Fascismo argentzzzzzz

Algún juanquer puede poner este artículo de pago?


Es por el lol.

Ayyyy Macs, Macs... Bueeeeeeno, pero por ser usted, eh?

  1. Economía
  2. Laissez faire



Juan Ramón Rallo

Laissez faire

Por
Juan Ramón Rallo

Lo que se juega Argentina​

Ni Massa ni Bullrich han explicado cómo pretenden restablecer la confianza a largo plazo en el peso. El único que tiene realmente un plan contra la inflación es Milei​

Foto: Javier Milei, votando este domingo. (Reuters/Matias Baglietto)


Javier Milei, votando este domingo. (Reuters/Matias Baglietto)

Por
Juan Ramón Rallo
23/10/2023 - 05:00

EC EXCLUSIVOArtículo solo para suscriptores

El gran reto económico —y político— al que se enfrentará el próximo presidente de Argentina es evitar la hiperinflación y alcanzar una progresiva estabilidad de precios. Pese a que las propuestas de los tres principales contendientes resultan en muchos aspectos dispares, todos ellos coinciden en la necesidad de acabar con el déficit público y la consiguiente monetización de la deuda en el banco central.

En parte, este objetivo ya se ha logrado en el corto plazo gracias a la enorme inflación que ha experimentado el país durante los últimos años: los gastos públicos han sido licuados en términos reales y los ingresos públicos se han disparado en términos nominales. En 2022, de hecho, el déficit primario ascendió al 2,4% del PIB, de modo que no debería resultar especialmente dramático alcanzar un equilibrio presupuestario primario con ciertos ajustes adicionales en los gastos o en los ingresos. De ser así, los tipos de interés y finalmente la inflación deberían ir descendiendo progresivamente. Sin embargo, para que esto último suceda, es imprescindible no solo que se alcance el equilibrio presupuestario primario ahora, sino que se espere que ese equilibrio presupuestario primario se va a mantener en el tiempo.

Y esto último, generalizar creíblemente la expectativa de que las cuentas se van a mantener equilibradas a largo plazo, es lo que desde luego resulta tan complicado de alcanzar. No solo porque, como hemos señalado, el déficit público se haya reducido licuando los gastos mediante la inflación, lo que genera la más que lógica duda de si esos rebajados niveles de gasto público real se van a mantener en el tiempo (¿no se incrementarán los sueldos de los empleados públicos?, ¿no se revalorizarán las pensiones?, ¿se consolidará una eliminación de facto de la mayoría de subsidios?). La razón esencial por la que ese control temporal del déficit no resultaría creíble es porque existen muchos incentivos institucionales a abandonarlo tan pronto como los ciudadanos reintegren la confianza a los políticos: si las expectativas de inflación caen, volverá a ser tremendamente provechoso financiar el déficit público a través de la emisión monetaria.

Por eso, los países eficaces a la hora de mantener su inflación bajo control cuentan con un banco central independiente que no tiene por qué ceder a los caprichos financieros del Gobierno de turno. Pero en Argentina ese banco central independiente ni existe ni está claro que pueda existir: no solo porque las reformas legales valen de poco si los políticos están decididos a saltárselas, sino porque, aun cuando esa independencia fuera efectiva, el imaginario colectivo argentino necesitaría de mucho tiempo antes de volver a confiar en su banco central.

Aquí es precisamente donde encaja la propuesta de la dolarización que impulsa Javier Milei: no es que, en abstracto, la dolarización sea la mejor opción de política monetaria que pueda seguir un país (en su momento, ya esbocé algunos de los principales problemas a los que puede enfrentarse), pero, dentro de la actual realidad sociopolítica argentina, externalizar la gestión de la moneda en un organismo —la Reserva Federal— sobre el que los políticos argentinos no pueden ejercer ningún control puede ser la mejor forma, de las realistamente disponibles, de controlar los precios. La confianza en el dólar no es algo que deba surgir, sino que es algo que ya existe generalizadamente en el país, pues todos los ciudadanos ahorran en dólares.

