Hoy estaba comprando en un comercio típico de barrio, cuando una tipa desdentada me ha aparecido por detrás así de sopetón, y me ha tocado la espalda. Me ha dado la impresión de que incluso es posible que se haya sentido excitada al sentir el contacto físico, por ligero que sea, porque ha empezado a bailarle la mandíbula cosa fina.
Entonces ha empezado a hablar con la tipa que regentaba la tienda, y le ha dicho "A mi no me lloran los niños, mi único bebé es el que está en la puerta". He dirigido mis hogos hacia la puerta de salida y he detectado un perro escuálido y bastante feo, la verdad, atado a una de las cajas de verdura que había a la entrada. Y me ha parecido grotesco el detalle del traje que le había puesto, con un jersey de cuello alto de color rosa y una especie de falda verde. Por un momento he pensado, "pero si va mejor vestido que yo", porque normalmente me visto con pantalones de tiempos de la posguerra y camisetas raídas del pleistoceno. Pero al mismo tiempo he pensado en el perro, y en la vergüenza e indignidad a la que se veía condenado el pobre bicho con semejante tarada de dueña, con toda la pinta de estar tirada en una esquina pinchándose su dosis de heroína, y encima poniéndole trapitos y humanizando al animal.