P
pulga
Guest
Es un placer desolado visitar un silencioso cementerio de montaña. Son cementerios pequeños, que, aprovechan alguna era en el desmonte. Están cuidados estos cementerios, como reverdecidos. ¿Quién los cuida, si nunca se ve a nadie? Esto ya es un misterio. En el Pirineo de Uesca estos lugares son asombrosos. Guarda esa tierra los restos de montañeses robustos, andariegos y curtidos, amigos del frío y la tormenta, hoscos y solitarios, de orejas grandes, de ojos verdes, corpulentos y cautivos de un coraje sin nombre. Por culpa del turismo, se oye algún ajetreo cercano: todoterrenos se aproximan con sus rugidos, y adolescentes con anoraks brillantes y caras morenas pasan cerca de las tapias, ignorantes de los huesos que se pudren en un cruel abandono. la mezcla delos colores vivos de suus modernas y artificiosas ropas de esquí o de montaña con ls mortajas negras y recias ofende el pensamiento del que, como yo, busca refugio en la montaña y se zafa de los ritos satisfechos del presente. Al que quiere morir sin demasiado convencmiento le fascina lo que ya murió.
Estos insignificantes pueblos del pirineo aragonés debieron ser más hermosos hace cien años,en su ya lejana edad primera, antes del turismo y las carreteras. Entonces estos muertos que recuerdan las lápidas que miro estaban vivos y ocupados en sus faenas de ganadería y agricultura. El frío les daba un manotazo de buenos días todas las mañanas, y la nieve les rozaba el caliente corazón, recién salido de estoposas sábanas, de ruidosos colchones de lana y mantas tiesas como tablas. la nieve e s un mensaje material y fecundo que uno recibe delos cielos, una metáfora de lso ángeles, custodios del frío, donde la belleza no se corrompe sino que se propaga trágicamente.
Es todo tan extremadamente bello en esta parte de la hostigada España. España, un nombre extraño ya, una figura huída, avergonzada, una abolición, un falso culpable, un fantasma golpeado por cualquiera en cualquier parte con la autoridad que le concede el tópico -que reconforta y protege al vulgo- y la nauseabunda ignorancia. Estas montañas guardan el filo dorado del invierno, el santísimo poder del frío. Cuando la vida y la verdad vuelvan a necesitar del frío, del pensamiento, de la dorada fuerza del pensamiento, aquí habrán de venir. El frío es soledad y en tanto soledad, grandeza. Dios es el frío, el hielo y la nieve; nieve alta de Enero, envuelta en tormenta, en ventisca, en perdición, en nubes negras, castigadas, feroces, venenos de las nubes sedientas de gracias, de eternidades, de lso quejidos del rayo y del deambular de lo perdido. Otras partes de España o del estado -este nombre me recuerda al de Edmund,el bastardo shakesperiano- serán más importantes, más trascendentes, más pujantes, más artísticas, más literarias, más turísticas, es decir, más ricas, pero no más hermosas. La hermosura no es cosa de los hombres. Viene de allá arriba, inesperadamente. Está alta como un pájaro. Está cerrada como una tempestad, como un limbo, como un don de Cheshire Katua.
Visitad el Pirineo Aragonés.
Estos insignificantes pueblos del pirineo aragonés debieron ser más hermosos hace cien años,en su ya lejana edad primera, antes del turismo y las carreteras. Entonces estos muertos que recuerdan las lápidas que miro estaban vivos y ocupados en sus faenas de ganadería y agricultura. El frío les daba un manotazo de buenos días todas las mañanas, y la nieve les rozaba el caliente corazón, recién salido de estoposas sábanas, de ruidosos colchones de lana y mantas tiesas como tablas. la nieve e s un mensaje material y fecundo que uno recibe delos cielos, una metáfora de lso ángeles, custodios del frío, donde la belleza no se corrompe sino que se propaga trágicamente.
Es todo tan extremadamente bello en esta parte de la hostigada España. España, un nombre extraño ya, una figura huída, avergonzada, una abolición, un falso culpable, un fantasma golpeado por cualquiera en cualquier parte con la autoridad que le concede el tópico -que reconforta y protege al vulgo- y la nauseabunda ignorancia. Estas montañas guardan el filo dorado del invierno, el santísimo poder del frío. Cuando la vida y la verdad vuelvan a necesitar del frío, del pensamiento, de la dorada fuerza del pensamiento, aquí habrán de venir. El frío es soledad y en tanto soledad, grandeza. Dios es el frío, el hielo y la nieve; nieve alta de Enero, envuelta en tormenta, en ventisca, en perdición, en nubes negras, castigadas, feroces, venenos de las nubes sedientas de gracias, de eternidades, de lso quejidos del rayo y del deambular de lo perdido. Otras partes de España o del estado -este nombre me recuerda al de Edmund,el bastardo shakesperiano- serán más importantes, más trascendentes, más pujantes, más artísticas, más literarias, más turísticas, es decir, más ricas, pero no más hermosas. La hermosura no es cosa de los hombres. Viene de allá arriba, inesperadamente. Está alta como un pájaro. Está cerrada como una tempestad, como un limbo, como un don de Cheshire Katua.
Visitad el Pirineo Aragonés.