Ni Massa ni Bullrich han explicado cómo pretenden restablecer la confianza a largo plazo en el peso. Meramente cuadrar las cuentas hoy no valdrá —salvo acaso para escapar del riesgo hiperinflacionario, pero no para estabilizar los precios—. De ahí que el único que tenga realmente un plan para acabar con la inflación —un plan con sus peligros y problemas, pero un plan— sea Milei. Que el futuro les sea más propicio que el pasado.
 
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Foto: Javier Milei, votando este domingo. (Reuters/Matias Baglietto)


Javier Milei, votando este domingo. (Reuters/Matias Baglietto)

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Juan Ramón Rallo
23/10/2023 - 05:00

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El gran reto económico —y político— al que se enfrentará el próximo presidente de Argentina es evitar la hiperinflación y alcanzar una progresiva estabilidad de precios. Pese a que las propuestas de los tres principales contendientes resultan en muchos aspectos dispares, todos ellos coinciden en la necesidad de acabar con el déficit público y la consiguiente monetización de la deuda en el banco central.

En parte, este objetivo ya se ha logrado en el corto plazo gracias a la enorme inflación que ha experimentado el país durante los últimos años: los gastos públicos han sido licuados en términos reales y los ingresos públicos se han disparado en términos nominales. En 2022, de hecho, el déficit primario ascendió al 2,4% del PIB, de modo que no debería resultar especialmente dramático alcanzar un equilibrio presupuestario primario con ciertos ajustes adicionales en los gastos o en los ingresos. De ser así, los tipos de interés y finalmente la inflación deberían ir descendiendo progresivamente. Sin embargo, para que esto último suceda, es imprescindible no solo que se alcance el equilibrio presupuestario primario ahora, sino que se espere que ese equilibrio presupuestario primario se va a mantener en el tiempo.

Y esto último, generalizar creíblemente la expectativa de que las cuentas se van a mantener equilibradas a largo plazo, es lo que desde luego resulta tan complicado de alcanzar. No solo porque, como hemos señalado, el déficit público se haya reducido licuando los gastos mediante la inflación, lo que genera la más que lógica duda de si esos rebajados niveles de gasto público real se van a mantener en el tiempo (¿no se incrementarán los sueldos de los empleados públicos?, ¿no se revalorizarán las pensiones?, ¿se consolidará una eliminación de facto de la mayoría de subsidios?). La razón esencial por la que ese control temporal del déficit no resultaría creíble es porque existen muchos incentivos institucionales a abandonarlo tan pronto como los ciudadanos reintegren la confianza a los políticos: si las expectativas de inflación caen, volverá a ser tremendamente provechoso financiar el déficit público a través de la emisión monetaria.

Por eso, los países eficaces a la hora de mantener su inflación bajo control cuentan con un banco central independiente que no tiene por qué ceder a los caprichos financieros del Gobierno de turno. Pero en Argentina ese banco central independiente ni existe ni está claro que pueda existir: no solo porque las reformas legales valen de poco si los políticos están decididos a saltárselas, sino porque, aun cuando esa independencia fuera efectiva, el imaginario colectivo argentino necesitaría de mucho tiempo antes de volver a confiar en su banco central.

Aquí es precisamente donde encaja la propuesta de la dolarización que impulsa Javier Milei: no es que, en abstracto, la dolarización sea la mejor opción de política monetaria que pueda seguir un país (en su momento, ya esbocé algunos de los principales problemas a los que puede enfrentarse), pero, dentro de la actual realidad sociopolítica argentina, externalizar la gestión de la moneda en un organismo —la Reserva Federal— sobre el que los políticos argentinos no pueden ejercer ningún control puede ser la mejor forma, de las realistamente disponibles, de controlar los precios. La confianza en el dólar no es algo que deba surgir, sino que es algo que ya existe generalizadamente en el país, pues todos los ciudadanos ahorran en dólares.

