Díjole Sancho que mirase que era hora de comer. Respondióle su amo que por entonces no le hacía menester; que comiese él cuando se
le antojase. Con esta licencia, se acomodó Sancho lo mejor que pudo sobre su jumento, y, sacando de las alforjas lo que en ellas había puesto, iba caminando y comiendo detrás de su amo muy de su espacio, y de cuando en cuando empinaba la bota, con tanto gusto, que le pudiera envidiar el más regalado bodegonero de Málaga. Y, en tanto que él iba de aquella manera menudeando tragos, no se le acordaba de ninguna promesa que su amo le hubiese hecho, ni tenía por ningún trabajo, sino por mucho descanso, andar buscando las aventuras, por peligrosas que fuesen.

En resolución, aquella noche la pasaron entre unos árboles, y del uno dellos desgajó don Quijote un ramo seco que casi le podía servir de lanza, y puso en él el hierro que quitó de la que se le había quebrado. Toda aquella noche no durmió don Quijote, pensando en su señora Dulcinea, por acomodarse a lo que había leído en sus libros, cuando los caballeros pasaban sin dormir muchas noches en las florestas y despoblados, entretenidos con las memorias de sus señoras. No la pasó ansí Sancho Panza, que, como tenía el estómago lleno, y no de agua de chicoria, de un sueño se la llevó toda; y no fueran parte para despertarle, si su amo no lo llamara, los rayos del sol, que le daban en el rostro, ni el canto de las aves, que, muchas y muy regocijadamente, la venida del nuevo día saludaban. Al levantarse dio un tiento a la bota, y hallóla algo más flaca que la noche antes; y afligiósele el corazón, por parecerle que no llevaban camino de remediar tan presto su falta. No quiso desayunarse don Quijote, porque, como está dicho, dio en sustentarse de sabrosas memorias. Tornaron a su comenzado camino del Puerto Lápice, y a obra de las tres del día le descubrieron......"

Con la Lectura del Quijote,he pasado unos momentos memorables.Es uno de los pocos libros que he releído.

Muy aconsejable para todos aquellos que aún no se lo han leído.
 
Pío Baroja
El árbol de la ciencia (fragmento)

" Uno tiene la angustia, la desesperación de no saber qué hacer con la vida, de no tener un plan, de encontrarse perdido. Andrés se inclinaba a creer que el pesimismo de Schopenhauer era una verdad casi matemática. El mundo le parecía una mezcla de manicomio y de hospital; ser inteligente constituía una desgracia, y sólo la felicidad podía venir de la inconsciencia y de la locura. "
 
"A veces, supongo, una idea sobre-valente penetra en la mente como un problema, o un problema imaginario. Esto no es tan raro. Te dispones a acostarte, por la noche, tarde, y de pronto aparece en tu mente la idea de que no has apagado las luces del coche. Miras por la ventana tu coche, que está en la calle, bien visible, y lo ves sin luces. Pero piensas: «Quizá dejé las luces encendidas tanto tiempo que se ha gastado la batería. Para asegurarme, debo bajar a ver.» Te pones una bata, bajas, abres la puerta del coche, te metes dentro, aprietas el interruptor de las luces frontales... Las luces se encienden. Las apagas, sales, cierras el coche y vuelves a casa. Lo que ocurre es que te has vuelto loco, psicótico. Porque no has tenido en cuenta el testimonio de tus sentidos; has visto por la ventana que las luces de tu coche estaban apagadas, pero has bajado de todos modos. Ese es el factor principal: has visto, pero no has creído. O a la inversa, no has visto algo pero lo has creído. Teóricamente, podrías oscilar una eternidad entre el coche y tu dormitorio, atrapado en un círculo cerrado sin fin, abriendo la puerta del coche, probando las luces, volviendo a la casa. y entonces serías una máquina. Ya no más un ser humano."


