De risa, hoyga. Los reyes magos no han sido nunca tres gordas ni tres shemalotes, como esos que van en las cabalgatas de maricas que organizan ayuntamientos como los de Madrid desde hace años, para vergüenza y oprobio de los propios madrileños o de otras tantas ciudades donde colocan banderas gayers en los balcones y demás mamarrachadas.
La cabalgata de los reyes magos es una tradición popular que que remonta varios siglos atrás, y es evidente, que toma como referencia un mito o tradición bíblica, y es, al fin y al cabo, eso, una tradición que también compartimos con otros países europeos o antiguas colonias americanas y que tiene su valor como tradición. Al igual que la semana santa u otras muchas tradiciones que hunden sus raíces en formas de religiosidad populares, y que como forman parte del sentimiento de las gentes de este país, hay que respetarlas. El argumento de no celebrar la navidad, o de emplear eufemismos o montar cabalgatas de gordas y shemales sí que es ridículo, y más con argumentos tan lusers y de comemierdas como aquellos de "no ofender a quienes profesan otros credos religiosos o residentes no cristianos en nuestro territorio".
Yo no soy cristiano, ni profeso religión alguna en particular, y no me siento ofendido en absoluto. Lo que sí me ofende es la moral inversa autocastrante que proponen estos especímenes, porque nace del complejo y la estupidez, y es tan casposa como aquella de los meapilas.
Cada cual es libre de ser o comportarse como quiera, aún a riesgo de hacer el ridículo, pero al menos que no jueguen con las tradiciones populares y sentimientos de las gentes. Al fin y al cabo ya existen las cabalgatas de maricones ultrasubvencionadas con impuestos públicos, donde multitud de degenerados simulan la cópula homosexual delante de familias progres que llevan a sus hijos para contemplar tal espectáculo, denigrante y ridículo, o ves a tipos vestidos de lagarteranas.