Ni Massa ni Bullrich han explicado cómo pretenden restablecer la confianza a largo plazo en el peso. Meramente cuadrar las cuentas hoy no valdrá —salvo acaso para escapar del riesgo hiperinflacionario, pero no para estabilizar los precios—. De ahí que el único que tenga realmente un plan para acabar con la inflación —un plan con sus peligros y problemas, pero un plan— sea Milei. Que el futuro les sea más propicio que el pasado.
Tiene un plan. Sin moneda no hay inflación. EL PLAN.
 
Ayyyy Macs, Macs... Bueeeeeeno, pero por ser usted, eh?

  1. Economía
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Juan Ramón Rallo

Laissez faire

Por​

Juan Ramón Rallo

Lo que se juega Argentina​

Ni Massa ni Bullrich han explicado cómo pretenden restablecer la confianza a largo plazo en el peso. El único que tiene realmente un plan contra la inflación es Milei​

Foto: Javier Milei, votando este domingo. (Reuters/Matias Baglietto)


Javier Milei, votando este domingo. (Reuters/Matias Baglietto)

Por
Juan Ramón Rallo
23/10/2023 - 05:00

EC EXCLUSIVOArtículo solo para suscriptores

El gran reto económico —y político— al que se enfrentará el próximo presidente de Argentina es evitar la hiperinflación y alcanzar una progresiva estabilidad de precios. Pese a que las propuestas de los tres principales contendientes resultan en muchos aspectos dispares, todos ellos coinciden en la necesidad de acabar con el déficit público y la consiguiente monetización de la deuda en el banco central.

En parte, este objetivo ya se ha logrado en el corto plazo gracias a la enorme inflación que ha experimentado el país durante los últimos años: los gastos públicos han sido licuados en términos reales y los ingresos públicos se han disparado en términos nominales. En 2022, de hecho, el déficit primario ascendió al 2,4% del PIB, de modo que no debería resultar especialmente dramático alcanzar un equilibrio presupuestario primario con ciertos ajustes adicionales en los gastos o en los ingresos. De ser así, los tipos de interés y finalmente la inflación deberían ir descendiendo progresivamente. Sin embargo, para que esto último suceda, es imprescindible no solo que se alcance el equilibrio presupuestario primario ahora, sino que se espere que ese equilibrio presupuestario primario se va a mantener en el tiempo.

Y esto último, generalizar creíblemente la expectativa de que las cuentas se van a mantener equilibradas a largo plazo, es lo que desde luego resulta tan complicado de alcanzar. No solo porque, como hemos señalado, el déficit público se haya reducido licuando los gastos mediante la inflación, lo que genera la más que lógica duda de si esos rebajados niveles de gasto público real se van a mantener en el tiempo (¿no se incrementarán los sueldos de los empleados públicos?, ¿no se revalorizarán las pensiones?, ¿se consolidará una eliminación de facto de la mayoría de subsidios?). La razón esencial por la que ese control temporal del déficit no resultaría creíble es porque existen muchos incentivos institucionales a abandonarlo tan pronto como los ciudadanos reintegren la confianza a los políticos: si las expectativas de inflación caen, volverá a ser tremendamente provechoso financiar el déficit público a través de la emisión monetaria.

Por eso, los países eficaces a la hora de mantener su inflación bajo control cuentan con un banco central independiente que no tiene por qué ceder a los caprichos financieros del Gobierno de turno. Pero en Argentina ese banco central independiente ni existe ni está claro que pueda existir: no solo porque las reformas legales valen de poco si los políticos están decididos a saltárselas, sino porque, aun cuando esa independencia fuera efectiva, el imaginario colectivo argentino necesitaría de mucho tiempo antes de volver a confiar en su banco central.

Aquí es precisamente donde encaja la propuesta de la dolarización que impulsa Javier Milei: no es que, en abstracto, la dolarización sea la mejor opción de política monetaria que pueda seguir un país (en su momento, ya esbocé algunos de los principales problemas a los que puede enfrentarse), pero, dentro de la actual realidad sociopolítica argentina, externalizar la gestión de la moneda en un organismo —la Reserva Federal— sobre el que los políticos argentinos no pueden ejercer ningún control puede ser la mejor forma, de las realistamente disponibles, de controlar los precios. La confianza en el dólar no es algo que deba surgir, sino que es algo que ya existe generalizadamente en el país, pues todos los ciudadanos ahorran en dólares.