Extracto de La transmigración de Timothy Archer (Philip K. Dick, 1981)
 
Emil Cioran "Desgarradura"

Según una leyenda de inspiración gnóstica, en el cielo se desarrolló una lucha entre los
ángeles en la cual los partidarios de Miguel vencieron a los del Dragón. Los ángeles
indecisos que se limitaron a mirar fueron relegados a la Tierra, para que en ella llevasen
a cabo la elección a la que no se habían resuelto arriba, elección tanto más penosa
cuanto que no traían recuerdo alguno del combate y menos aún de su actitud equívoca.
Así, la causa de la historia sería un titubeo y el hombre el resultado de una vacilación
original, de la incapacidad para tomar partido en la que se hallaba, antes de su destierro.
Arrojado a la tierra para aprender a optar, se verá condenado al acto, a la aventura, en la
que podrá brillar sólo si ha asfixiado en sí mismo al espectador. Si el cielo permite, hasta
cierto punto, la neutralidad, la historia, por el contrario, aparece como el castigo de
quienes, antes de encarnarse, no hallaron ninguna razón para adherirse a un campo en
lugar de al otro. Se comprende, pues, que los humanos tengan tanta prisa por abrazar
una causa, por aglutinarse alrededor de una verdad. Pero, ¿alrededor de qué clase de
verdad?
Tras tantas conquistas y hazañas de toda índole, el hombre comienza a quedarse
anticuado. Merece todavía algún interés en la medida en que se encuentra acosado y
acorralado y se hunde cada vez más. Si persevera es porque no tiene fuerzas para
capitular, para interrumpir esa deserción hacia adelante que es la historia, dado que ha
adquirido ya una especie de automatismo en el declive. Nunca sabremos con exactitud lo
que se ha desgarrado en él, pero la desgarradura está ahí. Podría alegarse que estaba
desde el principio. Probablemente, pero en ese caso apenas esbozada y el hombre,
todavía fuerte, se adaptaba a ella sin dificultad. No era aún esta brecha abierta, resultado
de un largo trabajo de autodestrucción, especialidad de un animal subversivo que,
empeñado durante tanto tiempo en destruirlo todo, tenía que acabar aniquilándose a sí
mismo. Subversión de sus fundamentos (que es en lo que acaba todo análisis, psicológico
o de cualquier otra clase), de su "yo", de su estado de sujeto: sus rebeliones disimulan
los golpes que a sí mismo se asesta. Lo que es indudable es que está herido en lo más
profundo de su ser, podrido en sus raíces. Uno no se siente verdaderamente hombre más
que cuando toma conciencia de esta podredumbre esencial, parcialmente encubierta
hasta ahora, pero cada vez más perceptible, sobre todo desde que el hombre ha sacado a
la luz sus propios secretos. A fuerza de volverse transparente a sí mismo no podrá ya
emprender ni "crear" nada; será su clarividencia, la exterminación de su inocencia, lo que
acabe con él. ¿Dónde podría encontrar aún la energía necesaria para perseverar en una
obra que le exige un mínimo de frescura y obnubilación? Aunque a veces logre engañarse
respecto a sí mismo, nada ya consigue engañarle acerca de la aventura humana. ¡Qué
necedad sostener que el hombre no ha hecho más que comenzar! Escoria casi
sobrenatural, se dirige hacia una condición límite: un sabio roído por la sabiduría...
Podrido y gangrenado, como todos lo estamos, avanzando en masa hacia una confusión
sin precedentes, en medio de la cual nos levantaremos unos contra otros como bobos
convulsivos, como fantoches alucinados, pues, cuando todo haya llegado a ser imposible
e irrespirable para todos, nadie se dignará vivir si no es para exterminar y exterminarse.
El único frenesí del que seremos aún capaces será el frenesí del final. Después, una vez
interpretados los papeles y abandonada la escena, alcanzaremos una forma suprema de
estancamiento en la que podremos rumiar el epílogo a nuestras anchas.

El Cioran ensayístico es increíble.
 
Si nenos, los idus de marzo ya han llegado; pero aún no han acabado...


Marco Junio Bruto, asesino de Cayo Julio César, dictador a perpetuidad de Roma:

