Mi mujer si no se echa ningún perfume, ya de por sí huele a una mezcla de chocolate y limón, tanto el pelo como la piel, es muy curioso.
Una mujer recién duchada, que salga con un olor medianamente neutro de la ducha, es un placer inmenso.
Sin embargo, a veces es difícil. Por lo menos la mía siempre se ducha con algún producto, como aceite de mango, que cuando sale realmente nunca sale sin oler a nada.
Para colmo, se echa unas 3 ó 4 cremas hidratantes, diferentes todas ellas para piernas y culo, brazos y espalda, y para el pecho. Así que sale con un popurrí de olores al que ya estoy acostumbrado, y la verdad, me encanta.
No me suelen gustar los perfumes demasiado intensos en una mujer, a no ser que vayamos de fiesta, o a un bar o lugar donde realmente los olores se evaporen muy pronto. Soy más de perfumes frescos de los que te llegan con una brisa o soplo de aire, o con algún movimiento estratégico, que los que se emanan continuamente.
Lo que sí odio es que la mujer lleve un perfume que no se ajuste a su personalidad, que no cuadre con la ropa que suele llevar, con la ocasión en que se lo ponga, o que no case con ella, en definitiva. Para mí, escoger un perfume, tanto de hombre como mujer, es una tarea ardua e introspectiva en la que se requiere mucha personalidad.