Hará como tres semanas soñé con un jardín lunar, un lugar maravilloso que solo yo he podido disfrutar. Era una noche de verano e iba yo paseando con un grupo de personas desconocidas por una dehesa, había luna llena y las encinas, retamas y las jaras blancas brillaban con una luz especial que reflejaba la de la luna nueva. Al fondo había un lago, y al acercarnos salieron volando unos cisnes cuya silueta se perfilaba con, una vez más, una inmensa y radiante luna nueva. Y al fondo del todo, a lo lejas, se oía el ruido de un murmullo como de fiesta en un cortijo blanco, iluminado con luces de verbena y donde había comida y bebida como en Jauja. La temperatura era agradable, la brisa perfecta, la pureza del aire insuperable y el sonido del campo envolvían el ambiente. Y me desperté, pero ese sueño vivido ahí le tengo.