¡Romanos, compatriotas, y amigos! escuchadme por mi causa y guardad silencio, para que podáis oír; creedme, por mi honor, y respetad mi honor, para que podáis creerme; censuradme en vuestra sabiduría, y despertad vuestros sentidos, para que podáis ser el mejor juez. Si hay en esta asamblea algún querido amigo de César, a él le digo que el amor de Bruto por César no era menor que el suyo. Si ese amigo pregunta entonces por qué Bruto se alzó contra César, ésta es mi respuesta: no porque amara a César menos, sino porque amaba más a Roma. ¿Habríais preferido morir todos esclavos, viviendo César, a, con César muerto, vivir libres? Pues César me amaba, lloro por él; pues era afortunado, me regocijo en ello; pues era valiente, le rindo homenaje; mas, pues era ambicioso, le he matado. Hay lágrimas por su amor; alegría por su fortuna; honor por su valor; y muerte por su ambición. ¿Quién hay aquí tan bajo que quiera ser un siervo? Si hay alguien, hable; porque a él he ofendido. ¿Quién hay aquí tan ruin que no quiera ser romano? Si hay alguien, hable; porque a él he ofendido. ¿Quién hay aquí tan vil que no ame a su patria? Si hay alguien, hable; porque a él he ofendido.
(William Shakespeare, Julio César, acto 3º, escena 2ª).
 
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Gran discurso, pero que no pudo hacer nada contra la retórica de Marco Antonio:

(Marco Antonio se dirige al pueblo romano congregado en el Foro, llevando en brazos el cadáver de César, apuñalado por los libertadores, encabezados por Casio y Bruto. Los ciudadanos rugen de alegría por la muerte del tirano y abuchean a Marco Antonio, el mejor amigo de Julio César)

Antonio: Amigos, romanos, compatriotas, escuchadme: he venido a enterrar a César, no a ensalzarlo. El mal que hacen los hombres les sobrevive; el bien suele quedar sepultado con sus huesos. Que así ocurra con César
Bruto os ha dicho que César era ambicioso: si lo fue, era la suya una falta grave,y gravemente la ha pagado. Por la benevolencia de Bruto y de los demás, pues Bruto es un hombre de honor, como lo son todos, he venido a hablar en el funeral de César.
Fue mi amigo, fiel y justo conmigo; pero Bruto dice que era ambicioso. Bruto es un hombre honorable. Trajo a Roma muchos prisioneros de guerra, cuyos rescates llenaron el tesoro público. ¿Puede verse en esto la ambición de César? Cuando el pobre lloró, César lo consoló. La ambición suele estar hecha de una aleación más dura. Pero Bruto dice que era ambicioso y Bruto es un hombre de honor.
Todos visteis que, en las Lupercales, le ofrecí tres veces una corona real, y tres veces la rechazó. ¿Eso era ambición? Pero Bruto dice que era ambicioso y es indudable que Bruto es un hombre de honor.
No hablo para desmentir lo que Bruto dijo, sino que estoy aquí para decir lo que sé.
Todos le amasteis alguna vez, y no sin razón. ¿Que razón, entonces, os impide ahora hacerle el duelo? ¡Ay, raciocinio te has refugiado entre las bestias, y los hombres han perdido la razón!... Perdonadme. Mi corazón está ahí, en esos despojos fúnebres, con César, y he de detenerme hasta que vuelva en mí...
Primer ciudadano: Creo que hay mucha sabiduría en lo que dice
Segundo ciudadano: Si te paras a pensarlo, César cometió un gran error
Tercer ciudadano: ¿Ah, si? Me temo que alguien peor ocupará su lugar.
Cuarto ciudadano: ¿Le has prestado atención? No creo que él quisiera tomar la corona. Y por lo tanto, no era un ambicioso.
Primer ciudadano: Y si se descubriera que lo fue… algunos lo soportaríamos.
Segundo ciudadano: Pobrecillo, sus ojos están rojos como el fuego de llorar…
Tercer ciudadano: No hay nadie más noble en Roma que Antonio.
Cuarto ciudadano: Préstale atención, que empieza a hablar otra vez.
Antonio: Ayer la palabra de César hubiera prevalecido contra el mundo. Ahora yace ahí y nadie hay lo suficientemente humilde como para reverenciarlo.¡Oh, señores! Si tuviera el propósito de excitar a vuestras mentes y vuestros corazones al motín y a la cólera, sería injusto con Bruto y con Casio, quienes, como todos sabéis, son hombres de honor. No quiero ser injusto con ellos. Prefiero serlo con el muerto, conmigo y con vosotros, antes que con esos hombres tan honorables!
Pero aquí hay un pergamino con el sello de César. Lo encontré en su gabinete. Es su testamento. Si se hiciera público este testamento que, perdonadme, no tengo intención de leer, irían a besar las heridas de César muerto y a empapar sus pañuelos en su sagrada sangre. Sí. Suplicarían un cabello suyo como reliquia, y al morir lo mencionaría en su testamento, como un rico legado a su posteridad!
Cuarto ciudadano: Queremos escuchar el testamento. Léelo, Marco Antonio
Todos los ciudadanos: ¡El testamento!. ¡El testamento! Queremos escuchar el testamento del César.
Antonio: Tened paciencia, amigos. No debo leerlo. No es conveniente que sepáis hasta que extremo os amó César. No estáis hechos de madera, no estáis hechos de piedra, sois hombres, y, como hombres, si oís el testamento de César os vais a enfurecer, os vais a volver locos. No es bueno que sepáis que sois sus herederos, pues si lo supierais, podría ocurrir cualquier cosa.
Cuarto ciudadano: Lee el testamento. Queremos escucharlo, Antonio: debes leernos el testamento, el testamento de Cesar.
Antonio: ¿Queréis tener paciencia? ¿Queréis esperar un momento? He ido demasiado lejos en deciros esto. Temo agraviar a los honorables hombres cuyos puñales traspasaron a César. ¡Lo temo!
Cuarto ciudadano: ¡Esos hombres honorables son unos traidores!
Todos los ciudadanos:¡El testamento! ¡El testamento!
Segundo ciudadano: ¡Son unos miserables asesinos! ¡El testamento! ¡Lee el testamento!
Antonio: ¿Me obligáis a que lea el testamento? En ese caso, formad círculo en torno al cadáver de César, y dejadme mostraros al que hizo el testamento.¿Bajo? ¿Me dais vuestro permiso?
Todos los ciudadanos: ¡Baja!
Segundo ciudadano: ¡Baja!
Tercer ciudadano: ¡Tienes permiso!
Cuarto ciudadano: Acercaos, haced un círculo.
Primer ciudadano: Haced sitio al cadáver.
Segundo ciudadano: Haced sitio al noble Antonio.
Antonio: ¡No me empujéis! ¡Alejaos!
Todos: ¡Atrás, atrás!
Antonio: Si tenéis lágrimas, preparaos a derramarlas. Todos conocéis este manto. Recuerdo la primera vez que César se lo puso. Era una tarde de verano, en su tienda, el día que venció a los nervos. ¡Mirad: por aquí penetró el puñal de Casio! ¡Ved que brecha abrió el envidioso Casca! ¡Por esta otra le apuñaló su muy amado Bruto! Y al retirar su maldito acero, observad como la sangre de César lo siguió, como si abriera de par en par para cerciorarse si Bruto, malignamente, la hubiera llamado.Porque Bruto, como sabéis, era el ángel de César. ¡Juzgad, oh dioses, con que ternura le amaba César! ¡Ese fue el golpe más cruel de todos, porque cuando el noble César vio que él lo apuñalaba, la ingratitud, más fuerte que las armas de los traidores, lo aniquiló completamente. Entonces estalló su poderoso corazón, y, cubriéndose el rostro con el manto, el gran César cayó a los pies de la estatua de Pompeyo, al pie de la cual se desangró...¡Oh qué funesta caída, conciudadanos! En aquel momento, yo, y vosotros, y todos, caímos, mientras la sangrienta traición nos sumergía. Ahora lloráis, y me doy cuenta que empezáis a sentir piedad. Esas lágrimas son generosas. Almas compasivas: ¿por qué lloráis, si sólo habéis visto la desgarrada túnica de César?
Mirad aquí. Aquí está, desfigurado, como veis, por los traidores.

