GRANDES BIOGRAFIAS
Esther Colero (1895-1950).
Nació un jueves por la tarde en una chabola del barcelonés barrio de Can Tunis. Ese día su madre no estaba en casa, por lo que tuvo que esperar a tomar su primer biberón. El susto que se llevó al llegar casa y encontrarse con semejante engendro fue morrocotudo. En un principio tuvo la tentación de espantarla con la escoba y echarla de la casa. Afortunadamente reflexionó y el instinto maternal salió a flote. "Puede servir pa´l campo" pensó.
Efectivamente, Esther demostró que estaba hecha para el mundo de la agricultura y la ganadería. Su coeficiente intelectual no superaba al de una patata temprana y su físico recordaba mucho al de la mula Francis, solo que esta última despedía mejor olor corporal, por lo menos menos malo.
Con el paso de los años nuestra protagonista decidió ampliar sus horizontes y dejar el mundo del campo y probar fortuna en la gran ciudad. Le decidio lo acontecido una noche en la que se disponía a dar de comer a las gallinas. Olvidó ponerse la capucha que usaba desde que las aves le vieron por primera vez y dejaron de poner huevos durante 3 semanas. Su padre,que dormía con una recortada bajo la almohada y llegaba todas las noches a casa con los bolsillos de la gabardina deformados por las botellas de ginebra,despertado por el alboroto que se organizó en el corral,y pensando que los zorros atacaban, salió cual Marine en el desembarco de Normandía.El susto que se llevó Esther fue mayúsculo, más que si hubiera visto al feo de los Calatrava comiendo limones. Salió corriendo y no paró hasta llegar a la ciudad. Ya que estoy aquí casi que me quedo, pensó.
Dispuesta a comerse el mundo buscó trabajo con gran ilusión.Pero en vista de su nula formación académica fue una ardua tarea.Tuvo que sobrevir en la jungla de asfalto a base de mendigar en las parroquias y alimentarse en los comedores sociales.
Pero su suerte iba a cambiar. Cierto día que le dieron un caramelo de esos de Zaragoza, tamaño autobús, se le encendió la bombillita. Ante la dificultad para degustar semejante mazacote dulce debido a su tamaño, se le ocurrió clavar un palito y así poder juguetear con el caramelo y hacer más fácil su consumo.Poco a poco su idea se fue popularizando y empezó a cobrar por transformar caramelos para las viejas beatas que salían de misa de 12 y estaban hartas de dejarse las dentaduras pegadas.Con una gran visión de futuro y no pocos sacrificios montó la empresa que hoy conocemos como Chupa-Chups.
Falleció cristianamente y de una manera un poco cutre en 1950, cuando resbaló con una plasta de dogo.
Esther Colero (1895-1950).
Nació un jueves por la tarde en una chabola del barcelonés barrio de Can Tunis. Ese día su madre no estaba en casa, por lo que tuvo que esperar a tomar su primer biberón. El susto que se llevó al llegar casa y encontrarse con semejante engendro fue morrocotudo. En un principio tuvo la tentación de espantarla con la escoba y echarla de la casa. Afortunadamente reflexionó y el instinto maternal salió a flote. "Puede servir pa´l campo" pensó.
Efectivamente, Esther demostró que estaba hecha para el mundo de la agricultura y la ganadería. Su coeficiente intelectual no superaba al de una patata temprana y su físico recordaba mucho al de la mula Francis, solo que esta última despedía mejor olor corporal, por lo menos menos malo.
Con el paso de los años nuestra protagonista decidió ampliar sus horizontes y dejar el mundo del campo y probar fortuna en la gran ciudad. Le decidio lo acontecido una noche en la que se disponía a dar de comer a las gallinas. Olvidó ponerse la capucha que usaba desde que las aves le vieron por primera vez y dejaron de poner huevos durante 3 semanas. Su padre,que dormía con una recortada bajo la almohada y llegaba todas las noches a casa con los bolsillos de la gabardina deformados por las botellas de ginebra,despertado por el alboroto que se organizó en el corral,y pensando que los zorros atacaban, salió cual Marine en el desembarco de Normandía.El susto que se llevó Esther fue mayúsculo, más que si hubiera visto al feo de los Calatrava comiendo limones. Salió corriendo y no paró hasta llegar a la ciudad. Ya que estoy aquí casi que me quedo, pensó.
Dispuesta a comerse el mundo buscó trabajo con gran ilusión.Pero en vista de su nula formación académica fue una ardua tarea.Tuvo que sobrevir en la jungla de asfalto a base de mendigar en las parroquias y alimentarse en los comedores sociales.
Pero su suerte iba a cambiar. Cierto día que le dieron un caramelo de esos de Zaragoza, tamaño autobús, se le encendió la bombillita. Ante la dificultad para degustar semejante mazacote dulce debido a su tamaño, se le ocurrió clavar un palito y así poder juguetear con el caramelo y hacer más fácil su consumo.Poco a poco su idea se fue popularizando y empezó a cobrar por transformar caramelos para las viejas beatas que salían de misa de 12 y estaban hartas de dejarse las dentaduras pegadas.Con una gran visión de futuro y no pocos sacrificios montó la empresa que hoy conocemos como Chupa-Chups.
Falleció cristianamente y de una manera un poco cutre en 1950, cuando resbaló con una plasta de dogo.