Sir Ano de Bergerac
La becaria de Aramís Fuster.
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El hilo va de que recopilemos productos comerciales que consideramos timos, basura soportada por andamiajes de mercadotecnia.
Tradicionalmente, la estrategia más utilizada ha sido la que yo llamaría tensor de clase. Consiste en hacer creer al cliente potencial que a través de la compra de un producto está ganándose una ventana a los placeres de las clases de estratos superiores. Es un poco más caro, pero parece cosa de ricos. En los productos básicos no es donde está el dinero, el dinero se encuentra en toda la gama que se cubre de etiquetas de negro y dorado y escriben compulsivamente "gourmet" a lo largo de todo el diseño de producto. Cada vez que un individuo cede ante el imperativo de ascender de clase a través de la compra de mierda en el Corte Inglés, @ilovegintonic sonríe maliciosamente desde las sombras porque su empleo ha vuelto a ser legitimado.
Otro caso a estudiar podría ser la gula del norte: o cómo vender deshechos de pescado triturados a precio de oro para que las familias de extrarradio se sientan elegantes el día de nochebuena.
Un fenómeno al alza es sin duda el boom de los alimentos e incluso droguería ecológica. Precios y calidades difícilmente justificables más allá de la metafísica de los procesos tradicionales y el respeto a la naturaleza. Seguro que @Almirante Farlopas compra ecológico.
También es para quitarse el sombrero toda la mística que rodea a lo que llaman los superalimentos. Semillas de chia, alga espirulina, trigo sarraceno. Se supone que te los comes y anulan todo el mal que acumula un cuerpo. Yo tengo un amigo que está a tope con esta fantasía ¿Acabas de comer 5 blisters de donut bombón? No pasa nada, porque ahora te tomas este batido proteico al que le he añadido estos carísimos polvos de alga de las aguas de Japón y eso lo limpia todo.
En fin, superalimentos (imagen ilustrativa):
Para mí, ver escrito superalimento es el equivalente a que un desconocido te llame subnormal a la cara y te aguante la mirada durante no menos de cinco segundos.
Otra treta bastante divertida es la de algunas marcas de lujo en decadencia que han visto su nicho de mercado en las nuevas generaciones de adolescentes deseosos de construirse una identidad a partir de objetos de consumo. Le regalan a algún rapero o influencer alguna muestra para que la exhiban por las redes y sólo hay que esperar a que miles de chavales le secuestren la tarjeta a sus padres y hagan su trabajo.
Tradicionalmente, la estrategia más utilizada ha sido la que yo llamaría tensor de clase. Consiste en hacer creer al cliente potencial que a través de la compra de un producto está ganándose una ventana a los placeres de las clases de estratos superiores. Es un poco más caro, pero parece cosa de ricos. En los productos básicos no es donde está el dinero, el dinero se encuentra en toda la gama que se cubre de etiquetas de negro y dorado y escriben compulsivamente "gourmet" a lo largo de todo el diseño de producto. Cada vez que un individuo cede ante el imperativo de ascender de clase a través de la compra de mierda en el Corte Inglés, @ilovegintonic sonríe maliciosamente desde las sombras porque su empleo ha vuelto a ser legitimado.
Otro caso a estudiar podría ser la gula del norte: o cómo vender deshechos de pescado triturados a precio de oro para que las familias de extrarradio se sientan elegantes el día de nochebuena.
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www.elespanol.com
Un fenómeno al alza es sin duda el boom de los alimentos e incluso droguería ecológica. Precios y calidades difícilmente justificables más allá de la metafísica de los procesos tradicionales y el respeto a la naturaleza. Seguro que @Almirante Farlopas compra ecológico.
También es para quitarse el sombrero toda la mística que rodea a lo que llaman los superalimentos. Semillas de chia, alga espirulina, trigo sarraceno. Se supone que te los comes y anulan todo el mal que acumula un cuerpo. Yo tengo un amigo que está a tope con esta fantasía ¿Acabas de comer 5 blisters de donut bombón? No pasa nada, porque ahora te tomas este batido proteico al que le he añadido estos carísimos polvos de alga de las aguas de Japón y eso lo limpia todo.
En fin, superalimentos (imagen ilustrativa):
Para mí, ver escrito superalimento es el equivalente a que un desconocido te llame subnormal a la cara y te aguante la mirada durante no menos de cinco segundos.
Otra treta bastante divertida es la de algunas marcas de lujo en decadencia que han visto su nicho de mercado en las nuevas generaciones de adolescentes deseosos de construirse una identidad a partir de objetos de consumo. Le regalan a algún rapero o influencer alguna muestra para que la exhiban por las redes y sólo hay que esperar a que miles de chavales le secuestren la tarjeta a sus padres y hagan su trabajo.
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