Primer ciudadano: ¡Penoso espectáculo!
Segundo ciudadano: ¡Ay, noble César!
Tercer ciudadano: ¡Funesto día!
Cuarto ciudadano: ¡Traidores! ¡Miserables!
Primer ciudadano: ¡Sangrienta visión!
Segundo ciudadano: ¡Queremos venganza!
Todos: ¡Venganza! ¡Juntos! Perseguidlos, quemadlos, matadlos, degolladlos, no dejar un traidor vivo!
Antonio: ¡Conteneos, ciudadanos!
Primer ciudadano: ¡Calma! ¡Escuchemos al noble Antonio!
Segundo ciudadano: Lo escucharemos, lo seguiremos y moriremos por él
Antonio: Amigos, queridos amigos: que no sea yo quien os empuje al motín. Los que han consumado esta acción son hombres dignos. Desconozco qué secretos agravios tenían para hacer lo que hicieron. Ellos son sabios y honorables, y no dudo que os darán razones. No he venido, amigos, a excitar vuestras pasiones. Yo no soy orador como Bruto, sino, como todos sabéis, un hombre franco y sencillo, que quería a mi amigo, y eso lo saben muy bien los que me permitieron hablar de él en público. Porque no tengo ni talento, ni elocuencia, ni mérito, ni estilo, ni ademanes, ni el poder de la oratoria para enardecer la sangre de los hombres. Hablo llanamente y sólo digo lo que vosotros mismos sabéis.Os muestro las heridas del amado César, pobres, pobres bocas mudas, y les pido que ellas hablen por mí. Pues si yo fuera Bruto, y Bruto Antonio, ese Antonio exasperaría vuestras almas y pondría una lengua en cada herida de César capaz de conmover y amotinar los cimientos de Roma.
Todos: Nos amotinaremos.
Primer ciudadano: ¡Quemaremos la casa de Bruto!
Tercer ciudadano: ¡Vamos, pues, persigamos a los conspiradores!
Antonio: Escuchadme, ciudadanos. Escuchadme lo que tengo que decir.
Todos: ¡Alto! Escuchemos al noble Antonio.
Antonio: ¡Pero, amigos, no sabéis lo que vais a hacer! ¿Qué ha hecho César para merecer vuestro afecto? No lo sabéis. Yo os lo diré. Habéis olvidado el testamento de que os hablé.
Todos: ¡Es verdad, el testamento! Esperemos a oír el testamento.
Antonio: Aquí está, con el sello de César. A todos y cada uno de los ciudadanos de Roma, lega setenta y cinco dracmas.
Ciudadano segundo: ¡Noble César! ¡Vengaremos su muerte!
Tercer ciudadano: ¡Oh, magnánimo César!
Antonio: Tened paciencia y escuchadme:
Todos: ¡Alto!
Antonio: Lega, además, todos sus paseos, sus quintas particulares y sus jardines, recién plantados a este lado del Tíber. Los deja a perpetuidad a vosotros y a vuestros herederos, como parques públicos, para que os paseéis y recreéis.
¡Éste sí que era un César! ¿Cuando tendréis otro como él?
 
"-¿Qué haces ahí, pequeño?

Atreyu cogió el amuleto de su pecho y lo sostuvo de forma que los ojos grandes como charcos de la tortuga pudieran verlo.

-¿Sabes qué es esto, Morla?

Pasó un rato antes de que ella respondiera:

-Mira, vieja, ÁURYN.Hacía tiempo que no lo veíamos, el Signo de la Emperatriz Infantil.Hacía tiempo.

-La Emperatriz Infantil está enferma -repuso Atreyu-. ¿Lo sabías?

-Nos da lo mismo, ¿no es cierto, vieja? -respondió la Morla. Parecía hablar consigo misma de aquella forma peculiar, quizá porque no tenía a nadie con quien hablar, quién sabe desde hacía cuánto tiempo.

-Si no la salvamos morirá -añadió Atreyu más apremiantemente.

-Bueno -respondió la Morla.

-Y con ella se hundirá Fantasía -exclamó Atreyu-. La aniquilación llega ya a todas partes. Yo mismo la he visto.

La Morla lo miró fijamente con sus ojos enormes y vacíos.

-No tenemos nada en contra, ¿verdad, vieja? -gorgoteó.

-¡Moriremos todos! -gritó Atreyu-. ¡Todos!

-Mira, pequeño -respondió la Morla-, ¿qué nos importa? Nada tiene importancia ya para nosotras. Todo da lo mismo, exactamente lo mismo.

-¡También tú serás aniquilada, Morla! -gritó Atreyu furioso-. ¡También tú! ¿O es que crees que, por ser tan vieja, sobrevivirás a Fantasia?

-Mira -gorgoteó la Morla-: somos viejas, pequeño, demasiado viejas y hemos vivido bastante. Hemos vivido demasiado. Para quien sabe tanto como nosotras nada es importante ya. Todo se repite eternamente: el día y la noche, el verano y el invierno..., el mundo está vacío y no tiene sentido. Todo se mueve en círculos. Lo que aparece debe desaparecer, y lo que nace debe morir. Todo pasa: el bien y el mal, la estupidez y la sabiduría, la belleza y la fealdad. Todo está vacío. Nada es verdad. Nada es importante."


