Me da un poco de vergüen

, pero el verano pasado me cagué en los pantalones.
Me había pegado una mariscada de escándalo en Galiza, aderezada con muchas botellas de albariño, y luego me estaba apretando unos orujillos y varios cafés solos dobles de buen rollito, hablando de cosas intrascendentes.
De pronto noté que algo pugnaba salvajemente por salir al exterior (no había cagado por la mañana, cosa que debía haberme puesto sobre aviso). Hice presión sobre la silla y seguí dándole al orujo.
La cosa empezó a ponerse realmente complicada y pedí permiso para ausentarme. Fui como Chiquito al tigre del restaurante pero, HORROR, estaba ocupado.
Traté por todos los medios de aguantar haciendo aspavientos recto-lumbálgicos y extrañas maniobras con las piernas, pero el muñeco ansiaba respirar aire puro...notaba su cabeza en mis calzoncillos.
Y me cagué encima
Debo decir que la sensación inmediata es de un alivio indescriptible, un placer sin parangón, equivalente a un orgasmo múltiple.
Desgraciadamente, la sensación es efímera como el orgasmo, porque tras unos milisegundos compruebas que estás lleno de mierda hasta los zapatos y piensas en cómo cojones vas a desfacer el entuerto, sobre todo con comensales y sobremesa animada.
Loado Sea El Señor, mi casa me pillaba cerca de la marisquería y conseguí huir miserablemente. Me lavé en la ducha, me cambié de calzones y de pantalones (coño, ahora que recuerdo también me tuve que cambiar de zapatos, que por el principio de los vasos comunicantes estaban cheos de mierda).
LLegué a los 20 minutos poniendo alguna excusa estúpida que no recuerdo y seguí dándole a los chupitos de aguardiente de orujo.
En verdad, Hijos Míos, es una experiencia súmamente gratificante. Os recomiendo que la probeis, aunque sea bajo circunstancias controladas.
:grin: