Tengo un compromiso, una boda, se casa un vecino y aunque no me apetece finalmente lo repienso y voy. Se ha casado con una tipa rica, menudo braguetazo, seguro que la comida está bien. Me apetece comer bien.
En la mesa me toca con la hermana adolescente de la novia. Está buena la hijadeputa, pero menudo pijón repelente. El local no le satisface, no es suficiente para sus aires de princesita rica, no lo dice pero es porque han tenido que elegir uno de gama no alta porque mi vecino es pobre. Mal empezamos con la niñata.
El que traga con la peor parte es el camarero. Un cincuentón estirado, canoso y amargado que tiene que aguantarle caprichos y desplantes. La muy hijadeputa le obliga a cambiarle el vaso, uno de los 3 que tiene y que ni iba a utilizar, porque había dentro un mosquito. Procedente con toda seguridad del centro de flores de la mesa, pero habla con muy malos modos al pobre tipo, que agacha las orejas y le trae servilmente otro. Ya lo ha conseguido, el camarero está cabreado, me mra con odio más tarde cuando le pido un cubata. Le preguntaba en realidad donde estaba la barra libre, pero parece que no hay barra física: se les piden a los camareros. Se mete para adentro de las cocinas, con mala cara: otro niñato dándole órdenes, debe pensar. Me lo va a traer, pero yo no lo pretendía, ha sido un malentendido.
Pasan más de diez minutos y el tipo no ha vuelto, así que, inspirado por el medio pedete que llevaba de champán, me meto yo para dentro de las cocinas. A buscar mi cubata. Que se me va a pasar el puntillo, cojones.
Deambulando entre los pasillos y cacerolas, encuentro al tipo de espaldas. preparándolo en ese momento: se lleva un susto al verme. Me hace salir, allí no puedo estar, dice.
Al poco viene a la mesa con mi preciado tesoro, con su cola, sus hielos, su limón y su ron. Empiezo a degustarlo y es entonces cuando me viene la idea de que el tipo se ha asustado al verme porque le estaba metiendo "algo". Qué idea más absurda, pienso enseguida, pero...me da por hacer un "filtro" con la lengua según bebo el líquido para ver si noto algo. Ya lo tengo casi bebido, nada de nada, pero entonces...algo que pincha se traba en la punta de mi lengua antes de seguir su camino al esófago.
Lo saco. Una esquirla de vidrio plana, puntiagudo y afilada, de un tamaño como media uña del meñique, que muestro a mi colega. "Hostias!!" dice, "eso te podría haber provocado una perforación intestinal".
En la mesa me toca con la hermana adolescente de la novia. Está buena la hijadeputa, pero menudo pijón repelente. El local no le satisface, no es suficiente para sus aires de princesita rica, no lo dice pero es porque han tenido que elegir uno de gama no alta porque mi vecino es pobre. Mal empezamos con la niñata.
El que traga con la peor parte es el camarero. Un cincuentón estirado, canoso y amargado que tiene que aguantarle caprichos y desplantes. La muy hijadeputa le obliga a cambiarle el vaso, uno de los 3 que tiene y que ni iba a utilizar, porque había dentro un mosquito. Procedente con toda seguridad del centro de flores de la mesa, pero habla con muy malos modos al pobre tipo, que agacha las orejas y le trae servilmente otro. Ya lo ha conseguido, el camarero está cabreado, me mra con odio más tarde cuando le pido un cubata. Le preguntaba en realidad donde estaba la barra libre, pero parece que no hay barra física: se les piden a los camareros. Se mete para adentro de las cocinas, con mala cara: otro niñato dándole órdenes, debe pensar. Me lo va a traer, pero yo no lo pretendía, ha sido un malentendido.
Pasan más de diez minutos y el tipo no ha vuelto, así que, inspirado por el medio pedete que llevaba de champán, me meto yo para dentro de las cocinas. A buscar mi cubata. Que se me va a pasar el puntillo, cojones.
Deambulando entre los pasillos y cacerolas, encuentro al tipo de espaldas. preparándolo en ese momento: se lleva un susto al verme. Me hace salir, allí no puedo estar, dice.
Al poco viene a la mesa con mi preciado tesoro, con su cola, sus hielos, su limón y su ron. Empiezo a degustarlo y es entonces cuando me viene la idea de que el tipo se ha asustado al verme porque le estaba metiendo "algo". Qué idea más absurda, pienso enseguida, pero...me da por hacer un "filtro" con la lengua según bebo el líquido para ver si noto algo. Ya lo tengo casi bebido, nada de nada, pero entonces...algo que pincha se traba en la punta de mi lengua antes de seguir su camino al esófago.
Lo saco. Una esquirla de vidrio plana, puntiagudo y afilada, de un tamaño como media uña del meñique, que muestro a mi colega. "Hostias!!" dice, "eso te podría haber provocado una perforación intestinal".