Michael Ende, La historia interminable.
 
Una muchacha estaba ante él, en medio de la corriente, mirando sola y tranquila mar afuera. Parecía que un arte mágico le diera la apariencia de un ave de mar y bella y extraña. Sus piernas desnudas y largas eran esbeltas como las de la grulla y sin mancha, salvo allí donde el rastro esmeralda de un alga de mar se había quedado prendido como un signo sobre la carne. Los muslos más llenos, y de suaves matices de marfil, estaban desnudos casi hasta la cadera, donde las puntillas blancas de los pantalones fingían un juego de plumaje suave y blanco. La falda, de un azul pizarra, la llevaba despreocupadamente recogida hasta la cintura y por detrás colgaba como la cola de una paloma. Su pecho era como el de un ave, liso y delicado, delicado y liso como el de una paloma de plumaje oscuro. Pero el largo cabello rubio era el de una niña; y de niña, y sellado con el prodigio de la belleza mortal, su rostro. (...)


Se apartó súbitamente de ella y echó a andar playa adelante. Tenía las mejillas encendidas; el cuerpo, como una brasa; le temblaban los miembros. Y avanzó adelante, adelante, adelante, playa afuera, cantándole un canto salvaje al mar, voceando para saludar el advenimiento de la vida, cuyo llamamiento acababa de recibir.

La imagen de la muchacha había penetrado en su alma para siempre y ni una palabra había roto el santo silencio de su éxtasis. Los ojos de ella le habían llamado y su alma se había precipitado al llamamiento. ¡Vivir, errar, caer, triunfar, volver a crear la vida con materia de vida! Un ángel salvaje se le había aparecido, el ángel de la juventud mortal, enviado por el tribunal estricto de la vida para abrirle de par en par, en un instante de éxtasis, las puertas de todos los caminos del error y de la gloria. ¡Adelante! ¡Adelante! ¡Adelante!



Joyce, Retrato del artista adolescente
 
Unos parrafos de la lovecraftiana Puerto Humano de John Ajvide Lindqvist que resumen perfectamente la esencia de la novela


Tierra y mar.
Podemos imaginárnoslos como opuestos o complementarios. Pero hay una diferencia entre cómo pensamos en el mar y cómo pensamos en tierra firme.

Si paseamos por un bosque, un prado o una ciudad, entonces percibimos nuestro entorno como si estuviera formado por individualidades. Estas o aquellas especies de árboles de diferentes tamaños, tales o cuales edificios, calles. El prado, las flores, los arbustos. Nuestra mirada se detiene en los detalles y, si estamos en un bosque en otoño, se nos paraliza la lengua al tratar de describir la agitación que tiene lugar a nuestro alrededor. Todo esto pasa en tierra.

Pero el mar. El mar es algo completamente distinto. El mar es uno.
Podemos notar los cambios que presenta el mar. El aspecto que presenta el mar cuando hace viento, el juego del mar con la luz, cómo sube y baja. Pero, con todo, siempre es del mar de lo que hablamos. Hemos puesto diferentes nombres a diversas partes del mar para facilitar la navegación y para nombrarlas, pero cuando estamos frente al mar solo hay uno. El mar.

Si navegamos en un barco pequeño mar adentro alejándonos de tierra hasta que esta desaparezca de nuestra vista en todas las direcciones, podremos tener una visión del mar. No es una experiencia agradable. El mar es un dios ciego y sordo que nos rodea, que puede ejercer sobre nosotros todo el poder imaginable sin conocer nuestra existencia.

Significamos menos que un granito de arena en el lomo de un elefante, y si al mar le da la gana nos destroza. Sin más. El mar no conoce límites ni se anda con contemplaciones. Nos ha dado todo y puede arrebatárnoslo todo. Dirigimos nuestras oraciones a otros dioses: líbranos del mar.
 
