Max_Demian
Puta rata traicionera
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Cierta noche en determinado club de caballeros, me encontraba yo conversando con el señor D. entre el humo de nuestras pipas y el vidrio de nuestras copas. Me contó una desconcertante historia. De todos es sabido que el señor D. tiene una determinada constitución fisiológica que le hace vulnerable a los trastornos mentales.
Durante una de sus curas de reposo en el sanatorio de Weltminster conoció a un jurista que se hallaba, también, bajo los rigores de la locura, aunque atesoraba con fuerza cierta lucidez cruel que le hacía ser consciente de su lastimosa situación.
Uno sabe que pierde el juicio cuando se encuentra en un perpetuo estado de ensoñación inacabable y profunda en el que se difuminan los límites de lo real y lo imaginario.
¿Nunca se preguntaron qué tipo de conversaciones se mantienen en un manicomio? Tales posibles conversaciones entre enfermos se producen de hecho, ya que los internos disponen de una gran cantidad de tiempo para digerir sus locuras.
Al parecer, el señor D. y el jurista hablaron de su propia decadencia. Debido a que su interlocutor se encontraba notablemente más grave, el señor D. trató de poner una nota de optimismo en la cordial conversación intentando introducir un rayo de luz en la oscura mente del abogado. Éste, para certificar su propia decadencia, se puso a conjugar el vervo griego lio (desatar) escribiendo en un papel.
-Lio.
-Lieis.
-liei.
.Liomen.
-Lie...
En ese punto los dedos del abogado dejaron de obedecerle y el bolígrafo rodó por la mesa demostrando la incapacidad de ese hombre.
Rindiéndose a la evidencia, el señor D. no tuvo más remedio que compadecer. Al abogado se le caía la baba en copioso torrente mientras observaba su incompleta conjugación escrita en el papel.
El baile del perrito, el baile del perrito todos quieren bailar. Ey, ey, ey.
Ey.
Durante una de sus curas de reposo en el sanatorio de Weltminster conoció a un jurista que se hallaba, también, bajo los rigores de la locura, aunque atesoraba con fuerza cierta lucidez cruel que le hacía ser consciente de su lastimosa situación.
Uno sabe que pierde el juicio cuando se encuentra en un perpetuo estado de ensoñación inacabable y profunda en el que se difuminan los límites de lo real y lo imaginario.
¿Nunca se preguntaron qué tipo de conversaciones se mantienen en un manicomio? Tales posibles conversaciones entre enfermos se producen de hecho, ya que los internos disponen de una gran cantidad de tiempo para digerir sus locuras.
Al parecer, el señor D. y el jurista hablaron de su propia decadencia. Debido a que su interlocutor se encontraba notablemente más grave, el señor D. trató de poner una nota de optimismo en la cordial conversación intentando introducir un rayo de luz en la oscura mente del abogado. Éste, para certificar su propia decadencia, se puso a conjugar el vervo griego lio (desatar) escribiendo en un papel.
-Lio.
-Lieis.
-liei.
.Liomen.
-Lie...
En ese punto los dedos del abogado dejaron de obedecerle y el bolígrafo rodó por la mesa demostrando la incapacidad de ese hombre.
Rindiéndose a la evidencia, el señor D. no tuvo más remedio que compadecer. Al abogado se le caía la baba en copioso torrente mientras observaba su incompleta conjugación escrita en el papel.
El baile del perrito, el baile del perrito todos quieren bailar. Ey, ey, ey.
Ey.