Al gran novelista italiano Alberto Moravia, le parecía muy curioso y le extrañaba lo pasaba en Italia, y por lo visto también en España, cuando los votantes no se sentían responsables de los fracasos o corrupciones de los gobiernos que habían votado.
Cada partido en España -como en el resto de países del mundo- representa el sentir de los ciudadanos que les han votado. A los votantes del PP, (puede que ahora sean un poco más escrupulosos por la crisis) que sus representantes políticos tengan negocios irregulares, cobren comisiones, acepten regalos impropios a su cargo, etc., se la traía y se las trae al pairo. Para un militante del PP eso es peccata minuta, algo que ocurre en todos los partidos, y los votantes peperos comprenden que se coloque a hijos, sobrinos o a la querida en empleos públicos, como se ha hecho toda la vida. Esta forma de pensar les viene heredada de los partidos de "las derechas" más parecida a la de Romanones que a la de un partido conservador del siglo XXI.
Como ocurre con los futbolistas de élite, los dirigentes del PP lo único que deben evitar es exponerse, no vayan a descubrir que eres gay; el resto (fiestas después de perder 4-0, insultar a la afición, emborracharse, fumar en el vestuario, conducir a 240 km, etc.) no tiene importancia. Y los corruptos, lo mismo.
Lo malo del asunto es que tenemos partidos de izquierdas sin orden ni disciplina de partido, seguramente herederos también del anarquismo ibérico tan arraigado en España. Por eso, partidos como el PSOE, Podemos e IU tendrían que hacérselo ver, siendo la derecha como es y que los ciudadanos sigan sin confiar en ellos.