Me queda, por vanidad y egocentrismo, lo reconozco avergonzado, un poso de resentimiento contra la vida, yo que siempre sonrío y soy amable y cabal y respeto los pasos de cebra y los legítimos privilegios de la edad provecta. Y aún así, yo que pido un deseo antes de soplar las velas y me disculpo en el tumulto de los peatones si me encuentro involuntariamente contra otro, rezongo en soledad y amargura reclamando los laureles que nunca se posaron sobre mi cabeza. Busco y exijo las medallas relucientes en mi reluciente pectoral. Quiero puestos de relumbrón, reconocimientos públicos y una plaza fija en lo más alto de podium. Considero racional y estúpidamente que mis méritos no reciben la atención ni las alabanzas pertinentes, y que las hembras más apetitosas se guardan para otros los piropos y las lisonjas que deberían hacer de puente entre mi cuerpo y su boca. Sigo esperando, cada vez con menos fe y más desesperanza, cada vez más viejo y menos erguido, a que el fiel de la balanza se incline a mi favor sometido por el peso de mi talento. Sigo esperando mi momento mi gloria, emboscado en el área enemiga para meter el gol de la victoria en la final del mundial, sigo, abrillantando y dejando libres, las estanterías infinitas de mi sala de trofeos a que se llenen de refulgentes ejércitos desfilando en mi honor.
Pero entonces descubro a otras víctimas del olvido con la injusticia actuando en grado sumo. Descubro a los genios olvidados, a los artistas inmensos bajo las ruinas del silencio. Descubro hombres y poetas superando mi obra y mis expectativas, desconocidos y humillados. Y entonces la paz reconduce la vorágine atormentada de mi alma. Otros más capaces que yo, sufren y sufrirán el mismo desconsuelo de ser inigualables y clandestinos. "Muñeco de ficción" La mejor canción de los 80, que la inmensa mayoría heterosexual de este sacrosanto Foro, ni conocíamos ni honrábamos. Queda por confirmar si en Londinium, que ILG dicte sentencia, donde los artistas encuentran amplios espacios para la amplitud de su talento, rompe y rasga en los clubs de caballeros y en los lupanares de lujo. Que nos confirme sin las prostitutas del Este lo bailan mientras felacionan prepucios cercenados en los templos de la City.
No es una canción, es una experiencia neurológica. Se te adhiere al cráneo, se te filtra dentro del sistema límbico y te posee. Pasarás años con el virus en el cuerpo, bailóndola en el trabajo, en el metro, arqueando las muñecas y cerrando los ojos mientras que pruebas camisas hawaianas en la sección de saldos de H&M.