Como ha dicho alguien por ahí arriba, la culpa es de los padres. De los padres, que no tienen un puto libro en casa, pero sí una tele de cincuenta pulgadas, toda la discografía de Héroes del Silencio y una tarjeta de crédito amarga en la cartera. De los padres, que tienen niños por seguir la moda de sus amigos, que descubren tarde que ese piercing en el ombligo se deforma con una gestación, que se creen que en una sociedad como la que vivimos sólo (con tilde) se llega alto siendo "hijo de".
Cobardes. Cobardes que se rinden desde el principio, cómplices del "que trabaje el otro", de la desidia, salmones en la corriente del desengaño. Yo os digo: LUCHAD. Si el maestro de vuestro hijo es inútil, enseñádle vosotros. Si vuestro hijo se aburre, no le pongáis la tele ni le déis una DS, sino un folio y unos pasteles, un libro, un montón de piezas de Lego. Ofrecedle alternativas, dadle criterio, confianza y capacidad de decisión. Advertidle del dolor pero no le protejáis del daño, pues sólo las hostias que te das son las que tu piel recuerda. No le convirtáis en un cordero pusilánime más en este mundo de lobos. Y así, piedra a piedra, levantaremos un muro, a pesar de los maestros idiotas, los políticos ladrones, los medios manipuladores y mentirosos y el pensamiento único.
Fracaso escolar, me río yo. En España sólo fracasa quien quiere, pero claro, es el camino fácil.