Ni Massa ni Bullrich han explicado cómo pretenden restablecer la confianza a largo plazo en el peso. Meramente cuadrar las cuentas hoy no valdrá —salvo acaso para escapar del riesgo hiperinflacionario, pero no para estabilizar los precios—. De ahí que el único que tenga realmente un plan para acabar con la inflación —un plan con sus peligros y problemas, pero un plan— sea Milei. Que el futuro les sea más propicio que el pasado.
A Rallo

Ha puesto a Rallo
 
Tenía curiosidac pero veo que el artículo no es muy interesante.
 
Harían falta más de 50 años para que funcionase el plan de Milei, pero claro es mejor seguir con la inflación al 140%.......
 
La definición de economía argentina es la economía de Argentina.
Una economía basada en el campo, sin industria y que tiene que subvencionar casi todo porque no llega para nada. A ser de tan bajo valor añadido y con una nula inversión en hacer algo que no sea minería o vacas pues tiran de imprimir billetes. Repetir el proceso durante décadas y están como están hoy.
Han intentado políticas liberales, intervencionistas, dictaduras y caraduras y todo por el medio con el mismo resultado. Lo único que no cambia de la ecuación es una cosa, los argentinos.

Buen indicador.
Vale. La situación es bastante compleja. Obviamente por lo que me has contado, en mi opinión de cuñado, el tema requeriría de una actuación suave y progresiva. Quitar paguitas si, eso siempre. Pero con mucho cuidado.
El estado puede generar una población de vagos o una población de emprendedores. Tiene una responsabilidad gigante a la hora de incentivar las conductas de la gente y es la decisión de los políticos mediante las leyes que crean si generan gente con unos valores u otros. Lo que está pasando en las democracias occidentales es que estamos recogiendo el fruto de haber incentivado muchos males en el pasado. La corrupción es muy barata y compensa, compensa no trabajar, compensa ser funcionario, no compensa ser empresario, etc etc.
Las paguitas tienen una razón de ser. Y tienen una razón social para aquellas personas que realmente lo necesitan.
Ahí es donde se debe ver, cuanto y a que gente se le da. Pero una cosa es eso y otra andar a dar dinero a todo el mundo por no hacer nada.
Las paguitas tienen que ser la excepción, no la regla.
Tema argentina. Yo empezaría a quitarlas por tramos. Daría un año, igual pondría otra clase de ayudas para generar que los perceptores se dieran de alta como autonomos tipo, exentos de cuotas de seguridas durante 3 años (De lo poco que funcionó en España, la tarifa plana fue algo muy positivo).
Em economía las cosas que mejor funcionan no se hacen por decretos leyes. Se hacen con beneficios fiscales, ayudas a la empresa, etc.
Ahora que si es verdad lo que tu dices como está argentina....la política económica del milei ese tampoco creo que vaya a mejorar. De hecho incluso podría empeorar. Una situación compleja no puede abordarse a cuchillo y a dolor.
 
Tiene un plan. Sin moneda no hay inflación. EL PLAN.
Tal cual. Esa es su idea. Que es básicamente lo que le pasa a España por estar dentro de la unión europea. Y gracias a dios. No mola que no seamos soberanos, pero cuando la ralea política es lamentable....mejor que no nos podamos autogobernar. Si tuviésemos el control sobre la máquina de hacer dinero hoy estaríamos en la mierda, como argentina, fijo.
Por eso, lo mismo.no me parece tan mala idea. Ahora bien, a mi de esa idea me da miedo el proceso. Aquí cuando nos metimos en el euro hubo todo un proceso de cambio, fue paulatino, se informó,....y hubo bastantes subidas de precios. Hubo turbulencias.
Si ese proceso que me parece supercomplicado se hace a cañón....
Pero en si la idea no es mala. Es reconocer que la raza argentina no puede encargarse de autogobernarse en política monetaria y ceder las competencias a Washington. No me parece mala idea sobre el papel (aunque si peligrosa y complicada de llevar a cabo)
 
