Cuando era pequeño y me metía en la cama por las noches, ya con la luz apagada, proyectaba mi propia vida llena de objetos que veía en la tv. Recuerdo que había una telenovela donde salía el cuarto de un jambo con un balón en lo alto el armario. Sí, es un detalle insignificante, ahora entiendo que simbolizaba la adolescencia del personaje. Pero para un niño como yo que quería sobre todas las cosas un balón para poder darle patadas hasta reventar, no entendía cómo podía haber alguien en el mundo que tuviese un balón en su habitación y nunca jugase con él. Siempre estaba en el mismo sitio, siempre limpio, como nuevo.
Esto me hizo comprender que había gente en el mundo harta de todo. Entonces me imaginaba una habitación llena de cosas chulas, todo lo que quería estaba colocado perfectamente en mi imaginaria habitación. Todo: botas de fútbol, rodilleras, una equipación de la selección española, un monopatín, casco, wolkitolkis, un arco deportivo, una diana, un avión teledirigido. Cosas que tenían mis amigos y que veía en la tv. Suponía un esfuerzo tremendo, porque en una sola noche no podía recrear toda la habitación con todos los objetos perfectamente colocados. Disponía de un espacio, que eran las dimensiones de mi habitación real, y sobre eso iba colocando estanterías y cosas imaginarias. Hasta que caía rendido del esfuerzo mental y a la noche siguiente seguía acumulando más y más cosas en mi habitación imaginaria. No me imaginaba a mí mismo jugando con ellas, solo poseyéndolas.
Deseaba tanto aquellas cosas que solo con imaginarme que las tenía y las podía usar si quisiera ya me bastaba. También me gustaba la sensación de tener todo aquello y poder permitírmelo, porque el no tenerlas me producía ansiedad, y suponía que las personas que estaban colmadas de mierdas de estas serían felices y vivirían relajados y plenamente. Tener chorradas superfluas era de gente acomodada, y yo no quería ser pobre, era una mierda, yo quería sentir lo que siente los ricos al tener de todo. Y me montaba mis movidas en la oscuridad de la noche, y me sentía bien, la verdad, rodeado de abundancia etérea.
Ahora podría tener mi casa llena de mierdas de cuarentones solteros, libros de pseudointelectuales, una tv plana de 32", unos altavoces en las esquinas, un minibar acolchado, un póster de Kill Bill, souvenires de viajes exóticos, una colección de discos antiguos para tirarme el pegote. Pero no, sigo rodeado de miseria y proyectando estancias ideales. ¿Qué conclusión saco de esta reflexión? Ninguna, soy demasiado simplón. Solo quería comentároslo en mi hilo.