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- Mi pobre amigo -Fabulae Centum posó una mano en la espalda de Bonus Eventus-, ¿tan conmocionante es la pasión que te domina?
- Y más -informó Spe Tantum Relicta-. Se le nota, con tal de que dispongas de un mínimo de sagacidad femenina.
- Arrastro una vida de tormento -confesó Bonus Eventus, golpeándose el bajo vientre-. El sexo me atormenta infernalmente. Disimulo para no asustaros, pero me estoy transformando en una fiera. Parece que es normal en edad de crecimiento. Aunque experimento tanta lubricidad que me va a durar muchos años después de que haya acabado de crecer.
- Yo te aconsejo duchas frías y mente sana -aconsejó Fabulae Centum-.
- Yo, por el contrario -disintió Spe Tantum Relicta-, te recomiendo que, ahora que estás a las puertas de la adolescencia, te comprometas con el mayor número posible de cuerpos, para asegurarte una madurez tranquila. Asusta imaginar que podamos llegar a la edad madura con los apetitos tan insaciados como los de nuestros ancestros.
- No sólo aprecio tus previsores consejos, Spe Tantum Relicta, sino que me consumo atesorando experiencias. Si no fuese por los hierros de tu ortodoncia, por ejemplo, habría caído ya en tus ávidos brazos.
- Mi ortodólogo opina que en cuestión de meses me veré libre de hierros.
- Ojalá me viese yo libre de esta obsesión, que agota al más hombre... El mundo, amigos míos, se me aparece simbólicamente como una vagina y hasta en una vagina veo un símbolo vaginal.
- Yo que tú le pediría a tus padres que te llevasen al sexólogo.
- No seas bobo, Fabulae Centum. Lo que le pasa a éste es que tiene salud de sobra y anemia metafísica. Anda, Bonus, cuenta eso de la Torre que le has contado a Laetitia Rubicunda, según me ha contado Omnia Quibus.
- Pero si carece de ejemplaridad...
- Pues por lo mismo -le instó Fabulae Centum, que empezaba a sentirse seducido por aquel ambiente de intimidad espesa a la luz de los cirios.
- Sobre todo, que no se entere La Foudre. Decidiría, y con razón, que las tareas conspirativas no son compatibles con una ideología de garañón. Para La Foudre, que entre el poder y unas rodillas siempre desdeñaría las rodillas, el sexo es como sonarse las narices, una de esas prácticas de antes de dormirse y ya con la lámpara apagada.
- Y ¿lo de la Torre? -recordó sibilinamente Fabulae Centum.
- Pues nada, que la otra tarde nos llevaron mis tíos de visita instructiva a la Torre Eiffel y, a la mitad del Campo de Marte, sufrí un deliquio. Luego, en el segundo piso de la Torre, alegando dificultades para hacer correr la cremallera del pantalón, conseguí que mi tía Francoise me acompañase a los lavabos y allí mismo, en una atmósfera de desinfectante, la sodomicé.
- ¡Tuvo que ser -se extasió Spe Tanctum Relicta- ranciamente maravilloso!
- Así fue. Ella, que devora películas neorrománticas, se hizo algunos reproches, derramó algunas lágrimas. Pero, a pesar de que todo transcurrió como debe ser y en el tiempo preciso, ahora me encuentro extraño con mis primos, los trato como a hijos y, encima, mi prima Francoise me atrae poderosamente. Es demasiado incesto, creedme, para un niño de mi edad. No sé en un isla polinésica, pero en esta erotizante civilización represora la carne es una maldición. Ni siquiera con vosotros tardaré en ser desgraciado. Todavía me esfuerzo en hacer mi trabajo, todavía procuro que el político suprima al hombre, aún intento mirar a Motmot durante los encuentros clandestinos, aún siento cierta repugnancia, nada molesta por otra parte, cuando recuerdo las huesudas nalgas de la tía Francoise, que, al fin y al cabo, es solo parienta por su matrimonio con el tío Pierre Eventus. Pero ¿qué será de mí el día pavorosamente próximo, en que no respete los lazos de la sangre, ni la artificiosa división de los sexos, ni las barreras de las especies, ni los convenientes convencionalismos de la amistad? ¿Queréis decirme vosotros en qué clase de bestia me transformaré?
- En un bestia licenciosa -accedió a responder Fabulae Centum.
- Quien sabe... -respondió, precavida, Spe Tantum Relicta-. Gente con tus mismos principios y que se las prometían tan felices como tú...


Juan García Hortelano, Gramática parda

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Freezer rebuznó:
Emil Cioran "Desgarradura"



El Cioran ensayístico es increíble.


Acaso hay otro Cioran??? Escribió creación literaria??? Me parece que no.
 
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