Mi vecino, que después de estar comiéndole el rabo en los últimos 38 años, ahora resulta que está de cansado de siempre lo mismo, que si ya no estoy con la misma ilusión, que a ver si me lo curro, que en ese foro de retras que lees seguro que encuentro ese “truco” que da la chispita a nuestra relación. Y heme aquí la esclava del señor, que leyendo este egregio cagadero decidí elevar el fellatio exercitium con una nueva plataforma para la extracción del veneno de mi vecino. Se llaman 80 lereles ancá Bezos:
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Mi sexpe al respecto concluye que para la mamada profunda, esa que le comes el trabuco hasta el galillo y hace tope con la huevada, las sensaciones son inmejorables por cuanto la temblequera que se experimenta en nuestros dos cuerpos es sólo comparable a la blancura de cuencos de hojos que experimenta mi vecino. Y qué decir de esas chupaditas que te quedas a la mitad, justamente al acabar el glande, ahí paras, respiras profundo y haces una turbosucción sin solución de contuidad. Oh, si, conforeres. Ahí es cuando mi chico me estruja la calva como si llevara en el cabezón masa de croquetas sin albardar, su gesto, su escorzo, su grito desde los mas profundo de sus entrañas no deja equivoco de que voy por el camino correcto.
Empero me he dado cuenta ( nos hemos dado cuenta) que cuando quiero adicionar elementos que sustancien aún mas si cabe la sicalipsis de la maniobra, no sé, digamos le meto un dedo en el culo, le pellizco los pezones y la consabida comida de rabo, el adminículo adquirido me infrapondera en las sensaciones. Quizá sea que pierdo la concentración, que me dejo llevar por la inercia de la suma en vez de concretar. Ya saben, somos hombres y mas de dos cosas me cuesta hacer. Vamos a ir hablándolo pero está claro que requiere de una intensidad analítica que riéte tú de la exégesis talmúdica.
Pero es que mi chico es taaaan majo que casi se está arrepintiendo del reproche inicial y de un tiempo a esta parte, como ya no vamos a ver pollas a sitios públicos y nos lo hacemos en casa, le ha dado porque me ponga cómodo y que me deja eventualmente chupar descalzo. Sólo por probar a ver qué tal. Y resulta que es medio fetichista. Yo por mi encantado, con tal de darle gusto. Lo que pasa, como bien se sabe en este foro, es que toda acción buena tiene su castigo y de la misma me han salido unos bichitos en las uñas de los pieses. ( piénsatelo porque daña la vista)
Mira me da igual, estoy tan lleno de proyectos, con tanta ilusión de hacer feliz a mi vecino que es que no he podido por menos que arrancarme y coger un laúd para entonar con voz atiplada una serranilla del marqués de la Pingallana : “ Moço tan fermoso/non lo vi en reposo/pues calzaba aldaba/ cuando el vate mamaba”.
La sientadilla, el ejercicio mas completo.