Total, que es más una cuestión de sumisión al Estado y a sus leyes que de manifestar amor a tu patria o a España, ¿no?
Total, que mezclan lo uno con lo otro, el Estado con España, las leyes con la Patria, como si todo fuera un uno indisoluble o viniera dado lo uno con lo otro. Pues no. Una cosa es la patria y otra el Estado, una cosa son las leyes y otra cosas son los símbolos. Meten en un revuelto intragable los símbolos del país, sus leyes, el estado, la patria y todo lo demás.
Así, todo mezcladito y en una papilla que se toma toda junta, como a los niños, para que se lo traguen mejor. Porque mejor que no se sepa que una cosa es el Estado y otra el país, mejor que no se sepa que una bandera es un símbolo y una ley no lo es.
España no son sus leyes, ni estas representan a España. No es su Estado, ni este es igual a la Patria. Sus símbolos -la bandera, el himno, el nombre-, están muy por encima de las leyes coyunturales que haya o del estado coyuntural que haya -hoy el estado que conocemos, ayer el de la dictadura, anteayer el de la república-. España y sus símbolos sobreviven a sus estados y a sus leyes. España permanece, sus símbolos, aunque cambiasen, dirían también España; el Estado o las constituciones que haya ni representan ni sustituyen ni simbolizan a España ni al concepto de patria.
Yo juraría mi lealtad a España, que es mi patria, y a sus símbolos. No a unas leyes de mierda o a un Estado de pacotilla.