Eres un cuarentón infantilizado que necesita a momó para ir a comprar unos pantalones que vive en una casa llena de mierda con muebles rotos, que no se lava los dientes ni se ducha con la frecuencia necesaria como para no desprender mal olor y al que le parece que la higiene no es algo que se deba mantener, que viste como un pordiosero y que tiene un trabajo de baja cualificación. Tu personalidad frente a las mujeres es servil, arrastrada y gimoteante, y frente a los demás es pusilánime y envidiosa. Te reconcome la envidia y tu historial amoroso es no sólo corto sino también de muy baja calidad. Hace dos años y medio que no follas y en los últimos diez sólo lo has hecho con dos o tres taradas mucho mayores que tú que bien podían estar en un zoo. Tus mejores años ya hace mucho tiempo que pasaron y ahora, ya viejo para estas lides, pretendes ligar con mujeres de buen ver sin tener ni una sola de las cualidades que buscan esas mujeres y sí todos los defectos de los que huyen. Gordas feas barriobajeras solteras con el arroz pasado te ven y te desprecian y tú sigues en tu ensoñación de ser normal. No. No lo eres. Eres un anormal. Te lo venimos diciendo todos. Hasta la realidad te lo dice cada día. Te lo dice tu historia, te lo dice tu presente, y tú sigues pensando en que oliendo mal y arrastrándote alguna tía buena va a querer irse contigo. Y porque no me he puesto a ahondar, pero podría seguir: eres todo esto y más, y lo que no he escrito tampoco es bueno.
Y ahora venga, ya puedes dar tu reacción y quedarte a gusto, porque desde luego no espero de ti que entiendas estas palabras ni la dimensión de tu realidad.