Vale. La situación es bastante compleja. Obviamente por lo que me has contado, en mi opinión de cuñado, el tema requeriría de una actuación suave y progresiva. Quitar paguitas si, eso siempre. Pero con mucho cuidado.
El estado puede generar una población de vagos o una población de emprendedores. Tiene una responsabilidad gigante a la hora de incentivar las conductas de la gente y es la decisión de los políticos mediante las leyes que crean si generan gente con unos valores u otros. Lo que está pasando en las democracias occidentales es que estamos recogiendo el fruto de haber incentivado muchos males en el pasado. La corrupción es muy barata y compensa, compensa no trabajar, compensa ser funcionario, no compensa ser empresario, etc etc.
Las paguitas tienen una razón de ser. Y tienen una razón social para aquellas personas que realmente lo necesitan.
Ahí es donde se debe ver, cuanto y a que gente se le da. Pero una cosa es eso y otra andar a dar dinero a todo el mundo por no hacer nada.
Las paguitas tienen que ser la excepción, no la regla.
Tema argentina. Yo empezaría a quitarlas por tramos. Daría un año, igual pondría otra clase de ayudas para generar que los perceptores se dieran de alta como autonomos tipo, exentos de cuotas de seguridas durante 3 años (De lo poco que funcionó en España, la tarifa plana fue algo muy positivo).
Em economía las cosas que mejor funcionan no se hacen por decretos leyes. Se hacen con beneficios fiscales, ayudas a la empresa, etc.
Ahora que si es verdad lo que tu dices como está argentina....la política económica del milei ese tampoco creo que vaya a mejorar. De hecho incluso podría empeorar. Una situación compleja no puede abordarse a cuchillo y a dolor.

En el mejor de los casos sólo va a tener 4 años, así que si realmente quiere cambiar algo debe hacer mucho. Y ese mucho, a la vez y rápido.
 
Tal cual. Esa es su idea. Que es básicamente lo que le pasa a España por estar dentro de la unión europea. Y gracias a dios. No mola que no seamos soberanos, pero cuando la ralea política es lamentable....mejor que no nos podamos autogobernar. Si tuviésemos el control sobre la máquina de hacer dinero hoy estaríamos en la mierda, como argentina, fijo.
Por eso, lo mismo.no me parece tan mala idea. Ahora bien, a mi de esa idea me da miedo el proceso. Aquí cuando nos metimos en el euro hubo todo un proceso de cambio, fue paulatino, se informó,....y hubo bastantes subidas de precios. Hubo turbulencias.
Si ese proceso que me parece supercomplicado se hace a cañón....
Pero en si la idea no es mala. Es reconocer que la raza argentina no puede encargarse de autogobernarse en política monetaria y ceder las competencias a Washington. No me parece mala idea sobre el papel (aunque si peligrosa y complicada de llevar a cabo)
Hombre, hay una gran diferencia. España está dentro de la UE y tiene, como pasa ahora, lluvia de billetesh como con lo del covid o los next generation. El jambo este quiere usar una moneda extranjera de la cual no tiene la más mínima influencia. Por no poder no pueden comprar más divisas ai lo necesitan porque, bueno, no tienen con que.
Lo cual nos lleva a la pregunta y obvia respuesta de porqué nungún país lo ha hecho antes.
 
En Panamá, El Salvador y Ecuador es todo dólar, es lo que te dan los cajeros de los bancos; ese paréntesis que dice que mantienen la moneda local es absurdo porque el Colón y el Balboa ni siquiera se ven, están fuera de circulación.

Hay otros países como por ejemplo Camboya donde se usa muchísimo el dólar pero los bancos sí te dan a elegir retirar dólares o la moneda local, en este caso rieles.
 
Última edición:
Espera, estás diciendo que está mal escrito?

En ese caso es separado, aunque se acepta junto cuando es sustantivo.
Iría junto si fuese "el porqué de que ningún país lo haya hecho antes" pues hace la función de sustantivo.
En el caso que nos atañe es "el por qué ningún país lo hace" porque hace la función de pregunta.
(Creo)
 
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