Menudo analfabeto. Cuando empieza a señalar el escudo del Mandril da vergüenza ajena. Es el epítome del habitante del cinturón de escoria.
No estoy de acuerdo.
Cantaba melancólicas baladas reviviendo el amor sin nunca haber sido amado, nombraba a sus escasos seguidores con la errónea certeza de que supieras quienes eran Mauricio Carrillo, Miguel de Cádiz o Roberto Valle Palacios. De sus compañeros del Telepizza decía cosas como "Paqui, tiene un corazón que no le cabe en el pecho".
Su madridismo era inocente y limpio, al igual que sus alusiones contrarias al F.C.Barcelona, lejos del fanatismo violento tabernero de un Roncero de turno.
Recuerdo un video que subió un cani chandalero de su barrio acosandolo y humillandolo en el bar del barrio mientras Gus veía un partido de fútbol junto a un friki mucho mayor que él, calvo y gordo, exactamente igual de excluido, e incapaz por temor de defenderlo optando por el silencio.
No era un Jonatan moreniko, sino justo lo contrario. Alguien que ha sufrido un montón y sus vídeos no eran más que una evasión.
Doce años después ha vuelto un Gus ya desprovisto notablemente de aquella candidez y añadiría con atrevimiento que con cierto aire maléfico que notas en él desde el primer minuto.
Supongo que se le debe llamar estar muerto por dentro, volverse más malo en un efecto boomerang, o en fin, supongo que, para que se entienda, el Gus de 2022 está más cerca de coger una metralleta y atentar contra sus ex compañeros de colegio que le hacían en bullying acudiendo por sorpresa a una cena de ex alumnos de 40 tacos, que el Gus de 2008, que se habría referido a ellos más o menos con un "yo no tengo rencor, les deseo simplemente que sean felices".