Madre mía, Zurraspas. Que no habría barrios ricos ni pobres, dice el tío. No, todo sería igualito, nada sería mejor ni peor. Todo cortado por el mismo patrón. ¿Pero te das cuenta las sandeces que dices? En el momento en el que hay dos sueldos diferentes ya habría pobres y ricos. ¿Vas a pagar lo mismo a un médico en cuyas manos está la vida de personas que a un chupatintas de oficina? ¿Vas a pagarle sólo un poco más al ingeniero o al médico o al tío que se arriesga la vida que al tío que hace cuatro cosas vulgares y corrientes para que no haya diferencias? ¿Entonces para qué estudiar, para qué avanzar, si no vas a obtener nada que te diferencie? Que le den por culo, que lo haga otro. Qué maravilla, no poder aspirar a nada mejor porque sólo hay dos modelos de una cosa, en rojo y en azul; qué ideal todo si el tamaño de mi casa depende de cuántos hijos tengo; los gitanos que recogen chatarra con pisazos de quinientos metros y yo en cuarenta. ¿Tú cuántas hectáreas puedes trabajar? Treinta. ¿Y tú? Tres. Pues treinta para ti y tres para ti, y al final del mes cobráis lo mismo. Pues mira, dame tres metros cuadraos y que el resto se las haga este gilipollas
De verdad, Zurraspas, que tienes casi cuarenta palos, joder, que no eres un niño de 16 años que no sabe por dónde le da el aire para venirnos con este idealismo de piruleta y fantasía de ciudades sin barrios ricos o pobres, de todo el mundo cobrando lo mismo por hacer cosas distintas y de todo el mundo teniendo lo mismo que el vecino y subnormalidades de este calibre, joder.